Una apuesta por la ciudadanía global: ¿Qué es el BDS y para qué sirve? | Plaza Pública por: E.F. Pasillas - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Plaza Pública

Una apuesta por la ciudadanía global: ¿Qué es el BDS y para qué sirve?

Las y los ciudadanos, actuando de manera individual y luego organizada, tal vez podemos cambiar algunas cosas. Las narrativas y los relatos falsos, por ejemplo. Repite la mentirosa propaganda sionista que el asunto en cuestión empezó el año pasado después de la incursión violenta de Hamas, como también que una violenta potencia colonial ocupante, armada hasta los dientes, “solo se defiende”. Lejos de esa narrativa falsaria, lo cierto es que la deriva actual procede al menos del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el decadente imperio británico no supo ni quiso ejercer responsablemente su mandato internacional sobre Palestina (“dio lo que difícilmente podía ser suyo”, según expresión del asesinado presidente J.F Kennedy) y entregó el territorio sin condiciones a los grupos de extrema derecha sionistas que lo han colonizado ilegalmente desde entonces, con más de cien resoluciones de la ONU pasadas por alto y violadas desde la 181 de 29 de noviembre de 1947, hasta las más recientes. Y no deja de ser paradójico que un engendro creado por la ONU, sea el primero y el único en violar todas y cada una de las resoluciones que se refieren a su ocupación ilegal y a la violación de derechos humanos masiva que perpetra desde entonces en contra de la nación palestina.

Así, al menos desde 1948, la facción fascista (ultranacionalista, militarista, autoritaria, supremacista y racista) que luego asentó a sangre y fuego el llamado estado de Israel en un territorio que no le pertenecía, le ha negado en cambio al pueblo palestino todos sus derechos fundamentales y se ha rehusado a cumplir con las normas del derecho internacional. Porque lo cierto es que dicha entidad sionista mantuvo por décadas un régimen de ocupación, colonialismo y apartheid sobre el pueblo palestino que de un año a la fecha convirtió también en “limpieza” étnica, usando el pretexto de la incursión de Hamas y la toma de rehenes. Pero no nos engañemos: solo ha podido hacerlo porque tenía y tiene apoyo del exterior, de los muchos gobiernos y compañías multinacionales que le financian y soportan y que no quieren ni pueden exigirle cuentas. Así, cuando quienes ocupan espacios de poder se niegan a actuar, se hace necesaria una respuesta ciudadana global en solidaridad con la lucha del pueblo palestino por su existencia.

Ya en el otoño de 2024, después de más de un año de bombardeo y asesinatos indiscriminados en contra de civiles indefensos y desarmados en Gaza, pero también en Cisjordania, Yemen, Líbano, Siria, Irán y otros países del medio oriente, solo en la franja de Gaza hay más de 43 mil muertos contados (la mayor parte trabajadores de la salud, periodistas, cooperantes internacionales, mujeres, niños y ancianos), más de cien mil heridos y un número indeterminado de personas aún desaparecidas bajo los escombros de los edificios bombardeados, así que quedan pocas dudas de la extrema gravedad de la situación, que tiende a escalar por toda la región en cualquier momento. Así que para desmontar las mentiras de la propaganda sionista, no sobrará explicar y repetir todas las veces que haga falta y de todas las maneras posibles, que no hay más semitas en Palestina que los palestinos, habitantes ancestrales de la Cananea histórica y no los emigrantes polacos o de muchos otros países centro europeos que conforman la mayoría de la población actual de la entidad sionista, empezando por el propio sicópata Milekovski de origen polaco, quien se hace llamar falsamente Netanyahu. Porque sionista no significa judío. Sionista, como se sabe, es un régimen supremacista de corte fascista y genocida que por fortuna no representa a la mayoría de los judíos del mundo. De manera que ser antisionista no es ser antisemita de ninguna manera, donde lo cierto es que el régimen citado y su grupo dirigente cometen crímenes de lesa humanidad y de guerra contra la población palestina todos los días desde hace casi 80 años, de manera gravísima desde hace al menos un año, mismos que están siendo plenamente documentados detalladamente por la relatoría de la ONU para los derechos humanos y por la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional, donde los responsables de tales crímenes habrán de rendir cuentas tarde o temprano. Por lo demás, está claro que el pueblo palestino y los otros pueblos de oriente medio tienen el derecho a existir y así a resistir por todos los medios al invasor y ocupante, porque las violaciones del derecho internacional que implica la ofensiva contra Gaza y Cisjordania han sido bien documentadas desde hace décadas: castigo colectivo, uso desproporcionado de la fuerza militar, ataques contra objetivos civiles, incluidas viviendas, mezquitas, hospitales, universidades y escuelas.

