Plaza Pública
La encrucijada de Oriente Medio
Con la masacre y el genocidio que ocurren cotidianamente en Palestina desde hace más de un año, bajo la complaciente mirada de la llamada “Comunidad Internacional” (con la notable pero minoritaria excepción de Sudáfrica, Bélgica, Colombia o recientemente EIRE, entre otros pocos), seguida de la reciente invasión de Líbano por parte del ejército del ente nazi-sionista, es fácil perder de vista los acontecimientos acaecidos en la vecina Siria durante los pasados días, en lo que parece una inminente extensión y profundización de ese conflicto regional, que amenaza la estabilidad y la paz de todo el mundo por su potencial alcance global.
Veamos: durante muchas décadas, el estado sirio (República Árabe Siria) fue un estorbo o inconveniente para los planes expansivos de las llamadas “potencias occidentales”, en especial del hegemón imperial y su “portaviones” sionista en la región. Por eso, no es casual que la “invasión” desde el norte sirio por yihadistas islámicos (apoyada también por la vecina Turquía y por ciertas petro-monarquías árabes) se haya producido apenas unos días después de la declarada y fallida tregua entre la milicia libanesa de Hizbolá y el ejército de la entidad sionista, ante su fracasada invasión terrestre del territorio libanés.
¿Cómo es posible ahora que diversos grupos armados yihadistas se hayan hecho con el aparente control del territorio sirio en solo 10 días después de una guerra civil enquistada que duró más de 10 años sin progresos significativos para los ahora “rebeldes” islamistas? Vayamos desde lo que sabemos hasta lo que aún permanece incógnito: sabemos que, a fines de noviembre pasado, una ofensiva yihadista desde el norte sirio (Idlib) tomó la ciudad de Alepo, tras un largo y frustrado proceso de guerra que no logró durante más de una década, derribar al gobierno sirio. Así, durante las siguientes jornadas, el avance continuó hasta entrar victorioso en la capital siria, Damasco, solo diez días después de comenzar en Alepo. Ya en la capital, el primer ministro sirio se reunió con los insurrectos y les ofreció una transición “ordenada” mientras El oftalmólogo y presidente El Assad huía y se exiliaba en Rusia.
Así, el sorpresivo y rápido triunfo de la cruzada yihadista sorprendió a muchos dentro y fuera de Siria y levanta diversas preguntas sobre lo ocurrido y lo que está por ocurrir. Evidentemente las potencias valedoras del régimen sirio (Irán y Rusia) no podían, en la coyuntura actual prestar el auxilio de antes, vista su propia guerra proxy o directa en Ucrania y en Líbano, que amenaza sus intereses inmediatos. Pero no deja de llamar la atención, por ejemplo, que el ejército sirio casi no presentó resistencia al avance yihadista, tal vez por el cansancio de tantos años de guerra civil, pero tal vez también por otros factores internos y externos a la región. Por eso es importante comprender que el esfuerzo por derrocar al régimen sirio no empezó hace días, sino hace varios años. Más de una década en realidad, con medio millón de muertos y alrededor de 12 millones de personas desplazadas y refugiadas en los países vecinos y en el resto del mundo. A ello hay que sumar una inclemente política de sanciones desde occidente y el norte global al menos desde 2011, que ni siquiera fue aflojada durante el grave terremoto de 2023 que devastó al país.
De manera que la economía y la sociedad sirias nunca han terminado de recuperarse del terremoto, la guerra civil y las sanciones impuestas al régimen por tantos años. Está más o menos documentado que la mayoría de la población de Siria vive bajo el umbral de la pobreza y sin la expectativa de que las cosas cambien pronto. Es por eso que podemos sostener que las condiciones internas para este “cambio de régimen” se prepararon al menos durante los pasados 14 o 15 años. De ahí tal vez la falta de voluntad de la población (no radical y mayoritaria en Siria) de combatir a los extremistas religiosos. Y la tragedia es que si alguna vez hubo una sociedad laica y tolerante a la diversidad étnica y religiosa en todo el medio oriente fue precisamente la siria, junto con la libanesa.
Siria queda así en manos, al menos de momento en el volátil Oriente Medio, de una coalición extremista de grupos armados encabezada por personajes directamente vinculados a Al Qaeda y al llamado Estado Islámico. Qué decir del casi milagroso lavado de cara del líder extremista Al Golani, quien aparecía en medios y despachos globales arengando a la multitud desde la monumental mezquita de los Omeyas en Damasco. Dicho sujeto aparecía, casi “renacía”, curiosamente vestido como si fuese un gemelo del ucranio Zelenski; con la barba, las melenas y las maneras recortadas, prometiendo solemnemente dejar de cortar cabezas. Esto porque el currículum extremista de dicho sujeto pasa por todas las organizaciones terroristas islamistas conocidas, lo que haría palidecer al mismísimo y famoso Bin Laden, cuya creación o “fabricación” como bestia negra a manos de ciertos intereses hegemónicos parece hoy más que probada. Tal vez será por ello que aún hoy, la potencia hegemónica y presumible patrocinadora de la rebelión y de los “rebeldes” en Siria, ofrece la friolera de 10 millones de dólares por la captura del súbito demócrata Al Golani. ¿Por qué los rebeldes yihadistas no luchan contra a la invasión sionista de los altos del Golán y otros territorios sirios ni se oponen a las bases militares norteamericanas cercanas a los campos petroleros en ese país?, ¿Como distinguir las invasiones “buenas” (al parecer las sionistas en Palestina, Líbano o Siria) de las “malas” (la rusa en Ucrania, por ejemplo) en un “sistema internacional basado en reglas” que, si alguna vez existió, se derrumba casi en tiempo real ante nuestros ojos?
La cuasi milagrosa reconversión del otrora terrorista Al Golani en moderado demócrata, quien está confesamente involucrado en las organizaciones responsables, por ejemplo, de los atentados en Londres, o del atentado del 11M en Madrid, hace ver que los ganadores y perdedores de “la rebelión” en Siria son claros y están a la vista. Así que tal vez la disputa no sea después de todo, más que una más de tantas otras que se suceden globalmente por los recursos naturales que pertenecen a los pueblos del mundo y no a las corporaciones multinacionales de la energía o la guerra. En el caso de la todavía República Árabe Siria, la expansión colonial va sin duda por el territorio, el agua, el petróleo y el gas, y otros minerales, donde la situación actual nos recuerda los penosos casos previos de Afganistán, Irak y Libia, con miles de muertos, refugiados y exiliados en regiones, sociedades y países otrora prósperos y ahora destrozados por los valores “universales” del occidente global.
El autor es jurista. Investigador Nacional por el SNII del CONAHCYT.
@efpasillas