Para Iván Illich, la salud se centra en la autonomía del individuo para manejar su fragilidad, sufrimiento y mortalidad sin depender en exceso del sistema médico. Según Illich, la salud es un proceso de adaptación que no es el resultado de instintos, sino de una respuesta autónoma y culturalmente moldeada a la realidad social. Esto implica la capacidad de adaptarse a ambientes cambiantes, crecer, envejecer, curarse, sufrir y aceptar pacíficamente la muerte. La salud, en este sentido, abarca no sólo la ausencia de enfermedad, sino también la capacidad de enfrentar el futuro con sus incertidumbres y angustias, y encontrar los recursos internos para vivir con ellas. El párrafo final de Medical Nemesis es contundente al respecto, por lo que me permito citarlo en extenso: “La fragilidad, la individualidad y la capacidad de relación conscientemente vividas por el hombre hacen de la experiencia del dolor, de la enfermedad y de la muerte una parte integrante de su vida. La capacidad para enfrentarse autónomamente con esta tríada es fundamental para su salud. Cuando el hombre se hace dependiente del manejo de su intimidad, renuncia a su autonomía y su salud tiene que decaer. El verdadero milagro de la medicina moderna es diabólico. Consiste no sólo en hacer que individuos sino poblaciones enteras sobrevivan en niveles inhumanamente bajos de salud personal. Némesis Médica es la retroalimentación de una organización social que se impuso mejorar e igualar la oportunidad de cada hombre de enfrentar su ambiente con autonomía y terminó destruyéndola”.
De este modo, Illich argumenta que la salud debe ser vista como una tarea personal, donde cada individuo es en gran parte responsable de su bienestar a través de la autoconciencia, la autodisciplina y los recursos internos que regulan su ritmo diario, dieta y actividad sexual. El conocimiento necesario para mantener la salud se aprende del ejemplo de los pares o mayores y está profundamente influenciado por la cultura en la que uno crece. Los patrones de salud que han sido probados a lo largo del tiempo en una área geográfica y situación específicas dependen en gran medida de la responsabilidad compartida por los hábitos saludables y el entorno sociobiológico. Además, Illich sostiene que la verdadera salud en una sociedad se correlaciona con el grado en que los medios y la responsabilidad para enfrentar las enfermedades están distribuidos entre toda la población. Esta capacidad para enfrentar enfermedades puede ser mejorada, pero nunca reemplazada por la intervención médica. Una sociedad que minimiza la intervención y maximiza la adaptación autónoma proporcionará las mejores condiciones para la salud. En última instancia, Illich critica la “Némesis Médica” moderna, que resulta en una sociedad donde las personas dependen excesivamente de la gestión profesional de su intimidad y, como resultado, renuncian a su autonomía y su salud se deteriora. Al intentar integrar naturalismo y normativismo, el hibridismo enfrenta sus respectivos desafíos. Necesita resolver cómo definir y aplicar adecuadamente las clases de referencia biológica y cómo determinar qué valores deben prevalecer en la evaluación de la salud. El hibridismo, aunque prometedor, debe navegar cuidadosamente para equilibrar estos elementos sin caer en las trampas de la subjetividad extrema del normativismo o la rigidez del naturalismo.
El debate sobre la naturaleza de la salud puede resultar interesante por derecho propio, pues ofrece valiosas perspectivas. Sin duda, puede ser estimulante intelectualmente para algunos. No obstante, este debate también es crucial para la práctica médica, dado que proporciona una base teórica que guía las decisiones clínicas y éticas de los profesionales de la salud. Definir qué es aquello que se considera un estado de salud afecta directamente la manera en que se diagnostican y tratan las condiciones médicas. Este debate ayuda a esclarecer si una condición debe ser intervenida médicamente o no, lo que impacta en la asignación de recursos, el diseño de políticas de salud y la relación entre médicos y pacientes. Además, abordar las nociones de salud desde perspectivas negativas o positivas permite a los profesionales reflexionar sobre la mejor manera de atender a sus pacientes, considerando tanto los aspectos biológicos, como quizá también los valores y contextos sociales que influyen en su bienestar. Así, reflexionar sobre la naturaleza de la salud no es baladí: no sólo enriquece nuestra comprensión teórica de la medicina, sino que también mejora la práctica diaria al ofrecer un marco para decisiones más conscientes y humanizadas.