Ha sorprendido a propios y extraños lo contentos-as que salieron los participantes en la cumbre de altos directivos empresariales, que aportan importantes inversiones en nuestro país, dentro del esquema del TMEC. Aprehensiones, suspicacias e incertidumbres había, tomando en cuenta el agitado contexto político nacional de “reformas” constitucionales lanzadas en múltiples direcciones -cual misiles teledirigidos-, privando tiempos acelerados y furiosos; particularmente la tristemente célebre reforma del Poder Judicial de la Federación. Amén del factor central de cierre y apertura alterna del equipo de Administración Federal, con la Presidencia a la cabeza. Un estilo gerencial distintivamente destructivo que terminó, un modo de otro tipo de articular la gerencia gubernamental que comienza con la presidenta Claudia Sheinbaum.
Tan apremiante era proyectar signos de calma y serenidad, ante las avenidas rápidas y furiosas como se veían, que el recién actuante secretario de Economía, Marcelo Ebrard Casaubón, más presuroso que de pausada parsimonia, organizó una primera cumbre de hombres/mujeres de negocios USA-MEX, para ponderar el nuevo clima del intercambio. De aquí surge el encuentro bilateral que ahora comentamos.
(CNN en Español) – El encuentro CEO Dialogue entre líderes y empresarios de México y Estados Unidos que se celebra este martes en Ciudad de México abordará cinco ejes temáticos, informó el secretario de Economía de México Marcelo Ebrard (Fuente: https://shorturl.at/mAjh6). Las conversaciones girarán en torno a inversión, facilitación de comercio fronterizo, energía/cambio climático, servicios y política comercial. (…) Esta cumbre empresarial está conformada por el Consejo Coordinador Empresarial de México y la Cámara de Comercio de Estados Unidos, con más de 240 CEO de empresas mexicanas y estadounidenses.
Me concentraré en el cometido principal que asume la Presidencia. Se planteó así: La presidenta Sheinbaum, que estará presente en la cumbre, dijo que quieren transmitir confianza a los inversionistas y empresarios estadounidenses. Afirmó que no deben tener preocupación por la reforma judicial y que “sus inversiones están seguras” en el país.
Concluida la reunión, escuchamos en voz de la presidenta: fue una reunión muy buena. Liberamos cualquier duda y, además, planteamos mesas de trabajo a través de la Secretaría de Economía sobre la reforma al Poder Judicial, sobre la reforma eléctrica, todas las reformas que hemos planteado. Y a renglón seguido: Y sé que claro que ninguna de estas reformas representa un problema para la inversión en México, todo lo contrario, se va a fortalecer lo que llamamos el Estado de derecho, se va a fortalecer el sistema eléctrico nacional. (…) Para profundizar: Y, al mismo tiempo, planteamos nuestra estrategia de inversión, tanto de inversión pública que ustedes la conocen, la inversión en vivienda, la inversión en trenes, la inversión en carreteras, la inversión en puertos que muy pronto la vamos a presentar, en infraestructura en general y, al mismo tiempo, los esquemas que ellos pueden tener para la inversión privada. A lo que sumó un colofón: Y esta Agencia de Transformación Digital que se crea en la nueva Ley Orgánica que vamos a presentar muy pronto al congreso, que va a permitir disminuir los trámites para la inversión privada en México. Para concluir: Entonces, fue una muy buena reunión.
Lo relevante de este encuentro es que, al parecer, los participantes salieron con un ánimo positivo, renovado, muy contentos. Yo tengo una hipótesis interpretativa que he desprendido del estilo diferente de articular el discurso político, tanto del equipo de trabajo como de la presidenta Claudia Sheinbam misma: una expresión lingüística de giro y talante versallesco.
