La sentencia de 38 años de prisión para Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad en México, no solo debe verse como una victoria, sino como un poderoso recordatorio de los fracasos de una estrategia de seguridad que, por casi dos décadas, ha llevado al país a una profunda crisis de violencia y desconfianza.
García Luna fue una figura clave en la implementación de la llamada guerra contra el narcotráfico, que no sólo fracasó en su objetivo de reducir el crimen organizado, sino que incrementó a niveles alarmantes la violencia en todo el país.
Pero, quizá, lo que nos deberíamos preguntar es: ¿por qué, después de 18 años de resultados desastrosos, México sigue apostando por las mismas tácticas? La respuesta, tal vez, reside en la dificultad de romper con un sistema profundamente enraizado en el punitivismo, el prohibicionismo y la militarización.
El legado del punitivismo
Durante años, el enfoque del Estado ha sido castigar en lugar de prevenir. La prisión y las fuerzas militares se convirtieron en las respuestas principales a problemas que requieren, en su esencia, un tratamiento social y de salud pública.
Mientras las cárceles se siguen llenando, los mexicanos no sienten esa sensación de seguridad. La idea de que el castigo severo resolverá el problema no ha funcionado, ¿o podría ser el hecho de que no se implementan sanciones reales?
Políticas obsoletas
Asimismo, en este contexto, la criminalización de las drogas sigue siendo un pilar de la política de seguridad, lo que, para muchos, alimenta el mercado ilegal y la violencia. Haciendo crecer el mercado negro de narcóticos y empoderando a los cárteles. En lugar de enfocarse en la prevención de adicciones o en alternativas menos violentas, México se ha aferrado a una política obsoleta que ha dejado un rastro de muerte y sufrimiento.
Muchos países ya han empezado a replantear el tema de la regulación de las drogas. En algunos lugares, como en ciertas partes de Europa, se ha comenzado a legalizar y regular el consumo de ciertas sustancias, lo que ha reducido la violencia asociada a los mercados ilegales.
La militarización tampoco parece funcionar
A lo largo de los años, el ejército ha tomado un papel cada vez más activo en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, en lugar de traer paz, esto ha resultado en más violaciones a los derechos humanos y en la erosión de las instituciones civiles.
La presencia de las fuerzas militares en las calles, lejos de generar tranquilidad, crea más temor en muchas comunidades y, en muchos casos, han sido acusadas de abusos. A pesar de esto, el gobierno insiste y sigue confiando en la militarización como la única respuesta a la creciente ola de violencia.
¿Qué alternativas tiene México?
Es claro que nuestro país necesita un cambio de estrategia. México debe empezar a considerar un enfoque más humano y preventivo, uno que no dependa exclusivamente de castigos y armas, sino que se enfoque en mejorar las condiciones sociales y económicas que generan la violencia.