Enrique Fernández Ledesma | El talismán perdido por Valeria García Torres - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Enrique Fernández Ledesma nació en Pinos, Zacatecas. Existe discrepancia sobre su año de nacimiento, hay quienes indican que fue en 1888; sin embargo, su acta de nacimiento data de 1886. Su madre fue Modesta Ledesma y su padre Miguel Fernández Ledesma. Tuvo tres hermanos, uno de ellos, Gabriel Fernández Ledesma, fue un reconocido artista hidrocálido. La familia llegó a Aguascalientes, probablemente, a finales de 1896 o inicios de 1897.

En 1902, se hizo amigo del poeta jerezano Ramón López Velarde y del pintor aguascalentense Saturnino Herrán. Así rememoró la relación entre ellos, en un artículo de 1925 en la Revista de Revistas:

Saturnino, Ramón y yo -cuenta-, jugábamos a los piratas (…) que leíamos en los cuentos que nos compraban nuestros padres y en las novelas de Julio Verne. En una ocasión, reproducíamos escenas de Simbad el marino. Ramón era Simbad, Saturnino era un bandido de Persia y yo un mercader de diamantes. Empezábamos por representar la leyenda oriental en su orden; y en un momento en que el “bandido” quiere arrebatar sus tesoros a Simbad, estando presente el mercader, ambos se precipitan hacia el malhechor, y lo sujetan con amarras, pero es el caso que al hacerlo, Ramón atropelló seriamente, sin intención alguna, a Saturnino, y éste se puso a llorar a todo grito; lo que dio motivo a que el “bandido” no le volviera a hablar a Simbad, hasta que el “mercader”, mediante unos cuantos dulces y bebida de horchata los reconcilió.

Esta amistad, influenciada, como vimos, por la literatura, se conservaría con el paso del tiempo. Ramón López Velarde acompañó el único poemario de Enrique Fernández Ledesma, Con la sed en los labios, con un “Introito” en donde recuerda su época adolescente, mientras que Saturnino Herrán hizo el dibujo de la portada.

Pedro de Alba describió al joven Enrique como “impulsor de las bellas letras en preparatoria y en el ambiente social de Aguascalientes”. Por él conocemos que recitaba de memoria poemas de los románticos españoles y de los modernistas mexicanos. Además, “era suscriptor de las revistas Arte y Letras y de El Mundo Ilustrado” y “entablaba correspondencia con escritores de la capital y de algunos estados de la República”. Cuenta que se obsesionó con el libro Escenas de la vida bohemia de Henry Murger:

Me di cuenta que Fernández Ledesma era una obsesionado de aquel libro y de la atmósfera del Barrio Latino de París (…). Por espacio de cinco años que pasamos juntos en el colegio de Aguascalientes no hubo día en que él no se esforzara en aumentar nuestra erudición sobre la vida bohemia (…) Enrique llegó al punto de inventar más de un café parisiense donde nos reuniéramos sucesivamente en los barrios castizos de Aguascalientes. El Encino, San Marcos, Zaragoza. Las lindas muchachas que todos conocíamos hacían papeles imaginarios de Musetas y Mimís y ya sabíamos el prestigio del jardín de Luxemburgo y algunos de los nombres de las callejas medievales que rodean nuestra Señora de París.

Motivado por ese espíritu, formó una sociedad literaria que se materializaría en la revista Bohemio. Él, junto a Pedro de Alba, la dirigían, y ahí apareció en 1906 el poema “Suiza” firmado por Ricardo Wencer Olivares, pseudónimo con el que aparentemente Enrique bautizó a López Velarde. La revista fue de corta vida y pasó prácticamente inadvertida, aunque Eduardo J. Correa, en El Observador, celebró su aparición. En este periódico de Correa, Enrique publicó varios textos.

En 1910 se fue a Monterrey e ingresó en la revista Zig Zag y de 1910 a 1913 trabajó en los diarios La Prensa y El Noticiero, de este último fue director hasta 1914. Tras regresar a Aguascalientes, en 1917 ganó la “Flor Natural” por su poema “Doña Sol de Luzán y Barrientos” en los Juegos Florales de Saltillo. 

Pedro de Alba regresó también a tierras hidrocálidas, llevando consigo el primer libro de poemas de Ramón López Velarde, La sangre devota, autografiado para Enrique Fernández Ledesma. Según de Alba, este poemario lopezvelardino le dio a Ledesma el impulso para publicar Con la sed en los labios, que salió a la luz en 1919 por Ediciones México Moderno.


Fernández Ledesma fue diputado federal y de 1918 a 1920 representó al segundo distrito electoral de Aguascalientes en el Congreso de la Unión, motivo por el cual residió en la capital y se reencontró con López Velarde. Éste subrayó sus “ineptitudes de forastero”, sus “pasiones equilibradas”, pues “pertenece al número feliz de los que no rompen el timón ni pierden la brújula”. Añade Velarde: “Su obra artística mantiene con su persona una concordancia, en lo substancial y en lo externo, que no se ve frecuentemente”.

Posteriormente, se dedicó a la enseñanza y a la escritura. Dio clases en el Colegio Militar y en la Universidad Nacional. Colaboró en las revistas Pegaso, Vida Moderna, México Moderno, El Universal Ilustrado y Revista de Revistas. Dirigió la página literaria de El Universal, “El Museo de las Letras”, y la de El Excélsior, “En el polvo de las horas”.

En 1929 se hizo cargo de la Biblioteca Nacional, en donde desarrolló una intensa actividad en beneficio de la lectura. En 1938 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, en donde presentó La gracia de los retratos antiguos. Murió el 9 de noviembre de 1939.

Además de su poemario Con la sed en los labios (1919), escribió Viajes al siglo XIX (1933), Historia crítica de la tipografía en la ciudad de México. Impresos del siglo XIX (1935), Galería de fantasmas. Años y sombras del siglo XIX (1939), La gracia de los retratos antiguos (1950), Espejos antiguos (1968), Autógrafos de la Biblioteca Nacional (1974) y La fuga de las antiguallas y otros relatos (1992). Algunas de estas obras se publicaron póstumamente. Permanece inédito el libro de cuentos 19 monedas de cobre.

Fuente bibliográfica: Martha Lilia Sandoval Cornejo. “Enrique Fernández Ledesma”. Horizontes Literarios en Aguascalientes. Escritores de los siglos XIX y XX. UAA, 2005.


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