Cátedra
Sin Municipios no hay Estado Parte 6
Benjamín Carrión. Lo encontramos trabajando en su oficina, sin protocolos; se levantó para darle un abrazo al doctor Andrade, quien le dijo: Benjamín, te presento a Netzahualcóyotl Aguilera, joven diplomático quien está recorriendo nuestra región para elaborar su tesis profesional sobre América Latina basado en experiencias propias y yo le aseguro que ésta va a ser una de las mejores. Y dirigiéndose a mí, me dijo: Aguilera, le presento a Benjamín Carrión.
Le dije a Carrión, antes que nada, que le traía un saludo del doctor Gabriel Saldívar y Silva; se deshizo en elogios al decirme que era para él un entrañable amigo y le retribuyera sus saludos. Me imagino que su amistad nació desde que Carrión fue embajador de Ecuador en México en 1933, cuando el maestro Saldívar había ingresado a trabajar en la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde tuvieron la oportunidad de encontrarse y probablemente le apoyó en la edición de su libro Atahuallpa.
Entonces el doctor Andrade me dijo que Carrión era uno de los más grandes valores nacionales, cuya mayor creación había sido la Casa de la Cultura del Ecuador, de la cual era su actual director y cuyo origen y finalidad era inmejorable que lo escuchara de su propia voz.
¿Cuándo y cómo surgió la idea? Carrión empezó diciéndome que a raíz de un conflicto fronterizo con Perú que se remontaba hasta las luchas bolivarianas del siglo XIX, desembocó en una guerra fratricida cuando el ejército peruano invadió la zona en litigio en 1941; Ecuador, sin fuerzas militares suficientes, perdió su enorme territorio amazónico en 1942 que le daba salida al Océano Atlántico por el río Amazonas; la confianza del pueblo en su gobierno decayó severamente. Entre las medidas que se tomaron para recuperar la moral, la única viable fue la que Carrión propuso: crear una Casa de Cultura que permitiera difundir y vigorizar los valores nacionales mediante el estímulo de la creatividad y difusión de todas las manifestaciones culturales del propio pueblo ecuatoriano.
Entre los argumentos utilizados para fundamentar su propuesta, Carrión utilizó el siguiente, que me llamó poderosamente la atención:
«Si no podemos, ni debemos ser una potencia
económica, diplomática y menos
-¡mucho menos!- militar,
seamos una gran potencia de la cultura,
porque para eso nos autoriza
y nos alienta nuestra historia»
Siendo, como era, uno de los intelectuales más destacados de Ecuador, dueño de una amplia cultura adquirida por el estudio tanto en su país como en otros de América Latina y Europa, la prodigó generosamente en la cátedra y fuera de ella gracias a su prolífica vena literaria.
Y tanto en sus estudios como en la práctica de los cargos diplomáticos que desempeñó en el extranjero, cultivó la amistad de grandes pensadores; por eso, cuando consideró necesario someter su proyecto a la crítica de personas autorizadas, solicitó su opinión sobre las bases filosóficas del mismo; entre ellos estuvieron Mariano Picón Salas -escritor y diplomático venezolano e ilustre historiador de la cultura latinoamericana-; Arnold J. Toynbee -profundo pensador británico, filósofo de la historia- y el filósofo alemán Hermann Keyserling.
Después de dos años de preparativos, el 9 de agosto de 1944 se funda aquella institución que actualmente lleva como nombre
Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión
Para 1962, fecha en que estaba sosteniendo aquella entrevista con aquél hombre cuya estatura intelectual, política y social se iba agigantando ante mí minuto a minuto, habían transcurrido 18 años. Apenas entonces comprendí, repentinamente, de dónde habían salido aquellas Casas de Cultura centroamericanas.
Estoy seguro de que tenía asuntos de sobra que atender, pero en ningún momento argumentó escasez de tiempo, lo cual le agradecí en mi fuero interno; al término de la entrevista me invitó para que fuera a conocer las instalaciones de la Casa de la Cultura, recorrido que fue muy ilustrativo; pero lo que más me llamó la atención fue el museo de admirables instrumentos musicales procesados con una gran imaginación a base de los más raros materiales orgánicos e inorgánicos y hasta una caparazón de armadillo aprovechada como caja de resonancia, obtenidas en las tribus selváticas, de cuya ejecución parece que tenían grabaciones.
Regresé con él, como me lo indicó, para decirme que se sentía orgulloso de encontrarse con otro luchador por hacer de América Latina no una región materialmente poderosa, sino un remanso de paz y armonía con todo el mundo y me obsequió una valiosa colección de libros editados por la propia Casa. La ventaja era que en mis embajadas me hacían el favor de enviarlos a México por valija diplomática.
Mi infinito agradecimiento a mis queridos y grandes amigos latinoamericanos el doctor Carlos Andrade Marín y el maestro Benjamín Carrión.
Años después, residiendo en Aguascalientes, al tener la necesidad de trasladarme por tiempo indeterminado a la ciudad de México, me vi obligado a deshacerme de parte de mi biblioteca personal y doné a la del Instituto de Ciencias -actual Universidad Autónoma de Aguascalientes- en el que desempeñaba el cargo de secretario general, 500 libros entre los cuales iba la colección que me obsequió el maestro Carrión. Espero que los hayan sabido aprovechar.
Invito, a quien quiera conocer la admirable vida y obra de Benjamín Carrión imposible de reflejar en esta pequeña colaboración, a leer su biografía en Wikipedia, donde aparece una fotografía de una original estatua colocada en el 2011 donde se le ve, en el centro histórico de la ciudad de México -país al que consideraba su segunda patria- sentado frente a la mesita de un café en la placita de la Santa Veracruz (2) disfrutando del ajedrez, su juego favorito.
Continuaremos la semana próxima.
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina
1 No utilizo la versión que yo anoté de prisa, sino la versión oficial actual en el sitio de internet de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
2 Frente al lado norte de la Alameda Central y a unos pasos de lo que fue una dependencia de los Servicios de Prestaciones Sociales del IMSS denominada Centro de Seguridad Social Hidalgo, del que fui director.