Cuentos de la Colonia Surrealista
El último tango
¿Y qué podía hacer, si Gardel era su favorito? Al primer acorde se puso a bailar ignorando a todos los presentes.
Aunque nervioso, bastó el primer paso para que la magia ocurriera: bailó con una soltura, sensualidad y maestría tales como si no hubiese un mañana. Bailó como nunca lo había hecho. Su interpretación fue magistral, perfecta.
Sin embargo, contrario a lo esperado, al finalizar no recibió aplausos ni vítores, ni una sonrisa que acompañara su alegría; por el contrario, solo un silencio incómodo, sepulcral, que hizo aún más denso el ambiente de la sala.
Avergonzado por su fracaso, regresó tímidamente hacia el féretro donde lo velaban. Fue, en definitiva, su último tango.