La imperiosa necesidad de explicar nuestro aquí y ahora obedece al sitio que queremos ocupar en la construcción de nuestra historia como personas libres y auténticas. No sumisas, no dominadas, no alienadas.
- Iniciación. Sabido es en la Historia de las Civilizaciones, la central importancia que revisten sus respectivos “mitos de los orígenes”. Así lo consigna la obra de Mircea Eliade (Bucarest, Rumania, 9 de marzo de 1907-Chicago, Estados Unidos, 22 de abril de 1986), especialmente en su Tratado de historia de las religiones (1949). En general, se trata del discurso fundacional de un pueblo, o de una religiosidad específica que se expresa fenomenológicamente dentro de una colectividad humana. Este discurso adquiere el carácter de “Mito”, en el más profundo sentido de narrativa de los orígenes, quizá el más célebre ejemplo es el mito de la fundación de Roma: por los gemelos Rómulo y Remo, amamantados por una loba.
En México, tenemos la representación del mito del águila y el nopal. Según la mitología mexica, Huitzilopochtli, su dios tutelar, ordenó a su pueblo que fundara su reino donde estuviera “un águila parada sobre un nopal devorando una serpiente”, hecho que diversas fuentes sitúan el 13 de marzo de 1325 y que se considera como la fecha de fundación de la antigua capital azteca.) (Gobierno de México.https://shorturl.at/qyvLy).
Yo aventuré titular mi anterior colaboración, Mito Original de la Cuarta Transformación, para referirme a la contradicción principal y más profunda que hoy exhibe esta colectividad política, en su muy atípica asunción del poder político en tanto que “Mayoría Relativa” o mejor “Mayoría Constitucional” inédita para el Estado Mexicano, desde su fundación. El parteaguas se marca el 2 de junio pasado 2024, celebrada la Elección General más amplia y compleja de su historia.
La participación ciudadana alcanzó una cota del 61% para la elección presidencial, pero apenas un 54% para la elección del Congreso. Asumiendo esta acotación, los resultados más debatidos han sido los relativos a la Representación Proporcional de ambas Cámaras, y especialmente por la asignación desmesurada de RP a la coalición oficialista, que eleva su cooptación de asientos hasta en un 75%, invocando un “estricto apego -literal- a la norma constitucional”; todo esto en demérito y depreciación del voto opositor, para reducirlo de un 42% a un mísero 26% (¿?).
De manera que hablar de “mito fundacional”, en estricto sentido, algunos analistas políticos lo han referido como “agandalle original”; que, desde mi análisis de la realidad cruda y dura, resulta ser ¡el Gran Embuste! En efecto, esta es la piedra de sillar sobre la cual el líder mesiánico y las huestes de Morena fundan “su mayoría constitucional” -como poder sobre el cual no existe otro poder-, y desde y con el cual pueden hacer del Estado Mexicano lo que quieran que sea de aquí, hasta quién sabe cuándo, la organización política que les venga en gana modelar, sin que importe la diferencia contra los 98,329,591 ciudadanos inscritos en el padrón electoral, es decir: 63,329, 591 ciudadanos que NO VOTARON por la coalición oficialista (Morena-PVEM-PT). Suponiendo que aproximadamente la mitad de ellos sean la oposición viva y actuante y el resto la población silente, pero presente y expectante.
Lo dicho, acredita con suficiencia para postular el Mito Originario de la Cuarta Transformación como “el Gran Embuste” que da inicio a una narrativa más contradictoria que fantástica; con base en la cual se está gestando la primera suma arbitrariedad autoritaria de arrasar -literalmente a que no quede piedra sobre piedra- del Poder Judicial tal como lo instituye la única y legítima Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, vigente hasta el día de hoy. ¿Cuándo propuso Morena y aliados elegir al Ejecutivo como único Poder de la Unión, y destituir los otros dos poderes, cercenando así al Legislativo y al Poder Judicial del Estado Mexicano? O clamar con gran clamor, como lo hicieron en campaña, la irrestricta defensa de “los Programas del Bienestar” suplanta la voluntad de los mexicanos ¿para desalinear a su país de las democracias constitucionales modernas? Por ello reitero que el Mito Fundacional de Morena es la narrativa de Un Gran Embuste.
