UN PROYECTO DIPLOMÁTICO 1956. Gracias a nuestro recordado y querido don Pedro de Alba -a quien correspondió sepultar el Positivismo porfiriano y reorganizar el Instituto de Ciencias de Aguascalientes como su primer rector sobre las bases educativas de la Constitución revolucionaria de 1917- quien siendo senador por nuestro Estado en 1956 me abrió las puertas de la Secretaría de Relaciones Exteriores para trabajar a fin de tener ingresos con los cuales cubrir los requerimientos de mi ingreso en la entonces Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM para estudiar la carrera de Diplomacia (ahora de Relaciones Internacionales) y al propio tiempo ir conociendo el funcionamiento de mi futuro campo de trabajo profesional, me dijo: “de aquí en adelante, todos tus progresos en la Secretaría serán producto de tu esfuerzo y constancia”.
En 1960, cuando ya había terminado mi carrera en la Universidad y había progresado en plazas administrativas de baja categoría en Relaciones Exteriores, el Lic. Javier Rondero, a la sazón Subdirector del Servicio Diplomático y mi jefe inmediato, me asignó temporalmente el Departamento de Tratados y Convenios Internacionales de la Dirección General del Servicio Diplomático, donde al encontrar que la publicación de todos los tratados concertados por México estaba interrumpida desde 1938, en poco tiempo la dejé actualizada y entregado el resultado al Departamento de Publicaciones.
Esto valió para que se me designara como apoyo administrativo del Departamento de Asuntos de América, que totalmente desatendido por el escritor Carlos Fuentes (Ver nota al final) salía adelante porque yo hacía todo el trabajo; al poco tiempo él desapareció y el Departamento quedó a mi cargo.
A fines de año, debido a un incidente lamentable que estuvo a punto de la ruptura de relaciones con el Gobierno de Honduras que entre otras cosas provocó el trágico suicidio de nuestro Embajador y el traslado de todo el personal a otros países, se me comisionó para auxiliar a Rafael Bernal -literato de altos vuelos- a quien se designó como Encargado de Negocios de nuestra Embajada en aquél país, dándosenos dos semanas de plazo para resolver aquella delicada misión diplomática y ofreciéndosenos un ascenso de resultar favorable; en plena navidad de 1960 volamos a Tegucigalpa.
Apenas estábamos instalándonos cuando se recibió un cable del Secretario de Relaciones Exteriores Manuel Tello, quien le notificó el acuerdo presidencial para que ofreciera disculpas públicas al presidente de Honduras en nombre del Gobierno de México, a lo cual contestó, sin dudarlo un segundo: “Rafael Bernal no solicita disculpas a nadie en nombre de México. Someto mi renuncia a su consideración.” La respuesta de Tello, inmediata, fue algo así como: “Proceda como lo juzgue pertinente”. Siempre he considerado aquella como una de las más grandes lecciones de mi carrera diplomática.
Rafael no resolvió el problema en las dos semanas que se nos dieron de plazo; solo ocupó una y lo hizo tan bien, que el Presidente Ramón Villeda Morales, feliz de conocer a una persona de tan amplia cultura, lo invitó a cenar con su familia todos los viernes, que fueron muchos porque las promesas que se nos hicieron las estaríamos esperando todavía si no hubiéramos tomado otra salida que, en mi caso, duró dos años que tuvieron sus altos y bajos; por mi parte, uno de los mejores provechos fueron las enseñanzas que Rafael tuvo la amabilidad de ofrecerme y por lo cual lo considero uno de mis más grandes maestros; pero además él, generoso como era, me brindó su amistad; el otro fue haber conocido a una mujer excepcional que terminó siendo mi esposa y madre de nuestros tres hijos, quien ha sido capaz de comprenderme y apoyarme durante tantos años.
LA CASA DE LA CULTURA HONDUREÑA. Una de las novedades que llamó mucho la atención fue esta institución, que fue la primera que visité y a cuya directora, la maestra Bográn, conocí. Por el nombre de la Institución se podía derivar sus funciones, pero bien a bien no logré entender lo que perseguía, pues en México no existían; lo que teníamos eran las Academias de Bellas Artes que nacieron con el INBA en 1947, como lo dijimos en el número 2 de esta serie. Entonces me enteré de que también existían Casas de Cultura en otros países de Centroamérica creadas alrededor de 10 años atrás. No me detengo más en esto porque el detalle viene más adelante.
EL DR. CARLOS ANDRADE MARÍN. Antes de seguir adelante, considero esencial presentarle a este hombre excepcional. Él era el Embajador de Ecuador en Honduras y al enterarse de que a nosotros nos interesaba la arqueología y que facilitábamos a los estudiosos mexicanos su interés por visitar la zona arqueológica de Copán, como fue el excepcional viaje con el Arqueólogo Wigberto Jiménez Moreno.
(Entre paréntesis, no quiero desaprovechar la oportunidad de relatar ese viaje que fue altamente ilustrativo: debo tener una fotografía de una escena casual con un grupo de maestras de Santa Rosa de Copán a quienes encontramos en la zona arqueológica como al analfabeta que quisiera poder leer una carta escrita: al enterarse de quién era Jiménez Moreno, le pidieron que les explicara el contenido y circunstancias de una piedra rectangular cincelada con glifos e imágenes de los asistentes al Congreso de Astrónomos celebrado el año 765 -Siglo VIII- de nuestra era -cuando ya era bien conocido y generalizado el sistema numérico vigesimal por posiciones y la utilización del cero, conceptos matemáticos utilizados por la cultura maya desde hacía más de siete siglos-, para unificar los calendarios que de alguna manera contenían diferencias por falta de actualización, según el área ocupada por las diferentes subculturas de Mesoamérica.
Algo totalmente impensado en la Europa de ese tiempo pues los conquistadores, cuando llegaron a nuestro Continente en el siglo XVI, todavía fechaban sus documentos con números romanos y desconocían las operaciones fundamentales; si alguien les hubiera querido explicar lo que eran los conceptos del cero, de la numeración por posiciones o de la predicción de los eclipses, les hubiera sido totalmente imposible comprenderlos; de hecho, los consideraban obra del demonio. Conocimientos similares empezaron a conocerse en Europa siglos después del Congreso Astronómico de Copán, gracias a los árabes que los llevaron de la India donde se concibieron con el sistema decimal, más la aportación árabe del álgebra).
Fue en un viaje similar en el que conocí, posteriormente, al Dr. Andrade quien fue, para mí, la clave que me descubrió, posteriormente, con toda claridad, lo que me tenía inquieto en relación con la Casas de Cultura, como veremos más adelante.
Continuaremos la semana próxima.
__________________________
El presente artículo constituye una aportación
para la Agrupación Cívica y Cultural
Amigos de Jesús Terán
en su tarea de forjar ciudadanía.
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina
Nota: Los diplomansos. Carlos Fuentes, quien subrepticiamente leyó y plagió los apodos de los personajes de una “obrita de teatrito en un actito” con el título de Los diplomansos que yo estaba escribiendo y tenía sobre mi escritorio, apodos que utilizó al principio de su novela La región más transparente.