Cuando Pink Floyd publicó el disco The Division Bell el 28 de marzo de 1994, leí un análisis de lo que era la producción en estudio más reciente de esta agrupación inglesa diciendo que se había convertido en un grupo musical formado por integrantes con el abdomen abultado haciendo música para un auditorio de abdomen abultado, lo entendí como una analogía para decir que, en pocas palabras, el grupo se había hecho viejo y trabajaban para sus mismos fieles seguidores de los años 70. Cuando leí el comentario, por instinto, volteé a ver mi abdomen y vi que no era realmente abultado, yo tenía 31 años y permanecía soltero, me casé un par de años después, y bueno, haciendo cuentas, cuando Pink Floyd se formó, según dicen los datos históricos, el 5 de julio de 1964, yo apenas tenía un año con tres meses y medio de haber nacido, por lo que era imposible que a esa edad ya me considerara seguidor de su música.
Yo conocí a Pink Floyd en 1979, cuando tenía 16 años de edad y el grupo acababa de publicar su disco The Wall, es decir, ya eran una leyenda y con The Wall cerraban su período más rico y fértil de toda su carrera, un ciclo que se abrió con la obra de arte llamada The Dark Side of The Moon de 1973, los siguientes discos de este período se publicaron sucesivamente cada dos años, siguió después Wish you were here en 1975, el 1977 vio la luz Animals, y este ciclo, como ya lo comenté, lo cierra The Wall en 1979, dejando atrás una muy rica etapa experimental e intensamente psicodélica.
Yo creo que el autor de aquel comentario sobre el disco The Division Bell entendía que fue en este momento que Pink Floyd terminó su carrera, y lo que vendría después fueron discos que se sienten algo forzados, como que daba la impresión de que ya habían dicho todo lo que tenían que decir, y era mejor poner punto final. No obstante, cuatro años después, en 1983 vino lo que se ha considerado, me resisto a aceptarlo como tal, una continuación de The Wall con la publicación de The Final Cut, un álbum del que David Gilmour comentó que era el peor disco de Pink Floyd, pero el mejor de Roger Waters como solista, claro, la ironía del comentario viene implícita. Este es el único disco acreditado a Pink Floyd que no cuenta con la participación de Richard Wright en los teclados, la tensión entre él y Waters era ya insostenible y llegó a su momento más difícil en la gira de The Wall en la que Rick Wright participó, pero como músico invitado, por eso, aunque la gira fue un fracaso económico por lo costoso del montaje de la producción y hubo considerables pérdidas, el único beneficiado en el aspecto económico fue justamente Richard Wright ya que él cobró sus honorarios conforme a lo pactado en el contrato, aunque las pérdidas para el grupo fueron serias.
Después vino el disco A momentary lapse of reason en 1987, en este momento daba la impresión de que Pink Floyd ya no existía como una entidad musical constituida formalmente, y que sólo graban algo cuando de repente surgía una idea. En este álbum ya sólo quedan dos músicos de la fórmula que podemos llamar original, incluso sabiendo que Gilmour no estuvo en el primer disco, The Piper at the Gates of Dawn de 1967 y entró a apoyar a Syd Barret para la segunda producción llamada A Saucerful of Secrets de 1968, pero creo que nadie me reclamará si considero a David Gilmpur como un integrante original de Pink Floyd. Pues bien, para este álbum del ’87 ya sólo quedan Gilmour y el baterista Nick Mason, Roger Waters dejaba el grupo oficialmente y Rick Wright es convocado para participar, pero otra vez como músico invitado. Vino entonces este disco ya comentado de 1994, The Division Bell en donde ya vemos a Wright otra vez como parte insustituible de la fórmula llamada Pink Floyd, fue justamente en esa gira que tuve la oportunidad de verlos en vivo en el Foro Sol de la Ciudad de México acompañado por Margarita Guillé, Pablo del Valle y Enrique Campos Ceccopieri, todos ellos colegas de los medios y entrañables amigos de toda la vida, o buena parte de ella.
Pasaron 20 años para volver a tener algo de ellos grabado en estudio, en este caso el disco The Endless River de 2014, es un disco formado con material que quedó enlatado de las sesiones de grabación de The Divison Bell, y es el primero que el grupo sacó formalmente con el nombre de Pink Floyd después de la muerte del tecladista Richard Wright el 15 de septiembre de 2008, tres años después de su histórica presentación en el Live 8 en el Hyde Park de Londres en el que después de 19 años se reunieron los cuatro miembros fundamentales de esta agrupación que resulta imprescindible para entender la siempre inconclusa historia del rock, Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright el 2 de julio de 2005.
El pasado 5 de julio se cumplieron 60 años de que nació esta fórmula que para tu servidor es una de las mejores cosas que le han pasado al rock. Esa mañana volteé a ver mi abdomen y lo vi abultado, me sentí entonces como uno de los fieles, viejos e incondicionales seguidores de Pink Floyd.