Desde el Segundo Piso
México seguro… Solo en unidad
“Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.” (Mateo 12:25). Esta profunda reflexión nos enseña que, en cualquier organización o colectivo, si no existe unidad en la diversidad, no se logrará ningún avance positivo, sino discordia, caos y conflicto destructivo, sin propósitos constructivos. Desde hace varias décadas, México se encuentra sumido en un clima de inseguridad y violencia que parece aumentar tanto en los hechos como en el imaginario colectivo de sus habitantes, así como en la percepción de muchos inversores y visitantes extranjeros.
Si bien es cierto que las disputas electorales y la confrontación de ideas y visiones de los distintos proyectos políticos son necesarias, considero que, una vez superado el proceso electoral, debemos centrarnos en cómo avanzar como nación y en cómo ser útiles como ciudadanos para la construcción de un mejor país, para nosotros y nuestras familias.
A casi seis meses de las elecciones que dieron lugar a la elección de nuevos gobernantes, parece que algunos aún no entienden que el proceso electoral ya ha culminado. La oposición, derrotada en las urnas, hace todo lo posible por sabotear el proyecto de quien resultó ganadora en la elección presidencial, mientras que algunos miembros de la 4T no comprenden que, desde hace ya seis años, son gobierno. Lejos de colaborar para que la nueva presidenta de nuestro país pueda transitar su proyecto de “segundo piso” dentro de la transformación, muchas veces parecen aliados de la oposición, actuando como si aún no fueran parte de la nueva hegemonía del poder público.
Se dedican a provocar y distraerse en peroratas discursivas que no llevan a nada, más que a repetir el ciclo de esos gobiernos neoliberales saqueadores, que culpaban de todo a “otros” sin asumir la responsabilidad por la cual tanto lucharon en las urnas. Mientras tanto, para muchos ciudadanos, la situación en el país se vuelve cada vez más caótica, como cuando, por ejemplo, intentan transitar libremente y con seguridad por las carreteras de nuestros estados. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2023 se registraron más de 34,000 homicidios, lo que refleja la persistente ola de violencia que afecta a diversas regiones del país. La inseguridad sigue siendo uno de los principales problemas que enfrenta la sociedad mexicana y, por ende, uno de los mayores frenos a la inversión y al turismo. El mismo informe de INEGI destaca que la percepción de inseguridad es alarmantemente alta, alcanzando a más del 70% de los mexicanos en algunas zonas del país.
En este contexto, una menguada Guardia Nacional, con pocos elementos dedicados exclusivamente al cuidado de los tramos carreteros, poco puede hacer frente a la vastedad de nuestro territorio y a la omisión de las autoridades locales.
En este panorama de tensiones y falta de colaboración institucional, es urgente implementar una verdadera coordinación y cooperación entre todas las corporaciones del país dedicadas a la seguridad. Hace unos días, en el Legislativo, a iniciativa del Ejecutivo, se realizaron reformas constitucionales para fortalecer las capacidades de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, encabezada por Omar García Harfuch, un civil formado en tareas de seguridad ciudadana desde temprana edad. Estas modificaciones constitucionales fueron aprobadas por unanimidad en las comisiones correspondientes y por un amplio consenso en los plenos; ojalá este sea el ánimo que prevalezca en la mayoría de las ocasiones cuando se trate de generar leyes y políticas públicas que no solo mejoren la seguridad, sino también la educación, la salud y el progreso en general de nuestro país.
Estas reformas, impulsadas tras un creciente consenso sobre la necesidad de fortalecer las fuerzas federales para enfrentar la creciente violencia, buscan dotar a la Secretaría de Seguridad Pública de mayores capacidades operativas y jurídicas. Este es un paso fundamental hacia una estrategia más coordinada en la lucha contra el crimen organizado, aunque, como advierte el experto en seguridad Javier Oliva, “la estrategia de seguridad debe ir más allá de la militarización y reforzar también el tejido social”. Las reformas están orientadas a dar una respuesta más efectiva, pero la clave del éxito radica en cómo esas capacidades se implementan en el terreno, con un enfoque integral que no solo dependa de la fuerza.
Si bien esto corresponde principalmente a las autoridades y funcionarios electos, cabe preguntarnos: ¿Qué nos corresponde a nosotros como ciudadanos que no formamos parte de ese aparato burocrático? ¿Cómo podemos salir de ese “bucle” de desconfianza y desdén hacia el cumplimiento de la ley? ¿Cómo podemos reducir la intensidad de la disputa política en nuestro “metro cuadrado”?
Desde hace décadas, también el núcleo fundamental de nuestra civilización occidental, que es la familia, ha experimentado transformaciones en todos los sentidos, desde el número de sus integrantes hasta los usos y costumbres en torno a la unidad familiar, como el respeto hacia los abuelos o los tíos mayores. De ser una piedra angular de nuestra sociedad, la familia, en ocasiones, parece diluirse, especialmente ante el surgimiento de la “ideología de género”, que ha llevado a muchos jóvenes a no valorar adecuadamente la importancia de formar parte de una familia, con todas sus particularidades y el compromiso que ello conlleva. En un sentido profundo, la familia nos enseña algo fundamental: a cuidar de alguien más que de nosotros mismos.
Si bien debemos respetar las preferencias sexuales privadas de cada individuo, lo cual no debe ser motivo de discriminación o violencia, tampoco debería ser visto como algo retrogrado o negativo el esfuerzo por mantener unidas a nuestras familias y preservar algunas de nuestras tradiciones positivas que nos han dado cohesión como sociedad, a pesar de las nuevas legislaciones y “modas” que a veces no son tan adecuadas para nuestro contexto cultural o social.
¿Qué nos corresponde también como ciudadanos en el tema de seguridad? Más allá de denunciar ilícitos, tal vez sea el alejarnos de personas que sabemos que cometen delitos; el dejar de comprar productos “más baratos” en tianguis y lugares de dudosa procedencia; el inculcar en nuestros hijos, alumnos y colaboradores el sentido de fraternidad y el valor de ser personas de bien, que no dañan con sus acciones a los demás. A los funcionarios que reciben con los brazos abiertos a personajes con “hartos chelines”, pero de dudosa procedencia, ojalá entiendan la consecuencia de sus acciones.
Como mencionó el venezolano Andrés Bello, considerado el primer humanista de América: “Solo en unidad del pueblo y con la solidaridad de sus dirigentes pueden garantizarse la grandeza y estabilidad de las naciones”. Sin duda, tenemos un gran reto como sociedad y como gobiernos (en los tres órdenes), pero debemos tener la determinación, el corazón y la voluntad para superar esta situación. Como en toda crisis, hubo un génesis, un clímax y seguramente pronto llegará su fin, siempre y cuando todos, en nuestro “metro cuadrado”, hagamos lo que nos corresponde.