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¿Los libros que todos deberían leer?
Es común escuchar la frase “es un libro que debes leer” cuando te empiezas a interesar por la lectura. A propósito de esta frase, es normal que las y los eruditos recomienden obras como Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra; Cien años de soledad, de Gabriel Garcia Márquez; Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski, y, más recientemente, Matar a un ruiseñor de Harper Lee, entre otros clásicos. El problema con esta frase es que suena obligatoria e impositiva; y si consideramos las frecuentes experiencias negativas asociadas a los primeros acercamientos a la lectura en el sistema educativo, resulta difícil esperar que la propia lectura se convierta en un hábito genuino.
Mi recomendación es que si estás interesado en formar el hábito de la lectura, primero trates de identificar el tipo de historias que llaman tu atención. Más importante quizá es que tengas claro que la finalidad de adquirir el hábito de la lectura no necesariamente es obligarte a leer todos los días, sino empezar a tomar el gusto a la lectura.
Lo que pasa con los libros que “debes de leer” por su carácter de clásicos es que muchos de ellos son más bien difíciles, en especial para las personas que desean empezar a leer, pues el lenguaje es más bien complicado, las historias transcurren con lentitud o las situaciones que relatan, al menos en un primer momento, quizá nos resulten ajenas. Si te interesa alguno de los libros que cité líneas arriba, mi recomendación es que comiences por Matar a un ruiseñor.
Esta novela aborda un tema delicado: el abuso sexual. Lo que la hace particularmente interesante es que está narrado desde la perspectiva de una niña, hija del abogado encargado de la defensa. La situación se complica porque el acusado es un hombre de color, y la historia transcurre en un tiempo y lugar marcados por un racismo profundamente arraigado en la comunidad.
A medida que la trama avanza, también lo hace el crecimiento de la protagonista, quien intenta comprender los acontecimientos que la rodean, incluyendo el rechazo que su familia empieza a experimentar por parte de sus vecinos. La narrativa combina su inocencia infantil con la gravedad de los eventos: por un lado, acompaña y escucha a su padre en el juicio; por otro, sigue con las actividades típicas de una niña, como disfrutar los juegos propios de la infancia. Entre esos juegos destaca la “misión” que ella y sus amigos emprenden para descubrir los misterios de la casa de un vecino al que todos temen.
La obra entrelaza de manera magistral la crudeza de un juicio que expone los prejuicios de la sociedad con la mirada inocente y curiosa de la infancia, para crear una historia profundamente conmovedora y que invita a la reflexión de los grandes temas de la humanidad.
El libro presenta poderosos discursos del abogado defensor durante las audiencias, en los que se enfrenta a la discriminación racial y el clasismo, siempre apegándose al significado de justicia e igualdad. Este mensaje se refleja en la evolución de la niña protagonista, quien, hacia el final de la historia, supera su miedo hacia su vecino y descubre que, en realidad, él es una persona buena, como muchas otras. Este momento simboliza no solo el crecimiento personal de la niña, sino también la comprensión compartida con el lector sobre la importancia de hacer lo correcto, incluso cuando implica perder: para unos, un caso; para otros, la inocencia.
Este libro tiene el potencial de convertirse en un favorito para quienes disfrutan del suspenso, el drama y las historias cargadas de emociones profundas. Deja al lector con una sensación de vacío, con el deseo de que los personajes y las circunstancias hubieran sido más empáticos y reflexivos sobre la igualdad. Es una obra que no solo cuenta una historia, sino que también invita a cuestionar nuestras propias nociones de justicia y humanidad.
A propósito de los libros a los que me referí líneas arriba, Crimen y castigo es una novela que, al igual que Cien años de soledad, tiene un nivel de lectura más complejo, lo que requiere que el lector esté familiarizado con un lenguaje más elaborado y se sienta cómodo con descripciones extensas. Esto implica dedicar más tiempo para reflexionar sobre lo leído y sumergirse en los detalles.
Crimen y castigo explora un trasfondo profundamente psicológico, centrado, como sugiere el título, en un crimen. La historia está narrada desde la perspectiva de un joven estudiante de Derecho que, tras dejar de recibir apoyo económico de su madre, se ve obligado a empeñar pertenencias con una mujer conocida por prestar dinero. Eventualmente, su situación económica lo lleva a abandonar la universidad. Desde las primeras páginas, el lector percibe la inestabilidad mental del protagonista, quien intenta convencerse a sí mismo de que no está loco, argumentando que solo alguien cuerdo podría planear un crimen con tal precisión. Contar más detalles sería revelar partes cruciales de la trama que el lector debe descubrir por sí mismo.
Esta novela, al profundizar en aspectos psicológicos, puede generar cierto malestar en el lector. A diferencia de otras historias, aquí el lector es testigo directo del crimen desde el inicio, pero lo verdaderamente intrigante es descubrir si habrá un castigo, lo que convierte la lectura en una experiencia inquietante y reflexiva.
Cuando escuchamos frases como “es un libro que debes leer”, es mejor interpretarlas como una invitación, no como una imposición. La lectura es un universo tan amplio que no debería limitarse a una lista de títulos indispensables. Leer es una actividad que nos permite explorar otras vidas, perspectivas e historias, liberándonos momentáneamente de nosotras y nosotros mismos.