Bajo presión
Causas
Un escritor al que admiro me contó que estaba escribiendo una novela sobre una contadora que trabajaba para una organización criminal, la historia le llamó la atención porque, al ser capturada por las autoridades, se reveló el talento de esta mujer para llevar la contabilidad, el balance general estaba al día, tenía un registro exacto de las transacciones y un orden difícil de alcanzar. No sé cómo vaya la escritura de esa ficción, pero entiendo la dificultad que va enfrentar el escritor con el necesario cambio de enfoque sobre los delincuentes, la contadora y su trabajo no corresponden al modelo con que identificamos a los narcotraficantes.
En Marca de sangre, Héctor de Mauleón hace una crónica de los principales jefes, sicarios y operadores del narcotráfico en México, debajo de las cabezas hay una estructura que no necesariamente se vincula con la organización en el ejercicio de la violencia, forman parte de la administración y la planificación para mantener la empresa. En ese libro se cuenta cómo fue contratado un diseñador gráfico para falsificar credenciales, la primera ocasión le pagaron muy bien y en dólares por un trabajo mínimo, después siguió trabajando para ese grupo criminal porque no podía negarse, ya sabía quiénes eran sus jefes y no tenía forma de rechazar los encargos que le hacían. Las crónicas de Héctor de Mauleón comienzan en 1985, desde entonces se sabe de las múltiples formas de reclutamiento que tienen las organizaciones criminales, polemizar sobre este asunto y reducirlo a que en las series de televisión se hace apología de la vida lujosa que llevan los grupos delictivos es cerrar los ojos a las causas que se deben combatir para acabar con el crimen organizado.
Un reportaje de The New York Times reveló que el Cártel de Sinaloa está reclutando jóvenes estudiantes de química para elaborar fentanilo más potente y encontrar una sustitución a los precursores químicos de Asia; otra investigación en ese medio de Natalie Kitroeff y Paulina Villegas señala que los narcos se aprovechan de la gente en situación de vulnerabilidad y de animales pequeños para probar la letalidad de su fentanilo.
Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el presidente siempre le negó credibilidad a las investigaciones de The New York Times, lo descalificó como pasquín y apuntó que sus reportajes estaban apoyados por sus adversarios, esa escuela dejó a Claudia Sheinbaum para referirse al diario, porque ante los temas planteados sobre las actividades de reclutamiento del narcotráfico, la presidenta lo convirtió en una ficción, basada en la serie Breaking Bad.
En la conferencia matutina, de nueva cuenta la presidenta redujo los hechos a que las series de televisión difunden una visión que hace apología de los grupos delictivos y “puede generar en algún joven la idea de que, si se acerca a un grupo delictivo, va a tener una opción de vida como esa y en realidad lo que es una opción de muerte, porque ponen en riesgo su vida acercándose a una práctica ilícita”.
No se puede negar que hay toda una industria que promueve la narcocultura, no necesariamente produciendo series de televisión, música y moda son usados para difundir un estilo de vida al que muchos jóvenes aspiran, pero tampoco se puede negar que muchos de los trabajadores de los cárteles no tienen otra opción, ya sea porque está en riesgo su seguridad o porque les ofrece una estabilidad que el mercado laboral legal no les proporciona.
En los ejes de la estrategia de seguridad del gobierno actual, la primera es la Atención a las causas, la misma que propuso López Obrador con la intención de “restar base social al crimen organizado”, afortunadamente, la forma en que están actuando las autoridades en contra de la delincuencia está más relacionada con la inteligencia y la coordinación, por lo que este gobierno puede dar resultados más contundentes en materia de seguridad, aunque los niveles de violencia e inseguridad se mantengan, porque queda claro que no se puede acabar con este fenómeno de un día para otro.
“Si no hubiera tanta gente en Estados Unidos buscando drogarse, no venderíamos nada”, dijo un narcotraficante entrevistado por The New York Times, “es culpa de ellos, no nuestra. Simplemente nos aprovechamos de la situación”, ese argumento lo empleó López Obrador y subrayó que en México no se consumía ni producía fentanilo, la administración de Claudia Sheinbaum no ha podido mantener esa línea discursiva, en los hechos su gobierno ha decomisado toneladas de esa droga; con tal de no contradecir a su antecesor, la presidenta sigue señalando que la prioridad es la atención a las causas de la violencia, ofrecer “acceso a una opción de vida distinta a la que significa la violencia, que ningún joven en México tenga que optar por la violencia o acercarse a un grupo delictivo, porque esa es una opción de muerte, no es una opción de vida”.
Se entiende que se haga énfasis en la Atención a las causas como estrategia de seguridad, pero reducir, aunque sea en el discurso, a la influencia de las series de televisión que hacen apología del delito es cerrar los ojos a un problema sumamente complejo que requiere atención desde diversos flancos y en la que todos somos responsables, no basta apagar la pantalla o el radio.
Coda. “El infierno es la verdad vista demasiado tarde”, Thomas Hobbes.