En efecto, acabada ya la campaña electoral e iniciados los trabajos del Plan de Nación, antes de que Andrés Manuel López Obrador tronara desde lo alto para imponer la “continuidad” de la Cuarta Transformación, el lenguaje inédito del nuevo equipo de relevo era del todo comedido, respetuoso, de atenta escucha a los interlocutores -así se referían a los Foros de discusión-, pleno de ideas plurales y grandes expectativas de futuro. Este discurso se silenció, y se impuso el lenguaje agrio y agresivo del Plan C y las otras decenas de “reformas constitucionales”. Se impuso abrupto silencio a esta cadena lingüística atildada de pautas informadas, alentadas por la investigación y la inteligencia, incluso la IA y las metas de biotecnologías renovables, sustentables y salvíficas del planeta; se acallaron las citas citables de autores notables, de las finas formas de la urbanidad política y el buen gusto de la alta cultura. Todo acabó al golpe de silencio de la batuta del presidente.
Ahora, claro que sorprende el punto donde se retoma ese discurso “de gracia versallesca”, vuelta al comedimiento, a las tonalidades suaves -no ríspidas, ni agresivas-, a las promesas de futuro aspirable y respirable para el avance económico y financiero del hemisferio Norte de América. Por eso tan apacibles, por esto tan contentos.
En lo interior, sigue la estrategia política rompe-dientes, quebranta-cráneos y achica-cabezas-jibarianas de los rudos de Morena. El Congreso de la República (bueno, de dos poderes altivos y uno acurrucado) sigue tan turbulento y ríspido, debido a la profundización de la reforma del Poder Judicial, ahora con la emisión de las Leyes Secundarias que no encuentran punto de reposo. Lo crucial, el acto indigno y oscuro, propio de la anti-humanista Edad Media, queda esculpido en piedra con el rodado de la ignominiosa tómbola, para cegar de un bolazo el curso de vida y carrera de inermes miembros del Poder Judicial del más alto nivel: ministros, magistrados y jueces -literalmente decapitados en su integridad de vida y carrera-. Un espectáculo digno de las escenas dantescas.
Aquí se impone hacer una llamada a la sensatez y el buen juicio. Y el destinatario no puede ser otro que nuestra sociedad de pertenencia, ese gran colectivo al que se llama “el pueblo bueno y sabio”. ¿Cuánto más durará la actitud complaciente de una gran mayoría ciudadana? ¿De verdad es para el desarrollo y beneficio del país este estado de cosas? Demos por hecho que la campaña política fue ganada por la causa de la 4T; asumamos que hoy son hegemonía constitucional. Pero, ¿ese triunfo justifica la extrema arbitrariedad, prepotencia y autoritarismo, en detrimento de al menos el 40% de la población nacional?
¿Puede una mayoría cameral convertirse en una recua desbocada a la hora de imponer su voluntad incuestionable? A este extremo se llegó, en el Senado, cuando se discutían las facultades de las tres partes con poder selectivo de perfiles a los puestos vacantes del cuerpo judicial. En que grosera e impúdicamente se propuso atribuir a ese cuerpo tripartito selector, nada menos que el poder de veto contra perfiles indeseables para los puestos elegibles. A lo que la presidenta Sheinbaum, en persona, se opuso categóricamente, con el argumento de que eso no estaba previsto en la Constitución. La ceguera apasionada de aquella recua no escondía su impúdico y vicioso deseo no de arrasar, sino de aniquilar.
Al parecer, cuando el lenguaje versallesco del nuevo régimen se suelta el pelo, produce una grata sensación de placentera serenidad, pero no lo es todo. Basta recordar que el auténtico barómetro reside en el concepto de “riesgo país” que maneja de manera implacable el mercado global. De sus grados y mediciones dan buena cuenta los Bancos Centrales de cada país y los consejos estratégicos empresariales. Buen ejemplo de ello es el esposo de la presidenta Sheinbaum, Jesús María Tarriba, a partir del mes de noviembre de 2023, quien ostenta su especialidad en Riesgos Financieros del Banco de México (Banxico), de manera que el primer caballero del país, en su propio diálogo conyugal puede -eso esperamos sinceramente- que mantenga informada a su cónyuge sobre la crítica importancia de atemperar los alcances del delirante fervor apostólico cuatro-teísta.