Un descenso a los infiernos del desplazamiento forzado por la guerra | Entrevista a Mónica Rojas sobre La Niña Polaca por Javier Moro Hernández - LJA Aguascalientes
15/11/2024

La invasión a Polonia por parte de Alemania en 1939 y la posterior desmembración del país, a partir de los tratados con la Unión Soviética, dejó a la población polaca en la indefensión. Algunos de los que quedaron en la parte del territorio dominado por la Unión Soviética, serían trasladados a los campos de trabajo forzado (mejor conocidos como gulags) a Siberia en condiciones infrahumanas. Muchos de estos exiliados polacos serían recibidos en México, después de un larguísimo periplo, que incluyó estancias en las ciudades de Teherán en Irán y de Karachi en la India (ambos territorios pertenecían al Imperio Inglés en ese momento). Cerca de 2,500 exiliados polacos llegarían a la ciudad de León, Guanajuato, en 1943, después de sobrevivir a este largo viaje. 

La escritora mexicana Mónica Rojas (Puebla) conoció esta historia hace más de ocho años, y se dedicó a investigar y a entrevistar a cerca de cien personas, miembros de la comunidad polaca, que fue conocida en México, como la Pequeña Polonia. El resultado de esta investigación quedó plasmado en la novela La Niña Polaca, publicada por la editorial Grijalbo, que nos narra a través de los ojos de Ania, la protagonista, el proceso de desplazamiento forzado, hacia los terribles campos de trabajo del régimen comunista de la Unión Soviética y su viaje a México. Un descenso a los infiernos, en donde solo la fe, el amor, la familia, el amor a la comunidad, los mantuvieron lo suficientemente unidos, para sobrevivir a las terribles condiciones que estas familias tuvieron que soportar. 

Ania es una joven, hija de campesinos polacos, quien será los ojos y la voz en este viaje, a través de varios países, varios continentes, que desembocará en la hacienda de Santa Rosa, que se encontraba en la cercana a León. 

La novela inicia en el año de 1939, cuando las tropas soviéticas entran a la zona en donde vive la familia de Ania, para obligarlos a trasladarse hasta los trenes de carga, que los llevarán hasta el otro extremo del continente, a Siberia, en unas condiciones deplorables, sin casi alimentos, sin agua y teniendo que aguantar las privaciones y las inclemencias del clima. Más de 1.2 millones de polacos (según datos oficiales de Polonia) fueron expatriados a la fuerza por la Unión Soviética. Ania viaja junto a sus padres, su hermana y su hermano, hasta uno de los temidos campos de trabajo, en donde tendrán que trabajar en las heladas estepas siberianas, apenas comiendo alguna ración de papas, con panes duros, mientras se aferran a sus tradiciones católicas, a su fe religiosa, a su familia, para entender porque los han condenada a vivir (y a morir en estas condiciones). Sin embargo, todo cambiará cuando Alemania invade a la Unión Soviética, y este país pasa a formar parte de los aliados. El gobierno de Inglaterra entonces aboga por la población polaca y exige que los hombres puedan conformar un ejército, bajo el mando soviético, para luchar en contra de la Alemania nazi. El hermano de Ania, Jan, formará parte del ejército polaco, a pesar de su odio exacerbado a los soviéticos, que tanto les habían quitado. 

Conversamos con la periodista y escritora Mónica Rojas, autora de La Niña Polaca, quién nos contó que llegó a la historia por casualidad, cuando viajó a León: “Me pasó que de pronto te llega una muy buena historia de casualidad. Eso es justo lo que me ocurrió, ya que tuve la oportunidad de viajar a León, Guanajuato, por una cosa totalmente ajena a la historia, y ahí conozco a unas personas miembros de una familia cuyo apellido no me sonaba de nada, y preguntando me dicen que el apellido es polaco, que la familia es de origen polaco que no era la única familia que estaba en León. Preguntando y empezando a indagar llegó con esta historia que tiene que ver con la pequeña Polonia, con la hacienda de Santa Rosa, y pues digamos que ese fue un el punto de partida para empezar a buscar otros testimonios y a través de investigación llegue a conseguir unos 100 testimonios de personas que estuvieron tanto en Santa Rosa y de otras que estuvieron en los gulags, en Siberia, en los campos de trabajo forzado. De León a Varsovia fui recolectando esta información que me permitió reconocer que era algo muy lejano, muy desconocido”. 