Ante tal barbarie, ¿qué puede hacer un Estado mexicano que se dice progresista y que pretende ser respetuoso de los principios de política exterior señalados por la CPEUM? De entrada, mucho más de lo hecho hasta ahora, porque ante la violación sistemática de las normas internacionales por parte de una entidad colonial y agresora, no valen los llamados a la contención “de las partes”. Por el contrario, se puede y se debe condenar firme e inequívocamente la deriva genocida y romper relaciones diplomáticas con el ente agresor, como ya hicieron otros Estados del mundo. También exigir en todos los foros internacionales el cumplimiento de las más de cien resoluciones de Naciones Unidas que la entidad genocida ha venido ignorando e incumpliendo deliberadamente desde 1948 con la complacencia absoluta de la llamada comunidad internacional. Exigir en todos los foros internacionales que la entidad sionista asuma sus obligaciones internacionales y actúe en consecuencia, porque según los Convenios de Ginebra: “La obligación de una potencia ocupante (es) proporcionar a la población ocupada seguridad, así como alimentos, agua, educación y libertad de religión. Cuando una Potencia ocupante no cumple esta obligación, recae en el conjunto de la comunidad internacional, representada en las Naciones Unidas, el deber de proporcionar esa protección” (ONU, 2009). En los hechos, lo cierto es que se usa el hambre y la sed y el terror contra un pueblo que no tiene ejército como armas de guerra. 

México debe promover también la responsabilidad penal internacional del primer ministro “fake” del estado sionista y de toda la cúpula de su gobierno, así como suspender toda cooperación y acuerdos comerciales, dejar de comprar sus armas, aparatos de guerra y productos de intrusión masiva (los de espionaje y vigilancia telefónica, para empezar) y proceder a un riguroso embargo y boicot político, cultural y comercial. México no puede parar solo el genocidio en Gaza, pero sí que puede impedir el ingreso al país de todos los productos de procedencia israelí. Y finalmente, fiel a su tradición de refugio, abrirse al asilo político, como lo hizo antes con otras minorías perseguidas como los propios judíos. En cuanto a las y los ciudadanos en México y en muchos otros países del mundo, podemos seguir saliendo a las calles a manifestarnos masivamente contra el genocidio y podemos hacer uso de las redes sociales para amplificar nuestra protesta, pero no basta. Claro que habrá que seguir manifestándonos hasta que se produzca al menos un alto al fuego y cese la matanza indiscriminada de inocentes, pero hay que hacer mucho más ante la barbarie perpetrada en tiempo real por una entidad genocida totalmente desquiciada y armada hasta los dientes por los mercaderes de la guerra. 

Una respuesta certera de la ciudadanía global puede estar en movimientos sociales como el BDS (Boicot, Divestment and Sanction o en español: boicot, desinversión y sanciones), porque la economía de la entidad sionista es particularmente dependiente del comercio y la inversión exterior, lo cual la hace susceptible al boicot económico. Así, las relaciones de normalidad comercial le han dado por años luz verde para seguir violando el derecho internacional y las divisas que usa para mantener su política de ocupación y genocidio. Gracias al boicot masivo, multinacionales francesas como Veolia o la de telecomunicaciones Orange tuvieron que abandonar Israel, mientras que la cadena Carrefour tuvo que salir de Jordania recientemente. KFC o Starbucks tienen pérdidas millonarias en diversos países musulmanes y más allá. Así que los ciudadanos podemos dejar de consumir y comprar masivamente todos los productos que procedan de la entidad sionista y también los de las corporaciones multinacionales que soportan esta actuación, desde PepsiCo a KFC, pasando por McDonald’s o Adidas, entre muchas otras. Pero también se puede boicotear culturalmente al ente agresor, como han hecho cantantes y figuras públicas como Roger Waters o Christina Aguilera, o como lo pueden hacer las instituciones culturales, deportivas o educativas en muchos países. Así se hizo con PUMA en el pasado mundial de futbol femenino. Así también, negándose a normalizar la opresión, muchas asociaciones académicas, autoridades universitarias y gremios estudiantiles, así como miles de académicos/as de todo el mundo, sostienen el boicot académico al ente sionista, dado que las universidades de esa entidad son cómplices del régimen de ocupación y están involucradas en el desarrollo de sistemas de armamento y doctrinas militares desplegadas en los crímenes de guerra cometidos en Palestina y Líbano; en justificar la colonización constante de las tierras palestinas; en racionalizar la limpieza étnica de la población palestina; o en proporcionar una “justificación moral” para los cientos y miles de asesinatos extrajudiciales y en otras violaciones implícitas y explícitas de los derechos humanos y del Derecho Internacional.

BDS es un movimiento internacional horizontal, ciudadano, pacífico y no violento que trabaja para terminar con el apoyo internacional a la opresión de los palestinos y está inspirado en el movimiento antiapartheid sudafricano, que fue capaz de derribar al régimen supremacista y racista de ese país. BDS es ampliamente apoyado por sindicatos, asociaciones académicas, iglesias y movimientos de base en todo el mundo. Para aprender más sobre el BDS: https://bdsmovement.net/es


El autor es jurista y pertenece al SNII del CONAHCYT. 

@efpasillas


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