“No vivimos en un reino de violencia, sino en un reino de información que se hace pasar por libertad”: Byung Chul Han.
Estimado lector de este reconocido medio LJA.MX con el gusto de saludarle como cada semana, le agradezco enormemente su tiempo y atención para dar lectura a esta columna. En esta ocasión quiero referir una obra de uno de mis filósofos favoritos Byung Chul Han, y es que en verdad encuentro fascinante su modo de concebir el mundo postmodernista en el que nos encontramos. Temas como sobre consumo, el sobre entretenimiento, la agonía y la evidente transición a un mundo digital.
No estoy tomando una postura maniqueísta sobre el tema, ya que simplemente es, hoy el mundo se vacía de cosas y se empieza a llenar y saturar de información en todas sus vertientes, eso resulta ser tan inquietante como una voz sin un cuerpo. Los cambios que se dan en las sociedades no son de un día a otro, son poco perceptibles, aluden a micro procesos que en determinado tiempo generan un cambio disruptivo que lo cambia todo. Eso es justamente lo que está sucediendo. Nos hemos convertido en cazadores de información, nos volvemos ciegos para las cosas silenciosas, discretas, incluidas las habituales, las menudas o las comunes, que no nos estimulan pero que nos anclan al ser.
En la lógica del capital, en la reseña de cómo funciona en la actualidad, se dilucida que la información es más valiosa que la propia mercancía, este precepto es más complejo que la reseña que expresa Karl Marx en El capital en el capítulo específico de las mercancías. El contenido estético cultural de una mercancía es el verdadero producto, la economía de la experiencia sustituye a la economía de la cosa, y evidentemente a la fuerza del trabajo.
Los smartphones han hecho una disrupción en el comportamiento social, la gente prefiere aislarse, prefiere enviar mensajes de texto a utilizar la voz, se podría decir que en algunos casos la vida de una persona se controla desde su dispositivo móvil, puesto que ahí vienen las alertas para las actividades calendarizadas, las propias ligas para las reuniones que se realizarán en la red, la comunidad física pierde su dimensión, la digitalización hace desaparecer al otro como mirada.
“La ausencia de la mirada conduce a una relación perturbada con uno mismo y con el otro”: Byung Chul Han.
El mundo de las ideas del que hablaba Platón ha tomado una nueva arista con el mundo digital, tal parece que tiene más relevancia esta dimensión que el plano físico, y es que de un modo u otro los smartphones no solo son el control de la vida de las personas, también son los ojos y la pseudo conciencia que alude a una realidad distorsionada, maniatada, manipulada, e incluso tergiversada. El siguiente paso en la civilización será la conversación del mundo en imagen, y qué decir de los oculus, estas gafas que ya se están utilizando en algunos países y se pueden ver cuatro o cinco mundos en distintos tiempos.
Sobre la inteligencia artificial, es todo un contexto sobre las no cosas, ya que ella no piensa, no siente, solo calcula, y es que es evidente que si pensara se infartaría al ver lo que hace el humano. El pensamiento procede de forma muy diferente a la inteligencia artificial. La totalidad constituye el marco inicial a partir del cual se conforman los hechos.
Con el big data y todos los procesadores de información se llega al precepto de que, no se genera más información, por el contrario, el pensamiento en sí, es dialéctico, tiene su tesis y su antítesis, pero la inteligencia artificial no lo tiene, y es por ello que el plano físico se ve amenazado por la falta de profundidad, únicamente se aplica y se ejecuta por parte de los humanos la corteza de la información en la operatividad de la vida.
El pensamiento se nutre del eros, en Platón, el logos y el eros entran en íntima relación. El eros es la condición de la posibilidad del pensamiento, lo contrario a lo que está pasando con la sociedad. Heidegger también sigue en esto a Platón. En el camino hacia lo intransitado, el pensamiento se inspira en el eros. Me permito referir el eros, como el más antiguo de los dioses en palabras de Parménides. El batir de las alas de ese dios me conmueve cada vez que doy un paso esencial en el pensamiento y se aventura en lo intransitado. El eros está ausente en el cálculo, los datos y la información no seducen, saturan.
Cuando se calcula todo, la felicidad desaparece, no hay lugar para ella, no hay sorpresa, ni el mito de Sísifo, ella escapa a los cálculos y a los algoritmos, sin duda alguna existe una conexión entre la magia y la felicidad, entre lo absurdo y la existencia de la que hablaban Camus y Sartre.
El futuro ya nos rebasó, decía Orwell que si querías ver el futuro únicamente bastaba con que imaginaras una bota de un humano en el rostro de otro, algo así harán las no cosas con el mundo material y su respectiva significación. La única invitación es tratar de entender por dónde vamos para ligeramente saber cómo llegaremos.
In silentio mei verba.
La palabra es poder.