Javier Moro Hernández (JMH): Justo el desconocimiento de la migración polaca a México y del papel que jugó México como asilo, refugio de varias comunidades. Sabemos de la comunidad española, de la comunidad judía, hay datos de otras comunidades que llegaron a México en esos momentos históricos, y eso me parece interesante.

Mónica Rojas (MR): En un momento de la historia en la que nadie se quería meter en problemas, ni con Hitler ni con Stalin y de pronto el gobierno mexicano, a pesar de que no financió la llegada de los polacos, sino que fue Estados Unidos, les dieron a los polacos este espacio seguro. Aunque al final desde que fueron arrancados de su tierra no tenían absoluto control de su vida y platicando con ellos me doy cuenta de que están sumamente agradecidos con esta oportunidad de sobrevivir. Después de que se termina la Segunda Guerra Mundial y se cierra Santa Rosa, muy pocos se quedaron en México, la mayoría se fueron a Estados Unidos, a Inglaterra a buscar a sus familias. No hay que olvidar que la mayoría de las personas que emigraron eran mujeres, niños, y pues siempre está constante búsqueda del hombre que protegía, que proveía y ellos encontraron a sus familiares. 

JMH: Me pareció muy interesante cómo construyes la historia a partir de Ania y a partir de su familia, porque es una migración familiar.  Vemos a Ania al principio de la novela como una niña de 13 años y la vemos cumpliendo años en medio de este conflicto, de esta migración, viviendo en el gulag. 

MR: La verdad es que lo he comentado, para mí era muy importante que fuera a través de los ojos de una niña, porque en estos espacios de subalternidad,en estos niveles las niñas siempre son las más vulnerables dentro de las más vulnerables que de por sí son las mujeres. Esto se puede ver incluso de manera amorosa, cariñosa, en su propia familia en donde pues Ania es relegada, y también ocurre por supuesto en el en el gulag, en donde pues las niñas son por su fuerza física son llevadas a hacer trabajos digamos medianos o que ameriten poco esfuerzo, pero son vejadas y abusadas muchas de ellas, tal vez  la mayoría, no, porque es con lo que digamos que suplen su fuerza y esta necesidad de explotar su su cuerpo a través del trabajo, entonces lo hacen de manera sexual. Por ejemplo, el caso de las dos hermanitas que iban en el mismo vagón, que desaparecen porque se las “come un oso”. Era necesario al menos para mí que la historia fuera contada a través de los ojos de una niña.


JMH: Al ver la historia a través de los ojos de una niña podemos también conocer las tradiciones y las costumbres de la comunidad polaca. Es muy interesante ver cómo celebran su Navidad a pesar de las circunstancias extremas en las que están por la invasión de ruso-germana.

MR: Eso era vital en los testimonios que pude recolectar, en donde encontré dos cosas muy importantes. Uno fue el tema de la unión, de la esperanza y el otro el tema de la fe.  Pensando como agnóstica, la verdad es que a mí me costó un poco de trabajo construir, por ejemplo al personaje que es la madre de Yalina y Yang, porque siempre la respuesta era la fe, era Dios, era la Virgen y llegaba a ser “cansona”, a mí como como creadora de esta trama, me costaba trabajo, pero es que no había manera de escapar de estos testimonios porque era la constante y tenía que respetarlo, porque además era comprensible que en unas circunstancias tan atroces pensaran que se podían aferrar a algo que estuviera ahí.  Entonces se tenían que aferrar a su fe. El tema de la unión familiar también era algo constante, porque las presencias que más pesaban en las familias eran las ausencias, como una constante, como este diente de león del que se hace alegoría, que se ve empequeñeciendo porque se va mermando su espíritu pensando que cada vez son menos, cada vez hay más tristeza, cada vez hay más desesperación, cada vez hay más nostalgia y eso era algo que era necesario reflejar en las páginas de La Niña Polaca.

