Entonces si el Producto Interno Bruto (PIB) crece, ¿significa que lo estamos haciendo bien? | Opinión por: Óscar A. González Viscencio - LJA Aguascalientes
03/12/2024

Opinión

Entonces si el Producto Interno Bruto (PIB) crece, ¿significa que lo estamos haciendo bien?

  • El Bajío presentó un crecimiento promedio del 4.0% en el PIB del periodo comprendido entre 2010 y 2019 (4.6%, únicamente en Aguascalientes), un porcentaje que supera ampliamente el 2.6% nacional
  • El PIB no refleja si el crecimiento económico se logra a costa de recursos naturales finitos o del deterioro del entorno social o ambiental, lo cual es especialmente delicado para una región como el Bajío, que ha apostado fuertemente por industrializar su economía y sociedad
  • El decrecimiento económico no necesariamente significa una contracción; más bien, implica una transformación hacia prácticas más sostenibles y resilientes que puedan mantenerse en el largo plazo sin comprometer el medio ambiente o el bienestar de la comunidad

En fechas recientes, el Bajío de nuestro país, es decir, la región que comprende los estados de Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí y Aguascalientes, se ha ganado el apelativo de El diamante industrial de México, por su capacidad productiva y su rol clave en términos logísticos para la industria manufacturera, no solo a nivel nacional, sino internacional. Esta zona presentó un crecimiento promedio del 4.0% en el Producto Interno Bruto (PIB) del periodo comprendido entre 2010 y 2019 (4.6%, únicamente en Aguascalientes), un porcentaje que supera ampliamente el 2.6% nacional. Este escenario nos obliga a formularnos un par de preguntas: ¿seguir apostando por esta dinámica laboral y económica es la mejor opción para la región? Y, más específicamente, si el PIB crece, ¿significa que lo estamos haciendo bien?

Al observar estas cifras, resulta fácil concluir que sí: la continuidad es la opción ideal; sin embargo, hay cada vez más pruebas de que, apuntar a un crecimiento económico perpetuo, fundamentado en la producción con recursos limitados es un grave error. De ahí que muchos teóricos comiencen a alzar la voz sobre la necesidad de incluir nuevas perspectivas en la política económica global. Esta misma tendencia comienza a ser cada vez más aceptada en países como Nueva Zelanda, Países Bajos, Suecia, Costa Rica, Japón o Francia, que han generado regulaciones contra el desperdicio y que han cambiado su concepción de éxito económico. Y es que, a final de cuentas, ¿qué es realmente lo que mide el PIB?

El PIB es una medida central de la economía, que se enfoca exclusivamente en el valor monetario de bienes y servicios producidos en un país durante un período determinado. Esto implica que solo registra el crecimiento económico cuantitativo, sin considerar variables como la calidad de vida de la población, el bienestar social, ni la sustentabilidad ambiental del sitio donde se registran dichas cifras. Por lo tanto, el PIB no refleja si el crecimiento económico se logra a costa de recursos naturales finitos o del deterioro del entorno social o ambiental, lo cual es especialmente delicado para una región como el Bajío, que ha apostado fuertemente por industrializar su economía y sociedad.

En este contexto, han adquirido fuerza otros modelos y propuestas para medir el crecimiento y desarrollo económico. Uno de ellos es el decrecimiento económico, cuyo punto de partida es borrar la idea de que más siempre es mejor, y reducir de manera consciente de la producción y del consumo, en lugar de buscar un crecimiento económico perpetuo, con el fin de pasar a un enfoque que satisfaga las necesidades de la sociedad en forma sostenible y equitativa. Los defensores del decrecimiento argumentan que el verdadero progreso no radica en aumentar el PIB, sino en mejorar la calidad de vida, reducir las desigualdades y minimizar el impacto ecológico.

En el caso del Bajío mexicano, esta perspectiva implica una reflexión profunda sobre el modelo de desarrollo que ha caracterizado a la región. En lugar de expandir sin límite las capacidades de producción y buscar atraer nuevas inversiones industriales de gran escala, una estrategia alineada con el decrecimiento implicaría optimizar el uso de los recursos existentes, priorizar la economía local y reducir la dependencia de insumos externos. Esto no necesariamente significa una contracción económica; más bien, implica una transformación hacia prácticas más sostenibles y resilientes que puedan mantenerse en el largo plazo sin comprometer el medio ambiente o el bienestar de la comunidad.

Una idea complementaria a la del decrecimiento que podría contribuir a la situación regional es la economía circular, que en el Bajío mexicano representa una alternativa viable y necesaria ante los retos actuales de sostenibilidad, así como del uso eficiente y responsable de recursos. A diferencia del modelo lineal de “extraigo, produzco y desecho”, la economía circular busca reducir el desperdicio al mínimo mediante un ciclo continuo de reutilización, reciclaje y renovación de materiales. En el sector manufacturero, estas dinámicas se traducen en diseñar productos duraderos, implementar procesos de recuperación de residuos y apostar por insumos renovables. Integrar esta visión en la industria del Bajío no solo optimizaría la utilización de recursos, sino que además reduciría la dependencia de materiales importados y fortalecería la economía local.

Asimismo, la economía circular ofrece una oportunidad única para reconfigurar el empleo en la región, al promover una transición hacia trabajos más especializados y sostenibles. Las prácticas circulares no solo requieren operarios y técnicos, sino también profesionales en innovación, reciclaje, análisis de ciclo de vida y logística inversa, lo que aprovecharía el sólido entorno de educación media y superior que existe en la región. Esto implica una evolución en la capacitación de la fuerza laboral, para fomentar el desarrollo de habilidades que estén alineadas con un modelo económico regenerativo y vanguardista. En lugar de ver esta transición como un obstáculo, el Bajío podría aprovecharla para establecerse como un líder regional en prácticas de manufactura circular, generando empleo de calidad y adaptado a las necesidades globales del futuro.

Es claro, entonces, que la región debe reorientar su visión de éxito económico y abandonar la exclusividad del PIB como único indicador de progreso. Para responder a las demandas contemporáneas de bienestar social, igualdad y sustentabilidad ambiental, se vuelve crucial adoptar un enfoque multidimensional que valore otros indicadores, como la calidad de vida, la movilidad social y el equilibrio ecológico. De esta forma, el Bajío podría construir un modelo de desarrollo más inclusivo y sostenible, donde el crecimiento económico no dependa únicamente de la producción y el consumo ilimitados, sino que considere también el bienestar integral de sus habitantes y la preservación de sus recursos naturales.



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