El pasado viernes 9 de agosto, se llevó a cabo la 19° sesión del Seminario Permanente de Ética Ambiental y Animal, que contó con la participación de la maestra María del Carmen Raquel Moreno, licenciada en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México y actual doctoranda en Historia, cuya ponencia se tituló “Cambios en las actitudes animales: el trato hacia caballos y yeguas en los manuales de monta occidentales. Siglos XVI-XIX”, con la cual buscó explicar cómo es que se han ido transformando las ideas sobre el trato que hay que darles a los caballos, información obtenida de un corpus que abarca los tratados del arte y ciencia de la monta más reconocidos de dicho periodo histórico.
La primera parte de la conferencia se enfocó en las ideas alrededor del trato dado a caballos y yeguas en los libros de monta europeos. De acuerdo con la maestra Raquel, a partir del siglo XVI la monta comienza a verse más como un arte que como un mero ejercicio militar, por lo que aparecen algunos escritos que buscan estandarizar la manera como deben ser tratados los caballos para este fin. El parteaguas es la obra Ordini di cavalcare del autor italiano Federico Grisone, publicada en 1550, en la cual se presenta un modelo de brida que pronto será consolidado e imitado por otros entrenadores. Para Grisone, los caballos son animales creados por Dios para vivir bajo el dominio de los humanos; por supuesto, esta idea no era exclusiva del autor, ya que se entrevé su relación con el pensamiento católico que consideraba (¿o considera?) que el ser humano tiene potestad sobre el resto de los seres vivos en el planeta por ser haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, según señala la Biblia. Desde esta perspectiva, Grisone basa su método en recompensas (caricias, alimento, etc.) y castigos (golpes con la vara, espuelas o gritos), aunque señala que estos no deben ser demasiado brutales para asegurar la utilidad del caballo.
Por otro lado, junto con la brida, otra forma de monta bastante popular en esta época será la jineta. Una de las obras primordiales de este estilo es De la gineta de España, por Pedro Fernández Andrada, quien sugiere que para domar al caballo hay que conocer primero cuáles son sus características físicas pero también de su carácter. Aunque el autor valora más la paciencia para ganarse la confianza del animal, no rechaza la idea del castigo físico, aunque igualmente señala que no debe ser excesivo. De hecho, a partir del siglo XVI comienza a criticarse el castigo desmedido a los caballos, aunque mayormente en espacios burgueses, que es donde se desarrollan todos los debates alrededor de la doma del caballo. Sin embargo, esta crítica nunca será hacia el castigo en sí, sino a su medida, por lo que tampoco se abandona la idea de superioridad del hombre frente al animal, lo que implica que, a pesar del desarrollo de sensibilidad o empatía hacia el caballo, éste siempre será visto como un subordinado que debe obedecer para beneficiar al jinete, y cualquier trato amigable será porque resulta conveniente.
En el resto del siglo, las ideas a favor del bienestar de los caballos seguirán apareciendo. Se alega que “tratar bien a los animales es una muestra de razón superior y sensibilidad” y que los caballos no deben ser tratados como esclavos. Si bien estos argumentos son favorables, todavía podemos ver que giran en torno a cómo se beneficiará más el ser humano; es decir, se le trata bien para que el daño físico no deje “inutilizable” al animal o para que los hombres sean etiquetados como sensibles, con buen juicio y empatía. Será hasta la segunda mitad del siglo XIX, con François Baucher, que se desarrollará un método revolucionario basado en comprender cómo funciona la naturaleza del caballo, estudiando, por ejemplo, los efectos favorables de la música en el animal y desarrollando un lenguaje fonético universal que permita a los jinetes comunicarse con sus caballos.
La segunda parte de la conferencia también fue un viaje histórico pero a través de las obras utilizadas en la Nueva España, más tarde, México. De acuerdo con la maestra Moreno, en los primeros siglos del virreinato, la producción de obras fue muy poca, por lo que los manuales y tratados utilizados serán en su mayoría provenientes del extranjero o escritos por españoles en el territorio. La forma en la que serán percibidos los caballos y la forma de educarlos no será tan diferente a la de Europa; de hecho, evoluciona de manera bastante similar. En el siglo XVI, en Nueva España también se utilizará el método de premio-castigo, y de igual manera se buscará no sobrepasarse con el maltrato físico.
La importancia de los caballos para las guerras y el interés en ellos por ser símbolos de poder y riqueza se sumará a las razones por las que será importante mantenerlos con buena salud. A partir de finales del siglo XIX, aparece la equitación y se esparce por América, donde se enseña a los burgueses con maestros extranjeros. Al mismo tiempo, comenzará a verse a la monta como un arte y también como una ciencia, por lo que el desarrollo de métodos basados en la observación del comportamiento y anatomía de los caballos se basará en que sean menos invasivos y salvajes.
Como puede verse, desde el siglo XVI hasta el XIX, los cambios en el trato dado a los caballos pasó de ser intuitivo, brusco e inconsistente a ser más razonado, empático y delimitado. En general, los hombres encargados del entrenamiento de los caballos fueron desarrollando mayor conciencia respecto a su forma de relacionarse con estos animales, de tal manera que pasaron de un método meramente punitivo, a tratar de comprender realmente al animal. Sin embargo, esta comprensión nunca llegó a ser suficientemente amplia como para que se cuestionara el derecho que el ser humano se ha adjudicado para dominar a otros seres vivos en pro de sus intereses y beneficios. Todavía en la actualidad es común que los animales de carga como caballos, burros o bueyes sean maltratados por sus dueños, quienes no lo cuestionan hasta que el daño puede ser irreparable. Es importante generar conciencia entre las personas que se sirven de un animal para llevar a cabo sus labores, pues el hecho de que “sean de utilidad” no significa que su vida pertenece al ser humano ni mucho menos que se tiene derecho a tratarlos de una manera cruel y desconsiderada, como si no tuvieran ningún valor por el mero hecho de existir.