El Retrato de Dorian Grey y La Sustancia | La Columna J por: Roberto Ahumada - LJA Aguascalientes
01/04/2025

La Columna J 

El Retrato de Dorian Grey y La Sustancia 

“El alma de los hombres está hecha del mismo material que sus sueños”:  Shakespeare. 

Estimado lector de este reconocido medio LJA.MX, con el gusto de saludarle como cada semana, agradezco enormemente su disposición para dar lectura a esta columna. En esta ocasión quiero tomar como referencia la reciente película interpretada por Demi Moore y una de las magnas obras de Oscar Wilde, sin duda alguna existen diversas similitudes y clisés filosóficos que empatan de manera excelsa. 

Vivimos en un mundo donde la ostentación de la banalidad ha caído en la estridencia dicotómica entre el absurdo y lo vituperable, y es que los sentidos de vida consistentes han sido apartados y alejados de la aspiración humana, lo que permea es un sentido de pretensión sin importar el cauce natural del proceso al que somos inherentes, los estándares de belleza son a ultranza, han doblegado al bello curso del proceso de los seres vivos, y es que en ambas obras podemos dilucidar de manera categórica esa disociación entre el ser y alter ego. 

En la película de La Sustancia vemos a una actriz en el ocaso de su carrera artística en donde representaba a un figura de la televisión, interpretada por la bella Demi Moore, este filme extiende de manera dramática y terrorífica el cómo a través de una sustancia la actriz principal puede clonarse en una versión más joven que sí encaje con la sociedad del espectáculo bajo los estándares insulsos de belleza que pretende un medio que comunica para una audiencia que busca la agonía del eros, lo explícito y el sobre entretenimiento. 

“En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser”.
(Medida por medida, Acto II, Escena IV) Shakespeare. 

No obstante, sucede algo escalofriante cuando la versión más joven y bella comienza a abusar de la sustancia, y en esta retórica del alter ego, se produce una lucha entre ambas conciencias llevándolas al extremo en donde se destruyen una a la otra, siendo las dos la misma, es como la lucha que vive cada persona en su definición individual y la destrucción que sufre ante un personaje creado, clonado, mutilado en valores, pero bien dotado de atributos de belleza superflua para una comunidad que no le aprecia ni le importa, solo le demanda entretenimiento y a cambio de eso se le otorga atención. Ella pierde su alma, la destroza, la pervierte, la destaza, la exprime, todo con la falsa ilusión de tener juventud y belleza eterna, olvidando el principio hermético expresado en el Kibalion, “como es adentro, es afuera”. 

En la obra de Oscar Wilde podemos ver al personaje de Dorian Grey como la cúspide de la belleza acuñada a la juventud, en esta obra también se presenta el personaje de Lord Henry, quien es una especie de mentor hacia el lado oscuro, pues tiene un porte dionisiaco el cual seduce al personaje principal a su degradación y al abandono de su alma: “Abro paréntesis ante la propia asimilación del concepto de alma, pues conlleva cuestiones metafísicas con dudas filosóficas que abordaremos en otra ocasión”. Un amigo de Dorian Grey le hace un retrato en donde se le percibe de un modo casi divino, el personaje principal se ve afectado por la muerte de su amor, al cual se desvincula y aunado a la lectura de un libro que le regaló Lord Henry, Dorian Grey decide dedicar su vida al placer, el hedonismo malsano. 


El personaje experimenta todo tipo de distancias con su ser, es el joven bello y apuesto que seduce, que domina el escenario público, que tiene todo aquello que desear poseer, evidentemente a las mujeres que se cruzan con él. El tiempo pasa y la maldad se apodera de él, en las calles se dice que ha hecho un pacto con el diablo, pero al pasar su tiempo él conserva su juventud y su belleza, su ser autentico ya no existía, su retrato se mantuvo tapado en una parte de su casa y sus extremos le llevaron incluso al asesinato. 

“Mi alma está en las manos de los dioses, pero mi cuerpo está en las manos del destino”: Shakespeare.  

En ambas obras podemos ver la ejemplificación de la degradación y aberración que la sociedad líquida ha enquistado en el subconsciente de colectivo, lo que la televisión y las redes sociales extienden y promueven ha generado una moda y una media de algo fuera de las proporciones naturales del proceso de cada ser humano. Si se aspira a la belleza, se debe aspirar a la salud, al equilibrio, a la sensatez de la vida, a la aceptación del proceso del propio físico. Específicamente en el caso de la sustancia hay un clisé sobre el preámbulo de cómo las mujeres asimilan la vejez y de cómo el mundo rechaza esta etapa. Puntos verdaderamente complejos en lo asequible de los deberes sociales impuestos. 

Ambas narrativas nos confrontan con el vacío y la decadencia que nacen de un deseo desmedido por alcanzar una perfección física que, lejos de ser real, es una construcción superficial y efímera. En La Sustancia, la transformación de los personajes a través de un producto que promete la eterna juventud refleja el sacrificio de la identidad y la humanidad en nombre de la apariencia. Del mismo modo, Dorian Gray, cegado por su vanidad, vende su alma para conservar su belleza intacta, mientras su retrato revela la corrupción de su espíritu. Estas historias nos advierten que perseguir estándares inalcanzables de perfección no solo aliena a las personas de su verdadera esencia, sino que las encierra en una jaula de superficialidad y autodestrucción. En un mundo que exalta lo externo, olvidamos que la auténtica belleza reside en la aceptación de nuestra humanidad y en la riqueza de nuestras imperfecciones, aquellas que nos hacen únicos y verdaderamente vivos. 

In silentio mei verba, la palabra es poder.


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