Abrir la memoria es como abrir una fosa, por eso algunas veces, se recuerda desde una honda oscuridad. La poeta Carmen Nozal, reabre su memoria de niña y por medio de poemas nos acerca a los días terribles de la Guerra Civil Española.
Enterrar un hecho, un recuerdo, un gesto, una lágrima, es un acto de liberación, mas, cuando el recuerdo echa raíces y aflora, es un acto de creación, porque el pensamiento siente el impulso de no cortar de tajo ese retoño, al contrario, lo mantiene y entonces aquello que crece son trozos de tiempo que quien escribe decide plasmar en su trabajo poético a pesar de que sea algo doloroso, como la búsqueda incansable de algún familiar, tal como lo plasma Carmen Nozal en estos versos que forman parte de su libro En esta honda oscuridad (restos de la Guerra Civil Española).
Es difícil tomar una palabra de la tierra,
verla morir entre las manos
como una golondrina,
llamarla por su nombre de exquisita belleza,
limpiar sus dedos memoriosos,
cerrar sus párpados para que no entren en ella
el abandono ni el cielo.
De eso que se había enterrado y que brotó, surge un poema de largo aliento, donde la familia semántica tiene que ver precisamente con ese trágico episodio, entonces hay: fosas, muertos, metrallas, soldados, las tropas, entre otros términos que la poeta utiliza para crear alrededor de ellos, alrededor de un escenario de muerte, la belleza de la poesía, ejemplo de ello es la parte que nos habla de un soldado muerto en el campo de batalla:
“Él era como una llovizna que se escurre entre las manos”.
El pasado es un anciano que siempre nos demanda, que siempre quiere contarnos algo. A Carmen Nozal, un día la alcanzó para que ella nos contara a nosotros, sus lectores, de las tantas voces de familiares y amigos que vivieron y dan su versión de la Guerra Civil Española, de ahí surge el libro República, publicado en 2018.
A diferencia de República, donde hay un discurrir de voces que van desde la abuela, la prima, del tío, del hijo; así como nombres propios que nos llevan de inmediato a ese suceso, En esta honda oscuridad, la poeta dirige su mirada a la búsqueda de un familiar, al campo de batalla, una mirada que reconstruye hechos a través de escenarios actuales, donde aún resuenan los sonidos de la guerra:
Pasaron los años
y al subir a pastar las vacas
aparecieron restos humanos, casquillos de balas,
latas de sardinas, botes de lentejas,
restos de vidrios, una fosa séptica,
uniformes militares
esparcidos entre los castaños
de troncos centenarios y sigilosos.
La palabra más dura que contiene la obra, sin duda es fosa. Curiosamente, fue en la península Ibérica, donde se dice comenzó la práctica de los sepulcros de fosa, sobre todo en el área de Cataluña, España. En aquellos tiempos, ese medio de inhumación, era parte del ritual por la muerte de un ser querido, al que se le añadían objetos para que lo acompañaran en su camino al más allá.
Si se trata de la guerra, la fosa se vuelve una palabra pesada, honda, sobre todo si se le agrega el adjetivo común, porque ahí no hay lugar para rituales fúnebres, los cuerpos son lanzados y apilados, sin que exista la posibilidad de reconocimiento o despedida por parte de familiares o amigos.
Sabemos, que, en España, tanto los habitantes como los turistas, a diario caminan por fosas que aún esperan ser abiertas, que aún esperan dar a luz; fosas producto de una guerra, que fueron hechas para dejar ahí a tantas personas que siguen en espera de que alguien las reconozca; así lo plasma Carmen Nozal en este poemario.
Nozal escribe este poema de largo aliento donde la fosa es el común denominador de la Guerra Civil Española, la fosa se vuelve un monstruo que se traga al que muere y a la vez, provoca dolor, llanto y horror. Tal como lo escribe la autora en los siguientes versos:
¿Cómo será el rocío entre las fosas?
¿De qué conversarán las uñas y los cabellos?
Afuera hay una piara de cochinos
que comen
sin saber
que irán al matadero.
Hay dos cosas que van ligadas en esto de no olvidar y Carmen Nozal nos habla de ellas, para que ningún recuerdo se pierda, para que ningún recuerdo, por doloroso que sea quede enterrado, para que el olvido no sea una costumbre: una de esas dos cosas es la función de la lengua, que, en palabras de la poeta, la función de la lengua no es el silencio y la otra es la memoria, y Nozal se refiere a ella en los siguientes versos:
La memoria detenida languidece para siempre.
La memoria tiene dos sótanos y diez almenas.
La memoria es una hija rebelde que moría de
[memoria.
Entonces recordar y no callar, son garantía de no olvidar. Atreverse a decir la verdad por incómoda que sea, atreverse a gritar y hacerle saber al mundo algo que nos molesta son actos de resistencia, actos que nos hacen hablar de lo que sentimos y aquí parafraseo a Carmen, como si nos recorriera un animal antes de ser crucificado.
Por desgracia, dice Nozal, las fosas han unido a México y España. Al escuchar la palabra fosa, de inmediato nos remitimos a las fosas clandestinas que se han encontrado en México, en está guerra contra el narco. Ambos países llevan en las entrañas terrestres, los restos de gentes desaparecidas, lo que en palabras de Carmen Nozal “no debieran existir, porque la gente merece tener un entierro digno”. De otra manera sería como:
“Dejarte como un pedazo de pan bajo la mesa”.
Son sus textos, los que unen a México y España, porque así es la poesía de Nozal: nos recuerda que somos parte del mundo, nos recuerda que de algún modo sufrimos la mano dura del poderoso y sobre todo que dos países en estos momentos están en busca de los ausentes, de los desaparecidos y nos dice:
“Quién si no las moscas pueden mostrarnos el camino”.