Estimado lector de LJA.MX con el gusto de saludarle como cada semana, le agradezco en demasía por su tiempo y atención, del mismo modo le agradezco a Edilberto Aldán y a todo el equipo editorial por el espacio brindado. En esta ocasión refiero la obra del premio nobel de literatura en 1998, José Saramago en su obra El hombre duplicado, en donde de manera fascinante expone la hipotética situación de un Doppler sampler, es decir, una situación en donde existe otra persona igual a nosotros, pero la obra aborda distintos clisés.
Estimado lector actualmente vivimos en una era en donde la crisis de identidad es algo latente, los conceptos de autopercepción se están desquebrajando, la asimilación objetiva de todo aquello que rodea y envuelve al ser humano es intersubjetiva. Como nota adicional al presente texto, la narrativa de Saramago es excelsa, escribe sin signos de puntación que atienden al dogma, tiene párrafos verdaderamente extensos, su modo de escribir es excepcional, lo cual le permite desafiar a las reglas establecidas, y al mismo tiempo dejar sentidos metafóricos y literarios que sorprenden al lector.
¿Qué es la identidad? ¿Qué es lo que nos define? ¿Cómo nos autopercibimos? Esas son cuestiones básicas a la intemperie mundana, pero en el terreno de la filosofía son abismos y puntos de entropía sumamente difíciles de abordar, justo en estos tiempos donde la gente se jacta de ser de izquierda o de derecha, liberales o conservadores, el poder cuestionar sobre la identidad nos hace aterrizar en una serie de elementos políticos, económicos, temporales e incluso de lenguaje, con base en eso cada individuo que ha dejado de ser sujeto, se encuentra en la diatriba de la autoconciencia para dicha composición personal.
¿Qué es lo que nos define? ¿acaso somos únicos? ¿y si alguien es igual a nosotros físicamente nuestra forma entonces ya no nos define? ¿y si alguien se llama igual que nosotros, entonces nuestro nombre ya no nos define? La existencia precede a la esencia citaba Jean Paul Sartre. Ante la retórica plasmada puedo argüir de manera simple que no tenemos parámetros objetivos para definirlo, sino por el contrario; contamos con una serie de discursos intersubjetivos que sostienen el precepto conceptual.
El personaje de Tertuliano lleva su vida de manera normal, hasta que en un momento encuentra en la televisión a una persona idéntica a él, lo cual le hace buscar y encontrar. A menudo pasa que el individuo sale al mundo a buscar un reflejo para autopercibirse, dicha situación se presenta en la obra de Saramago en un contexto metafórico. De manera posterior, lo que sigue indagando el personaje principal es saber quién fue primero, para saber quién es el duplicado, tentativamente similar al cuestionamiento dialéctico de si el huevo fue primero que la gallina, o si la gallina fue primero que el huevo.
En El hombre duplicado de José Saramago, la complejidad de la definición de la identidad se explora a través del encuentro de Tertuliano Máximo Alfonso con su doble, António Claro. A medida que ambos personajes se enfrentan a la existencia del otro, la narrativa desafía la noción de una identidad única e inmutable, mostrando cómo la identidad puede fragmentarse y cuestionarse. El enfrentamiento entre los dos hombres revela que la identidad no es solo una cuestión de apariencia física, sino también de percepción interna y social. La novela plantea preguntas profundas sobre la singularidad del yo, el papel de las relaciones y la sociedad en la construcción de la identidad, y cómo la existencia de un doble puede desestabilizar nuestra comprensión de nosotros mismos, por cierto, le adelanté que el final es algo sublime, ojalá pueda leerlo.
Ahora que la sociedad postmoderna vive en las crisis que vive, en estos momentos en donde la célula familiar se diluye, en donde las personas no entienden bien cuál es su género, resulta fascinante el poder hacer un ejercicio introspectivo sobre los cuestionamientos plasmados al principio del texto, incluso si nos queda claro quienes somos, sería interesante poder cuestionarnos por qué somos de ese modo, hasta qué punto nuestra existencia es esencia o hasta qué punto la sociedad nos limita, nos define, nos genera una autopercepción en una memoria de espejos rotos. Copérnico aludió a que el ser humano no es el centro del universo, Darwin refirió que no somos el centro de la evolución y Sigmund Freud dijo que no somos ni en el centro de nosotros mismos, entonces ¿quiénes somos?
Estimado lector, nuevamente esta columna se congratula en felicitar a Alex Monreal, director del INEPJA, quien el viernes pasado celebró los 25 años de existencia del instituto, sin duda alguna cuando el servidor público ve más allá de los intereses inmediatos, se vuelve en estadista. Felicidades Alex por el buen desempeño y por tu entrega y capacidad para siempre ayudar a quien te rodea.
In silentio mei verba, la palabra es poder.