La medicina institucionalizada se refiere a la práctica médica que está estructurada y regulada dentro de un marco formal, generalmente bajo la supervisión de entidades gubernamentales y organizaciones profesionales. Este modelo de medicina se caracteriza por la existencia de hospitales, clínicas y centros de salud que operan bajo normas y protocolos establecidos para garantizar la calidad y seguridad de los servicios prestados. Los profesionales de la salud, tales como médicos, enfermeros y otros especialistas, deben obtener licencias y cumplir con requisitos de educación continua para ejercer su profesión dentro de este sistema. Además, la medicina institucionalizada involucra el uso de tecnologías avanzadas y tratamientos basados en la evidencia científica, así como la integración de investigaciones médicas continuas para mejorar los métodos y prácticas. La medicina institucionalizada busca tratar enfermedades y promover la salud a través de programas de prevención y educación.
La evolución del sistema médico hacia su institucionalización puede dividirse en dos movimientos históricos principales: el surgimiento de la soberanía profesional y la transformación de la medicina en una industria, con el creciente papel de las corporaciones y el Estado. En un primer momento, desde mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XX, la profesión médica dejó de ser una ocupación fragmentada y en gran medida marginal, y se convirtió en una profesión unificada con considerable poder económico y cultural. Los médicos lograron consolidar su autoridad profesional mediante la creación de instituciones educativas, la estandarización de la formación médica, y el establecimiento de licencias y regulaciones que les permitieron controlar el acceso a la práctica médica. Uno de los puntos cruciales a este respecto es la relación entre el conocimiento médico y el poder. La legitimidad cultural de la medicina se construyó a través de la creciente dependencia de la sociedad en la experticia médica para resolver problemas de salud, y esta dependencia reforzó el control de los médicos sobre los recursos y las instituciones médicas. Así, los médicos utilizaron su autoridad epistémica y cultural para influir en la legislación y las políticas públicas que favorecieron sus intereses profesionales y económicos. Inicialmente, los hospitales eran instituciones de caridad, pero, con el tiempo, se convirtieron en centros con tecnología y conocimientos científicos de punta, donde los médicos podían realizar investigaciones y ofrecer tratamientos avanzados. Esta transformación fue impulsada en gran medida por la profesionalización de la medicina y el creciente énfasis en la educación y la práctica clínica.
En un segundo momento, desde la Primera Guerra Mundial hasta la década de los ochenta del siglo pasado, la medicina se transformó en una industria dominada por grandes corporaciones, y el papel del Estado en la regulación y financiamiento de la atención médica creció significativamente. Este período vio la creación y expansión de los seguros médicos y la intervención del gobierno en la organización y provisión de los servicios de salud. Durante este periodo, los médicos lucharon por mantener su autonomía frente a las crecientes presiones de las compañías de seguros y las políticas gubernamentales. A pesar de estas tensiones, los médicos lograron adaptarse y, en muchos casos, aprovechar las nuevas estructuras para mantener su posición privilegiada dentro del sistema de salud. En la actualidad, la creciente corporativización de la medicina ha llevado a una serie de desafíos y dilemas éticos y prácticos, incluyendo la equidad en el acceso a la atención médica y la calidad de los servicios proporcionados.
Al hablar de medicina institucionalizada es un tanto inevitable para algunos filósofos, médicos e intelectuales partir de la posición de Iván Illich, quien la concibe como un sistema de salud que ha sido absorbido y es gestionado por instituciones burocráticas y tecnológicas, lo que le ha hecho perder su carácter humano y comunitario. Para Illich, la medicina institucionalizada es aquella que opera bajo el control de grandes organizaciones, donde los procesos de atención a la salud están altamente reglamentados y protocolizados. La institucionalización de la medicina se caracteriza -para Illich- por la centralización de los servicios de salud, donde la atención sanitaria se ofrece en hospitales y clínicas, y el conocimiento médico se encuentra monopolizado por profesionales especializados en la salud. En este contexto, la relación entre médicos y pacientes se convierte en una interacción impersonal y mecanizada, en la que los pacientes son vistos más como casos clínicos que como seres humanos integrales. Así, la medicina institucionalizada transforma la salud en una cuestión de intervención técnica, en lugar de un proceso natural y comunitario de cuidado.
La concepción de la medicina institucionalizada de Illich ha tenido una enorme influencia hasta nuestros días -incluso ha crecido su popularidad en ciertos círculos académicos, intelectuales y sociales-. No obstante, no es moralmente neutra. Illich no se limita a describir aquello que es la medicina institucionalizada, sino a evaluarla como perjudicial para la humanidad. Su crítica es aguda y pertinente; incluso urgente, en la actualidad.