Fanatismo y el fin de año | El peso de las razones por: Mario Gensollen - LJA Aguascalientes
03/01/2025

El peso de las razones

Fanatismo y el fin de año

El fin de año es una época que invita a la reflexión. La transición entre un ciclo y otro parece diseñada para que evaluemos logros y fracasos, y para que formulemos resoluciones que, con suerte, definan nuestro porvenir. Sin embargo, también es un periodo que amplifica nuestras pasiones. En esta época, es fácil observar cómo ciertos ideales y creencias se imponen con fervor desmesurado, llegando a configurar un fenómeno que, como diría Bertrand Russell, puede considerarse fanatismo.

El fanatismo, en su esencia, no es otra cosa que un desequilibrio en nuestras prioridades. Es la creencia de que una causa o convicción es tan importante que eclipsa cualquier otra consideración. Durante las festividades de fin de año, este desequilibrio puede adoptar múltiples formas: el consumidor obsesionado con cumplir ideales publicitarios, el moralista que ve en las tradiciones navideñas la única forma válida de celebrarlas, o incluso el activista que desestima la alegría de la temporada por considerarla frívola ante las problemáticas globales. No se trata de criticar ninguna de estas posturas en sí mismas, sino de señalar que el fanatismo, en cualquiera de sus formas, nos priva de una visión más amplia y equilibrada.

¿Por qué parece que el fanatismo se exacerba en esta época? Una posible explicación radica en nuestra tendencia natural al tribalismo, como observaba Russell. El fin de año, con sus reuniones familiares, eventos sociales y rituales compartidos, refuerza la necesidad de pertenecer y ser reconocido dentro de un grupo. Este deseo, aunque humano y comprensible, puede derivar en dinámicas polarizantes: “nosotros” contra “ellos”, quienes comparten nuestras creencias frente a quienes no lo hacen. Este tribalismo no solo alimenta la división, sino que también sofoca la tolerancia, esa virtud que debería florecer en momentos diseñados para la unión y la reconciliación.

El fanatismo, sin embargo, no solo daña nuestras relaciones interpersonales; también socava nuestras libertades. En nombre de mantener la pureza de una causa o tradición, se restringe la expresión de alternativas. Pensemos, por ejemplo, en cómo se juzga a quienes eligen no participar en ciertos rituales o quienes reinterpretan las festividades de formas menos convencionales. La tolerancia, como señala Russell, no se trata de estar de acuerdo con todo, sino de permitir que las diferencias existan sin que sean castigadas o marginadas.

Este fin de año, sería prudente adoptar una perspectiva más abierta y autocrítica. En lugar de imponer nuestras prioridades, quizás sea mejor abrir espacio para las diferencias y aceptar que no hay una única forma correcta de celebrar o reflexionar. Después de todo, la diversidad en nuestras creencias y prácticas no es una amenaza; es una oportunidad para enriquecer nuestras experiencias colectivas.

Conforme nos acercamos al nuevo año, la pregunta no debería ser solo qué resoluciones adoptaremos, sino también cómo podemos evitar que nuestras pasiones se conviertan en obsesiones. ¿Podremos abrazar nuestras creencias sin imponerlas? ¿Seremos capaces de disfrutar de nuestras tradiciones sin desestimar las de otros? Estas preguntas, aunque incómodas, pueden ser el primer paso para construir un mundo menos fanático y más tolerante.

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