Hasta el cierre de la edición de LJA, las encuestas y el PREP, prácticamente anunciaban el triunfo de Claudia Sheinbaum Pardo, primera mujer que será presidenta de México. Aunque no voté por ella, se convertirá en mi presidenta, y confío que hará un buen papel, pido que haga un buen papel, pues de su éxito depende nuestro futuro. Hay varios factores que me llevan a pensar que puede hacer un buen trabajo, principalmente el hecho de que cuente con un doctorado en una institución muy seria (¡cuántos andan presumiendo tres o cuatro doctorados patitos!) y ha hecho trabajo científico. Simplemente esto la tiene que orillar a hacer las acciones lo mejor posible. Pero hago algunas acotaciones, sobre su futuro sexenio.
Destetarse. Lo más difícil para ella, será destetarse del gran Tlatoani, del mesías tropical. Aunque él ya declaró que se va a la Chingada, lo cierto es que hace décadas que no existía un líder popular tan importante como Andrés Manuel, y será difícil no escuchar la sombra del caudillo, y no creo que resista la tentación de opinar cuando sienta que algo no va acorde con los ideales de la 4T, recuerden: l’e4T se moi.
La oposición y el diálogo. Todo parece indicar que el plan C no funcionó, la oposición mantendrá y en algunos casos recuperará varios espacios, esto tiene que sonar fuerte en los oídos de la futura presidenta, no gobierna sólo para una mayoría, habremos varios ciudadanos que al no votar por ella, tenemos derecho a exigir, dialogar, estar en desacuerdo: y ella tiene que escucharnos y tomar decisiones donde nos incluya a todos.
Chairos y fifis. Acorde con todo lo anterior, es tiempo de dejarnos de las payasadas de los que no están conmigo, están contra mí, dejar de polarizar al país, hacer política en toda la extensión de la palabra y evitar esta absurda clasificación, no existen los conservadores, no existe la mafia del poder, no existen los chairos, sólo hay mexicanos que en mayor o menor medida podemos estar en desacuerdo, pero no somos enemigos.
La seguridad. Tiene que renunciar a la política del ni los veo, ni los oigo (abrazos, no balazos, le dicen ahora) y emprender una política de pacificación del país que urge, hoy por hoy. es el mayor problema y los mexicanos estamos cansados de tanta muerte, de tanta inseguridad, de tener miedo de salir a las carreteras o ir a estados como Zacatecas o Tamaulipas.
¿Adiós al presidencialismo? Pero lo más importante, decidir de una vez por todas si iniciamos ahora sí la transformación verdadera que implicaría dejar de tener a un presidente todo poderoso, en aras de una división de poderes más sólida ¿Cómo hacerlo? Se atraviesa necesariamente por fortalecer los organismos autónomos (sí, hay que reformarlos, a lo mejor incluso fusionar algunos) pero darles verdadera autonomía, principalmente a través de nombramientos de sus titulares, de forma más objetiva, esto mismo para la SCJN, que el mecanismo de nombramiento de los ministros deje de ser patente de corso del ejecutivo. El fin del presidencialismo exigirá también una mejor distribución del gasto, más recursos para entidades y municipios.
Contrario a lo anterior, se aparece un fantasma, esa sombra del caudillo que puede dar fin al presidencialismo y de paso al Jefe Máximo, que dicte políticas (continuación de los aciertos y errores) realice nombramientos y opine sobre candidatos. Este es el peor escenario, significaría una reelección tras bambalinas; considero, creo y espero, que no sea así. Este país es grande y tenemos una gran coyuntura para salir adelante, así que esperemos que la futura presidenta de México esté a la altura de los retos que se avecinan.