Ambientalistas
La reflexión comunitaria: una forma de ver hacia dentro para cambiar el exterior
Como ya es costumbre, el pasado viernes 8 de noviembre se realizó la vigésimo segunda sesión del Seminario Permanente de Ética Ambiental y Animal (SPEAA), en la que, como cada mes, fuimos partícipes de una plática amena y por demás interesante, en este caso impartida por Emilio Nudelman Cruz, licenciado en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y doctor en Estudios Latinoamericanos por la misma institución, entre varias distinciones más. En línea con sus intereses académicos, Nudelman ofreció la conferencia titulada “Del cuidado de la vida humana al cuidado de la vida: reflexiones ética, desarrollo y el buen vivir”, en la que problematizó el concepto de desarrollo, argumentando la necesidad de una apropiación y resignificación del mismo, además de desarrollar la idea del buen vivir a partir de la exposición de perspectivas filosóficas diferentes. Aunque nos gustaría referir aquí toda la información proporcionada por el ponente, nos limitaremos a abordar algunos puntos centrales, comenzando por la visión capitalista del desarrollo y sus implicaciones.
Todos hemos escuchado hablar sobre la crisis ambiental actual, nos han dicho que la salvación sólo es posible si dejamos de consumir ciertos productos, reducimos el gasto diario de agua o nos abstenemos de utilizar el coche, etc. La culpa del cambio climático ha recaído en cada uno de nosotros y, por ello, se nos ha incentivado a cambiar nuestras prácticas cotidianas desde hace años. Desafortunadamente, si bien esto contribuye positivamente al cuidado del medio ambiente, sigue siendo insuficiente, y no es que las medidas sean incorrectas, sino que la escala en la que se aplican y los sectores a los que se impone no son los adecuados. Para Nudelman, son los sectores privilegiados (es decir, el pequeño porcentaje multimillonario del planeta) quienes marcarían una diferencia más significativa si dejaran de explotar los recursos del planeta desenfrenadamente; no obstante, dado que las élites se rigen por un afán materialista, esto se vuelve complicado, ya que el sistema capitalista al que se adscriben atraviesa las esferas económicas, políticas, sociales, culturales y religiosas de la sociedad.
El pensamiento capitalista es uno de los principales factores (no el único) que han permitido el deterioro acelerado de nuestro planeta, puesto que a través de él el valor de la vida queda reducido a valor monetario, lo que lleva a una cosificación del mundo donde todo es jerarquizable, explotable y desechable, estableciendo así relaciones de poder donde los sectores menos privilegiados son los más oprimidos y empobrecidos. “Es el sistema del desorden, va de crisis en crisis”, apunta el doctor, “se rearticula para continuar produciéndose, por eso es difícil tumbarlo”. A ello se suma la idea de desarrollo o progreso que se ha expandido en los últimos años, la cual establece que un país es más o menos desarrollado en tanto se asemeja a aquellos países con mayor riqueza y poder, lo que obstaculiza el camino hacia un verdadero cambio colectivo. Y es que ¿cómo esperar que los países “subdesarrollados” mejoren sus modelos de producción y consumo cuando miran como ejemplo a países con empresas transnacionales que absorben los recursos naturales del planeta como si fueran eternos, todo para generar ganancias a base de productos que muchas veces ni siquiera son necesarios? Y no es que por esto debamos demonizar al desarrollo, sino que, como bien señaló Nudelman, hay que resignificarlo. No se trata de un concepto fijo, sino mutable, que debe cambiar y adaptarse al tiempo y lugar donde se retoma. El desarrollo puede ser un proceso de revolución, de búsqueda de equidad, de desdoblamiento de las potencialidades humanas y de liberación total que, además de mejorar la calidad de vida humana, tome en cuenta los procesos naturales de nuestro planeta y procure cuidar de sus necesidades y funciones.
Es aquí donde entra el tema del buen vivir, que últimamente se ha entendido como la imitación del estilo de vida de algunas comunidades indígenas de Latinoamérica. Esto, por supuesto, parte de una idealización. Como apuntó Nudelman, algunos “afirman que son formas de vida éticamente superiores”, pero no miran que la cosmogonía de algunos de estos pueblos también se basa en concepciones antropocéntricas. En este sentido, “recurrir a esquemas del pasado para resolver el presente es una evasión mental”, por lo que, para llevar una vida armoniosa, con buenos hábitos, hay que empezar por observar el mundo que habitamos ahora, la sociedad que existe ahora, y los pensamientos que hay dentro de nosotros ahora. La idea del “buen vivir” no le pertenece a un solo grupo humano, sino que forma parte de todos; el verdadero reto es lograr que en sus principios exista un balance entre el bienestar humano y el del mundo natural, porque sin él no hay manera de que exista un “bien estar” ni mucho menos progreso. Como bien señaló Nudelman, “de qué sirve lograr una justicia social si ya no hay medio donde disfrutarla”.
Para finalizar su intervención, el doctor Emilio explicó que, más allá de las crisis que estas batallas ideológicas puedan manifestar, existe una raíz que nadie está problematizando. Para él, sistemas opresivos como el capitalismo son síntoma de algo más profundo, que yace en el interior de la conciencia humana; esto es, “un dispositivo narcisista del ser humano que es común en todas las culturas”, y que le impide establecer relaciones sanas, sin sentimientos egoístas; no obstante, para llegar a la solución del problema, primero hay que reconocer que existe. Por ello, Nudelman nos invita a la reflexión, a examinar nuestras vidas, nuestros deseos, ideas, valores y prácticas. Cuestionemos todo lo que damos por hecho, seamos verdaderos dueños de nuestras decisiones y tomemos aquellas que realmente hagan que la vida valga la pena. Por ejemplo, antes de adquirir un producto que vio en la televisión, deténgase a pensar: ¿lo desea porque realmente lo necesita o lo desea porque le han dicho que lo necesita? U otro ejemplo, si usted creció con la idea de que hay que trabajar de sol a sol para llegar a “ser alguien en la vida”, pregúntese, ¿esta idea le pertenece o le fue heredada por alguien que llegó a esa conclusión porque no pudo tener una vida diferente? ¿acaso no es posible lograr la plenitud viviendo de otro modo? Es así, cuestionando y reflexionando, desde lo individual pero también desde lo colectivo, que podremos llegar a una comprensión más profunda de nosotros mismos, de los otros y de lo otro, y, paulatinamente, recrear una cosmovisión más íntegra, estable y armoniosa, donde el respeto a la vida sea el pilar más importante.
Para ver la conferencia completa, puede consultar el siguiente enlace: https://youtu.be/mP0yAudOZmI?si=dFqeIf5I_14mBL1g