¿Cómo surgen las estaciones del año? Este fenómeno está relacionado con la inclinación del eje terrestre. La Tierra experimenta estaciones, porque su eje no es perpendicular al plano de su órbita. Se cree, según la hipótesis científica, que esta inclinación fue causada por el impacto de un cuerpo llamado Tea, que colisionó con la Tierra hace millones de años. Este choque no solo inclinó el eje terrestre, sino que también generó una gran cantidad de polvo y fragmentos que, con el tiempo, se consolidaron en lo que hoy conocemos como la Luna.
Contrario a lo que muchas personas piensan, las estaciones del año no dependen de la distancia de la Tierra al Sol, sino de cómo los rayos solares inciden en los hemisferios a lo largo del año. La inclinación del eje terrestre es lo que provoca que, en diferentes momentos, ciertos hemisferios reciban más luz solar directa, lo que da lugar a las distintas estaciones.
Pero ¿de dónde provienen los nombres de las estaciones? Como muchos aspectos de nuestra cultura, el origen de los nombres de las estaciones se remonta a las antiguas civilizaciones. En particular, la mitología griega ofrece una narrativa fascinante sobre el surgimiento de las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. Este mito está relacionado con el rapto de Perséfone por Hades.
Según la mitología, Hades, dios del inframundo, se enamoró de Perséfone, diosa de la primavera y la vegetación, a sabiendas de que su madre, Deméter, diosa de la agricultura, nunca aceptaría esta unión. Un día, mientras Perséfone recogía flores en un prado, Hades emergió de la tierra y la llevó consigo al inframundo en su carruaje dorado tirado por caballos negros.
Desesperada por la desaparición de su hija, Deméter cayó en una profunda tristeza y se negó a cumplir con sus obligaciones divinas. Como resultado, los árboles murieron, las cosechas se marchitaron y la tierra se convirtió en un desierto estéril.
En su desesperación, Deméter recibió la ayuda de Hécate, la diosa de la brujería y la magia, quien le reveló el rapto de Perséfone. Ambas decidieron consultar a Apolo, el dios del Sol, quien confirmó lo sucedido; sin embargo, Apolo consideraba que Hades sería un buen esposo para Perséfone, al ser gobernante de una parte del universo.
Deméter, aún desesperada, recorrió la Tierra disfrazada de anciana, en espera de encontrar a su hija. Finalmente, llegó a Eleusis, donde enseñó a Triptólemo, un joven mortal, los secretos de la agricultura. En agradecimiento, los habitantes de Eleusis construyeron un templo en honor a Deméter y así iniciaría el culto a los misterios eleusinos.
A pesar de sus esfuerzos, Deméter no pudo rescatar a su hija y, en su tristeza, condenó a la tierra a la infertilidad. Ante el peligro de una hambruna global, Zeus intervino y envió a Hermes al inframundo para negociar la liberación de Perséfone. Hades aceptó, pero antes de dejarla ir, le ofreció semillas de granada, las cuales Perséfone consumió sin saber que esto la obligaría a permanecer en el inframundo por cada semilla ingerida.
El acuerdo final estipuló que Perséfone pasaría un mes en el inframundo por cada semilla que comió, es decir, seis meses al año. Durante este tiempo, Deméter se entristecía, y la tierra se marchitaba, marcando así el inicio del otoño y el invierno, pero cuando Perséfone regresaba a la superficie, Deméter volvía a alegrarse, trayendo consigo la primavera y el verano.
Los nombres de las estaciones provienen del latín y reflejan los ciclos naturales observados por los antiguos: prima vera significa ‘primer verdor’, para referirse al renacimiento de la vegetación en primavera; veranum tempus se utilizaba para designar los meses cálidos del verano; autumnus se refería al final del ciclo de vegetación, cuando las hojas caen y la tierra se prepara para el invierno. Finalmente, hibernum describía los meses fríos y oscuros del invierno.
Aunque la ciencia nos explica el origen de las estaciones a través de la inclinación de la Tierra con respecto al Sol, la mitología nos permite ver estos fenómenos naturales desde una perspectiva fantástica y simbólica.