JMJ: Te quería preguntar también por el personaje del hermano de Ania, que es la contraparte tanto de la madre como de Ania, porque juega un rol de la juventud, quiere ser libre, quiere defender a su país, no se quiere doblegar. Al final quiere luchar.  Me parece también un personaje muy interesante porque justo también vemos cómo todos estos sentimientos encontrados, de la libertad del pueblo polaco que de repente desaparece y es llevado hasta el extremo de Siberia y que quiere luchar por su país. 

MR: Y termina luchando del lado de estos que lo metieron al gulag. Ahí vienen muchas contradicciones de la representación de la guerra y del poder y también de cómo estos muchachos, con todo el miedo que seguramente tenían, fueron arrojados a los brazos de la guerra. ¿Qué significaba para un joven saludable, entero, decir que no quería luchar, que tenía miedo? Es la configuración de estas masculinidades que terminan siendo muy frágiles, pero que tienen este peso de cargar que son hombres y están hechos para el campo de batalla. Entonces es el homenaje, es el tributo a muchos hombres que entrevisté, que después de muchos años confesaron que tuvieron mucho miedo, que ellos no querían pelear y ellos no querían ir a luchar por contra un enemigo que no comprenden, pero que tuvieron que hacerlo porque iban a ser vistos como unos traidores. Jan sí quería y se aventó, pero cuando se arroja y cuando se da cuenta de lo que representa la guerra pues se va haciendo para atrás y va a reconfigurando su personalidad y termina siendo otro hombre después de muchos años. 

JMH: En la novela hay referencias que hacen diferentes personajes de lo que significa la guerra, y me parece muy importante que lo mencionas en un momento en el que aparece que la humanidad está retomando estas ideas nacionalistas, estas ideas de señalar al otro como el culpable de los problemas. En tu novela hay muchas referencias a la guerra en voces de diferentes personajes. 

MR: Esto que dices es sumamente importante y que al momento de escribir la historia no tenía mucha conciencia de ello. Los personajes con sus personalidades me fueron conduciendo a sus reflexiones tan diversas y con enfoques distintos. Algo que sí tenía conciencia es que quería hablar desde la subalternidad, desde de dar voz a las víctimas, que no tienen absoluta forma de protegerse, de liberarse, de tomar alguna decisión que les ayudará |a salvarse, porque la gente del campo estaba más vulnerable que quienes tenían las noticias frescas, quienes veían en las ciudades, que por los demás se iban, y se iban por una razón y en el caso del de la gente del campo, la verdad es que estaban en total indefensión. Cuando nosotros dejamos de pensar que el poder es un discurso imaginario hecho por los poderosos para someter y tener una justificación a veces política, religiosa y hasta antropológica de que los otros son menos, los otros son inferiores, como le ocurrió a los polacos desde el discurso de los alemanes y desde el discurso de los soviéticos, estamos permitiendo que la historia sea realmente contada por los poderosos, como siempre ha sido, pero cuando movemos un poquito el ángulo y el foco nos encontramos con historias más completas, porque tienen el foco  los que nunca han estado en él. Creo que esa es una de las razones por las cuales también la historia de la ocupación soviética en Polonia no es tan conocida como la ocupación alemana, porque al final el objetivo de Stalin era ocultar todo lo que pudiera manchar al maravilloso sistema comunista. Contrario a lo que hacía Hitler que hasta se vanagloriaba de las atrocidades que hacían. Creo que la gran construcción de la historia, como lo han hecho los poderosos, permite ver a los héroes como si sus hechos no hubieran tenido ningún costo humano, y con esta novela buscaba plantear una lectura distinta.


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