La que, en exaltada narrativa, yo referí epilogando: la representación de un drama hebraico. que nos da como enseñanza que el repudio y la abjuración originales de los maleficios causados por la autoridades de ayer; ahora, en el nuevo orden, son precisamente las virtudes y los principios perentorios, a cumplir sin chistar… Porque, así los hicieron “nuestros adversarios del pasado”, y por ello mismo, ahora nos toca a nosotros el usufructo regular y natural de esa misma conducta nefanda e impía. ¡Loado sea el Altísimo! Mayor contradicción histórica, en la praxis, imposible.
- Consagrados. Los elegidos. Experiencia religiosa que nos ha sumergido en las aguas lustrales de un bautismo restaurador, la destrucción del orden establecido nos convierte en el hombre nuevo que ingresa al paraíso perdido que ahora reconquistamos. Paraíso del cual salen expulsados los no elegidos, “los adversarios” proto-originarios, que desde ahora salen al destierro de un sentenciado cautiverio. Aquellos que serán depauperados de los billonarios presupuestos con que van a ser agraciados “los hijos de oro” que han ingresado a la “Cuarta Transformación”. Aunque no se sepa a ciencia cierta cómo habrán de generarse los ingresos que garanticen esta ¡Vita Beata y Sempiterna!
Este tono mistérico, iniciático y mítico embona perfectamente con aquel del gran sintetizador de la Edad Antigua, Agustín de Hipona, quien refiriéndose a la “ciudad terrena” expresó:
“Unde etiam de terrena civitate, quae cum dominari appetit, etsi populi serviant, ipsa ei dominandi libido dominatur, non est praetereundum silentio”. (Respecto de la ciudad terrena, la cual mientras se lanza a coger en dominación a los pueblos, aunque ya le rindan vasallaje, ella misma es subyugada por su libido de dominación. En esto no debemos dejar espacio al silencio).
En donde, los acusados (gobernantes de la ciudad terrena) han conculcado por medio de una acción de usurpación la gloria, el poder y el honor que son atributo de Dios. Ahora interviene el implacable fiscal quien se muestra perito en Derecho y actúa un obra enorme y ardua de jurisprudencia originalísima y casi perfecta; aduce como pruebas las del “Código Salutífero” de la Escritura Divina, que presenta como una “Disciplina de Salud”, totalmente gratuita, (es decir, de persuasión racional, inteligente, sensata y prudente) para restablecer el orden que ha sido conculcado. Para el autor, se trata del contraste entre el código semántico de la Palabra Revelada contra el código semántico de la Palabra Humana. (Fuente: Obras de San Agustín, edición bilingüe, Tomo XVI-XVII, “La Ciudad de Dios”, editada por Fr. José Morán, O.S.A. Madrid 1958. B.A.C.).
Y aterrizando este vuelo hermenéutico del mito original 4Teísta, nos topamos de nueva cuenta con el campo simbólico que gustó mucho de invocar su fundador Andrés Manuel López Obrador, sobre todo al comienzo de su gobierno, cuando afirmó que “quería pasar a la historia como un gran presidente de México”, lo que desnudó sin vergüenza alguna su aspiración a conquistar “la gloria” política, como su principal hazaña en tanto que actante histórico de México para el mundo.
