Cuando hay alguien que implora de mi labio un consejo,
yo le ofrezco mi amor;
¿qué pudiera decirle, yo que vivo perplejo
y de mí propio, espectador?
Jaime Torres Bodet
What grows best in the heat: fantasy; unreason; lust.
Salman Rushdie, Midnight’s Children.
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Como en muchos otros sitios a lo largo y ancho del territorio nacional, en mayo pasado se batió un récord histórico en la Ciudad de México: el sábado 25, en el Meteorológico Central del Observatorio de Tacubaya, se registró una temperatura de 34.7 grados Celsius (°C). Se alcanzó así el punto máximo jamás medido en la capital de la República Mexicana…, rebasando al que justo un día antes, el viernes, se había llegado: 34.4 °C, es decir, tres décimas más. Sin embargo, esa comparación no permite dimensionar el fenómeno. La siguiente sí: el récord anterior para un mes de mayo se había alcanzado en 1996, con 32.0 °C. ¿Se dan cuenta? ¡Casi dos grados y medio más en menos de diez años!
El de 2024 fue el mes de mayo más cálido registrado de la historia, no sólo en México, sino en todo el mundo. Se suman doce meses consecutivos de temperaturas globales récord. Según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), la temperatura en mayo pasado fue 0.65 °C por encima del promedio 1991-2020 y 1.52 °C por encima del promedio preindustrial 1850-1900, marcando once meses seguidos con temperaturas ≥ 1.5°C por encima del nivel preindustrial. En los últimos doce meses (junio 2023 – mayo 2024), la temperatura promedio global fue la más alta registrada, superando en 0.75°C el promedio 1991-2020 y en 1.63 °C el promedio preindustrial.
La Organización Meteorológica Mundial advierte que entre 2024 y 2028, la temperatura global media anual podría estar entre 1.1 °C y 1.9 °C por encima del promedio 1850-1900, con un 80% de probabilidad de que al menos un año supere temporalmente 1.5 °C y un 47% de que el promedio quinquenal lo haga. El más reciente informe de indicadores del cambio climático global del C3S señala que el calentamiento causado por humanos avanza a 0.26 °C por década, la tasa más alta registrada. El informe anual indica que el calentamiento inducido por la actividad de los sapiens ha aumentado a 1.19 °C en la última década (2014-2023), comparado con 1.14 °C del informe anterior.
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Azotados por la misma ola de calor, la tercera del año, cada quien desde donde se supone que debía estar y haciendo lo que se esperaba que estuviéramos haciendo, azorados como cualquiera, si acaso un poco más conscientes de ello, de nuestro azoramiento, por medio de mensajes de texto compartíamos lo que cada uno sabía, intuía, temía… En un momento dado, le recordé a mi grupo de amigos que en la edición de principios de mayo del podcast The Daily de The New York Times se reportaba que la comunidad científica está cada vez más preocupada porque nadie se explica el aceleramiento que se está dando en el calentamiento de los mares… “Incluso se declaran perplejos”.
Perplejidad, según la RAE, significa “irresolución, confusión, duda de lo que se debe hacer en algo”. Así que la perplejidad bien puede entenderse como una situación antípoda a la que permite la comunicación. Paul Watzlawick sostiene que la comunicación no solo transmite información sobre la realidad, sino que también crea y define la realidad misma. Watzlawick argumenta que la confusión surge cuando las señales comunicativas no son claras o consistentes, lo que conduce a malentendidos y distorsiones en la percepción de la realidad. Cuando la comunicación falla en transmitir información de manera efectiva, la percepción de la realidad puede distorsionarse. Por lo tanto, la confusión es un obstáculo para la creación y comprensión de la realidad.
El calorón nos tiene atolondrados, pero además, frente al fenómeno la mayoría estamos perplejos. La palabra perplejidad tiene su origen en el latín perplexitas, derivada a su vez del verbo perplexus, que significa “atrapado”, “entrelazado” o “enredado”. Esta raíz latina, plexus, está emparentada con el verbo griego plekein, que también significa “tejer” o “entrelazar”. Por su parte, el prefijo per- en latín intensifica el significado del verbo al que se une, indicando un estado completo o extremo de la acción. En el caso de perplexus, el prefijo per- sugiere una idea de profundidad o totalidad en el estado de estar atrapado o enredado: una persona perpleja está pues totalmente echa bolas, y por eso mismo gelada, es decir, pasmada, atónita… Perplejidad se refiere, pues, al estado de confusión, desconcierto o desorientación en el que una persona se siente prendida o enredada en una situación difícil de comprender o resolver. La palabra conserva esta connotación de enredo o confusión profunda desde su origen etimológico en el latín hasta su uso en la actualidad. El perplejo está pues completamente enredado, o, dicho en buen aguascalentense, estar perplejo es estar todo reburujado, porque si bien la definición que da la RAE del verbo reburujar no esclarece mucho que digamos -“cubrir o revolver algo haciéndolo un burujón”-, los sinónimos que enlista sí que apuntan hacia la perplejidad: enmarañar, enredar, arrebujar, liar, revolver. Y curioso, un borujón no es otra cosa que un chichón, “un bulto en la cabeza”.
@gcastroibarra