El lado B
Hay talento, sólo falta escuchar
El pasado jueves, viernes y sábado, la Universidad Autónoma de Aguascalientes impulsó una importante iniciativa llamada Bootcamp EmprendeUAA, dirigida a estudiantes de su propia casa de estudios, así como a jóvenes estudiantes de todas las universidades públicas y privadas del Estado. Durante estos tres días, se desarrolló un evento centrado en la concientización y abordaje de los problemas hídricos. Varios invitados locales y de otras regiones impartieron ponencias especializadas en el tema del agua. Paralelamente, los estudiantes se organizaron para trabajar en equipos multidisciplinarios y crear así su idea de negocio que respondiera a una problemática hídrica específica en nuestro Estado.
La tarea no era sencilla. Los equipos debían proponer ideas viables, escalables y sostenibles, que, si bien no tenían que encontrarse desarrolladas y en una etapa avanzada, sí debían cumplir con el objetivo principal: ofrecer una solución realista y efectiva. El enfoque, además, debían ser propuestas que, claro, no se limitaran a sólo una fase inicial, sino que tuvieran lo suficientes elementos clave para el crecimiento y proyección a futuro.
Desde luego, esta misión no se podía concretar desde lo individual, sino desde lo colectivo. Por tanto, se promovió el trabajo colaborativo de estudiantes de diferentes carreras e incluso instituciones, lo que permitió lograr unir perspectivas y visiones más enriquecidas y una confluencia de ideas desde diversas áreas de conocimiento y experiencia. Esta colaboración interdisciplinaria fue fundamental.
Para potenciar al máximo la creatividad y talento de los estudiantes, la Universidad tuvo un proceso previo de selección para elegir a un grupo de mentores con experiencia en diferentes sectores. Los mentores, entre los que tuve la fortuna de participar en conjunto, acompañamos y orientamos a los equipos en su proceso de desarrollo de ideas. La retroalimentación de nosotros los mentores fue clave para que los proyectos fueran lo más completos posibles, con las observaciones y sugerencias suficientes para que lograran abordar sus propuestas con mayor solidez.
Este tipo de eventos siempre me permiten adentrarme a una realidad veraz sobre cómo piensan otros jóvenes, en donde la diferencia de edades varía un par de años probablemente, pero al final es un hecho generalizado. Lo que sucede con los jóvenes es que siempre tienen una opinión valiosa que dar, mas no se atreven a compartirla en voz alta. Siempre tienen una idea brillante, pero se la reservan porque quizá no es lo suficientemente buena. Son quienes te presentan una nueva forma de pensar y una nueva forma de hacer las cosas. Sus mentes están llenas de pensamientos claros y profundos sobre una infinidad de temas, pero se quedan ahí mismo, en sus mentes, esperando. Sólo en ocasiones, con algo de suerte, encuentran una puerta abierta que les permite plenamente expresarse, ser y hacer todo eso que mayoritariamente han privado y retenido.
Y es que las ideas, después de todo, son ilimitadas e infinitas. Sin embargo, cuando todas las tangentes individuales se unen y se encuentran, se convierten en una incubadora de ideas, y a partir de ellas, una de esas ideas es posible trascender a otro nivel.
Este concurso fue precisamente un empujón para muchas y muchos estudiantes. Tras escucharles y conocer sus proyectos, fue imposible no reflejarme en ellas y ellos; en algún momento durante la carrera universitaria, en esa transición de edad de entre los 18 a los 25 años, donde no sabes en qué momento pasan los años y de pronto culmina tu carrera universitaria, miras atrás y también haces un recuento de todas las veces que te sentiste similar. Recuerdas que también tuviste ideas que, por diversas razones, no fueron explotadas, escuchadas o valoradas.
Somos responsables también, como mentores y fuera de cualquier proyecto universitario, de no repetir aquellas historias propias donde alguien más frenó nuestro talento y nuestro esfuerzo, quebrando toda aquella ilusión y posibilidad de crear algo que teníamos incrustado en la cabeza y no podíamos dejar de pensar en ello, pero dejamos ir. Somos responsables de romper patrones que impidan que otras generaciones encuentren el mejor camino para llegar a la meta, su meta, no la de alguien más.
Aplaudo esta iniciativa y todas las que impulsan la creatividad y capacidad de acción de los jóvenes. Siendo más que un concurso, este Bootcamp representó un espacio de empoderamiento donde ellas y ellos descubrieron la importancia de sus propias voces e ideas. Cuando se les brinda a los jóvenes la oportunidad de ser portavoces de sus iniciativas, surgen soluciones innovadoras y comprometidas que a las demás generaciones no se les había siquiera ocurrido.
Los equipos ganadores fueron ideas ingeniosas con presentaciones excelentes, aunque en realidad los veintidós equipos hicieron un trabajo genial. Tuvieron un premio económico y la oportunidad de tener una beca completa para la incubadora empresarial de la misma institución para el siguiente año.
Hay una frase que dice: “Sé alguien que haga sentir a todos los demás como un alguien”. Cuando a los jóvenes se nos escucha y se nos da una chanza, nosotros sorprendemos y contribuimos de formas poco esperadas y muy sorpresivas. Ver el resultado de sus esfuerzos durante estos tres días, confirmó la importancia de abrir estos espacios y que en cada persona desconocida que camina a un lado nuestro, radica un agente de cambio talentoso.