Bien, su actuación está a punto de concluir. De cuyo desarrollo o desenvolvimiento observamos que más bien ocurrió una mutación. Los datos duros del registro de su proceso gubernamental arrojan una constante: el incumplimiento de metas. Porque evidencian rotundos fracasos que corren transversalmente a toda la estructura de los sectores de políticas públicas, incluida notablemente la fiscal, con el desfonde del aparato burocrático que literalmente durante este sexenio no apareció. La corrida dineraria de algunos Programas de Bienestar son los que salvan la cara a un gobierno que volcó su dinamismo en obras faraónicas, cuya utilidad está en franca indeterminación. Aquí la “gloria” no está, es una diosa ausente.
III. Y, entonces, ¿a dónde se fue el cambio?
La contradicción viviente y más profunda de hoy es la que arroja la explicación más plausible: Del anhelo y aspiración a la “gloria”, López Obrador, al final de su mandato, saltó al tobogán más inmediato y promisorio: el poder. Asunto que, de nueva cuenta, el gran retórico de la Edad Antigua Agustín de Hipona sintetizó en los tres tipos de libido que enseñorean en la Ciudad Terrena: a) La Libido Sentiendi, o libido del sentir; b) la Libido Dominandi o libido del poder; c) la Libido Gloriae o libido de consagración en la gloria.
En efecto, en la Ciudad de los Hombres, estos tres tipos de pasión libidinosa imperan de manera ostentosa y climática. El primero, la libido del sentir se ha expresado desde la antigüedad en la ruptura de las normas tradicionales, tenidas como prudentes y virtuosas para las masas populares: el recato, la austeridad, la humildad, la obediencia, la retención, etc.; sólo los más libres, audaces y visionarios aprenden a gozar de cualquier pasión sin freno que pase por sus sentidos: la sensualidad lleva a la externalidad de la sexualidad y genitalidad activa e indiscriminada; la glotonería o placer exacerbado del comer exquisito y abundante; la vista insaciable de belleza de todo tipo, sobre todo la humana; el gusto de la libación de bebidas espirituosas, paladeables y capaces del aturdimiento cerebral; el olfato de cualquier aroma agradable, seductor y motivador del nivel hormonal como instinto de respuesta; el tacto, como experimentación agradable de caricias, sensaciones placenteras, rangos tolerables de calor o frío, etc.; oído como escucha embelesada por sonidos armoniosos y melódicos. Todos y cada uno de ellos son fuerzas potenciales de desarrollo, al igual que pueden derivar en serios trastornos del sano equilibrio humano, cuando se convierten en obsesión o vicios sin freno.
La libido dominandi es la pasión irrefrenable de tener poder sobre otro u otros/una colectividad; por ello es la pasión más destacada del poder político, el dominio de otro como extensión de mi mismo; el Yo que aplasta, despersonaliza al Tú, e impide convivir como un auténtico Nosotros. Es el gran riesgo de quien detenta autoridad pública. No se gobierna para el bien de la colectividad, se gobierna para someter al colectivo a mi voluntad indiscriminada de poder. Mucho se aduce, del tirano o del autoritario, que se ejerce la autoridad pública “para el bien del pueblo”; pero, la realidad evidencia que se ejerce el PODER para sujeción de todos a mi voluntad omnímoda. Esta cruda imposición es la razón última en que se esconde el estado de alienación social y, por tanto, de dominación de las clases subordinadas o dominadas.
Resulta por demás evidente que, en el caso de Andrés Manuel López Obrador, el cambio que operó es el de mudar de su original aspiración a la consecución de la “gloria política” a la simple voluntad de poder, es decir de libido de dominación; y me temo que en grado de gran impudicia, que no duda en ostentar con sus arrebatos de imposición, de hacerse con todo el poder del Estado.
La conclusión, preventiva en todo caso, es que esta voluntad la ha estado trasvasando sobre su sucesora la presidenta electa Claudia Sheinbaum, para efectos de perpetuar los alcances de su conquista del poder, sin importarle los términos constitucionalmente establecidos, lo que precisamente evidencia y delata su avorazamiento, ya no de gloria, sino simplemente de poder. Lo que merece profundizar en sus efectos y secuelas. Continuaremos.