Svetlana Boym, en su obra El futuro de la nostalgia, explora las complejidades de este sentimiento, dividiéndolo en dos tipos: la nostalgia reflexiva y la nostalgia restaurativa. La primera se caracteriza por una mirada crítica hacia el pasado, buscando entenderlo en su complejidad y matices, mientras que la segunda intenta recuperar un pasado idealizado a toda costa, a menudo ignorando las realidades del presente. Esta distinción resulta fundamental para comprender el contexto político actual de México, donde la nostalgia por un modelo neoliberal ya rechazado puede entorpecer la búsqueda de un futuro más justo y equitativo.
En este contexto postelectoral, donde las tensiones aún resuenan y los resultados han dejado a muchos reflexionando, es inevitable sentir una nostalgia por un futuro diferente, uno que todavía está por construirse. México se encuentra en un momento crucial, donde el deseo de cambio y la búsqueda de una identidad nacional colectiva cobran más relevancia que nunca.
El neoliberalismo ha dejado cicatrices profundas en nuestra estructura social y económica. Durante décadas, se impuso una visión que priorizaba el crecimiento económico por encima del bienestar social. Según un informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), la pobreza multidimensional afecta a más del 40% de la población mexicana. A inicios del 2024, la tasa de informalidad se ubicó en 54.3%, una cifra que representa una reducción de 0.8 puntos porcentuales en el último año, su nivel más bajo en la historia, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).
Estas cifras reflejan que, a pesar de los supuestos avances, el modelo neoliberal falló en brindar bienestar a la mayoría.
Las promesas de “un segundo piso” de la cuarta transformación, sin embargo, se enfrentan a la dura realidad de la resistencia de las élites desplazadas y una oposición que, en muchos casos, parece desconectada de las necesidades actuales de la ciudadanía. En el contexto mexicano, la nostalgia que siente la oposición neoliberal parece alinearse más con esta nostalgia restaurativa, anhelando un modelo económico que ya ha sido rechazado en las urnas por la mayoría de los votantes. Este tipo de nostalgia puede ser un freno para el progreso, pues, al querer recuperar un pasado que ya no es viable, se ignoran las necesidades urgentes del presente.
La crisis de la oposición es palpable; la abrupta reaparición del expresidente Zedillo quizás sea la muestra más evidente: no tienen rumbo ni timonel; están a la deriva. Las élites políticas, económicas y mediáticas que han dominado durante tanto tiempo deben confrontar su falta de legitimidad ante una ciudadanía que demanda respuestas concretas. Boym advierte que “la nostalgia puede ser un impulso hacia la creación de un futuro nuevo, pero también puede ser un obstáculo si se convierte en un anhelo de lo que ya no puede ser”. En este sentido, la fragmentación y desconexión de la oposición no solo la debilitan, sino que también ponen en riesgo la posibilidad de construir un México más justo.
El reciente proceso electoral ha dejado en evidencia que la crítica vacía y el rechazo sistemático no son suficientes. La oposición debe renovarse, adaptando su discurso a las realidades del presente. Es hora de construir puentes con la ciudadanía, de escuchar sus demandas y de ofrecer propuestas concretas que vayan más allá de las críticas al gobierno actual. Este momento exige una colaboración genuina que integre diversas voces y busque un futuro compartido.
La “nostalgia neoliberal” es como un fantasma que acecha a la oposición, impidiéndole ver el camino hacia adelante. Al aferrarse a un pasado idealizado, se ciega ante las realidades del presente y las demandas de un futuro más justo y equitativo. Es hora de dejar atrás las viejas recetas y construir un nuevo proyecto de nación que responda a las necesidades de todos los mexicanos.
Asimismo, Claudia Sheinbaum, quien asumirá el liderazgo en un contexto de polarización política y ruido mediático, tiene la oportunidad de marcar un parteaguas. Su trayectoria en la administración pública y su enfoque en la ciencia y la tecnología como motor de desarrollo, pueden ofrecer una alternativa viable para contrarrestar la ruidosa nostalgia por el neoliberalismo de esa oposición extraviada. En este contexto, la nostalgia se convierte en un poderoso llamado a la acción. No podemos permitir que el pasado nos atrape, pero tampoco debemos ignorar las lecciones que hemos aprendido. Boym sostiene que “la memoria del pasado no debe ser un refugio, sino un punto de partida para la acción”. La construcción de un México más próspero y equitativo comienza con una ciudadanía activa, dispuesta a cuestionar y demandar un futuro en el que el bienestar y el progreso social compartido sean la prioridad.
Así que, al mirar hacia adelante, dejemos que la nostalgia por un futuro mejor impulse nuestra búsqueda de cambios reales, no como un regreso a tiempos perdidos, sino como un paso firme hacia un mañana que refleje nuestras aspiraciones colectivas. El verdadero cambio no es solo una promesa electoral; es una construcción diaria que requiere la participación de todos.
Este es el momento de soñar y, más importante aún, de actuar. La nostalgia por un futuro diferente es poderosa, y es responsabilidad de todos transformarla en realidad. México está en una encrucijada; elijamos el camino que nos acerque a la equidad y la justicia social, dejando atrás las cadenas del neoliberalismo que tanto daño nos han causado. Como señala Boym, “el futuro es un lugar de posibilidad, y es nuestra tarea darle forma”. Es hora de construir, juntos, el futuro que todos merecemos.
“La nostalgia es historia sin culpa”
Svetlana Boym