Esculturas ferroviarias: recuperación de la lucha gremial y de la memoria colectiva en Aguascalientes por Jaime Lara Arzate  - LJA Aguascalientes
01/07/2024

En Aguascalientes encontramos una gran cantidad de esculturas en el espacio público, como son las carreteras, calles, plazas y edificios gubernamentales. Las hay confeccionadas en concreto, en bronce, en piedra, lámina o fierro. Las posturas que éstas guardan, refiriéndonos a las del género de la estatuaria, son de personajes que han hecho historia que aparecen representados de cuerpo entero, pero también hay descabezados o entambados, hasta existe un conjunto escultórico dedicado a las aguas residuales que reconoce y da constancia de la recolección entre otros, de los desechos humanos de los centenares de miles de habitantes de la urbe.

Hay otras esculturas en el Complejo Ferrocarrilero Tres Centurias, en la capital del estado. Las que allí se encuentran emplazadas, resultan en bien común, toda vez que son expresión cultural y artística que se comparte y que reconoce el papel fundamental del trabajo de un pueblo, del gremio ferrocarrilero, en la construcción de la sociedad aguascalentense, que estampó una profunda huella en la vida de sus habitantes, y por igual en el paisaje histórico y urbano de la capital del estado.

Actores de bronce, son portadores de un linaje que impulsaron sobre rieles, el destino del estado con una andadura que asoma por tres centurias, ya que transita desde finales de la decimonónica, pasando por el siglo XX, para arribar a la actual.  

Dichas representaciones tridimensionales son además contenedores de una suerte de vínculo afectivo y de cohesión social, en torno al que se ven a sí mismo aquellos trabajadores que crearon una cultura ferroviaria que aún gravita en el imaginario colectivo en nuestro estado. 

Existe un vacío que no da reconocimiento ni constancia a la lucha social obrera más importante de México que tuvo lugar a finales de la década de los años cincuenta del siglo pasado, que fomente la divulgación y el conocimiento de las reivindicaciones sindicales que también forman parte de nuestro patrimonio cultural inmaterial y del país, que debe ser conocido, para no perder nuestra historia y nuestro pasado, para comprenderle y asirnos a él. 

Al no potenciar la conexión con nuestro pasado, se opera una discontinuidad en la transmisión de conocimientos, tradiciones, formas de hacer y ser culturales y las luchas por la sobrevivencia de los grupos sociales.

En la página web del Instituto Mexicano de la radio, IMER, se lee: “El movimiento ferrocarrilero de 1958-59 fue, sin duda, una de las luchas sindicales más importantes del siglo XX mexicano. Logró la unidad en torno a un sindicato independiente que peleó por la mejora salarial del gremio y combatió ardientemente al charrismo sindical. Fue uno de los momentos más intensos de la lucha de los trabajadores mexicanos y concluyó con una dura represión. Miles de ferrocarrileros perdieron su empleo y fueron encarcelados, y sus líderes, Demetrio Vallejo y Valentín Campa, pasaron diez años en la prisión de Lecumberri”. 

Dos mil trabajadores encarcelados, infinidad de despedidos e instalaciones tomadas por el ejército. Todo un parteaguas en la lucha social obrera del siglo XX en México.   


Al respecto y en lo particular, me percibo afectivamente ligado a estos acontecimientos por acá en casa con los testimonios de mi fallecido suegro, quien en extensas charlas platicaba de sus jornadas de trabajo en el ferrocarril como garrotero.  

Él, Don Leonardo González Cardona, en solidaridad y fraternidad vendía bonos para apoyar a la manutención de los trabajadores despedidos y para sus familias durante la lucha sindical, corriendo igualmente con el mismo destino, por este y otros actos de apoyo y adhesión al movimiento sindical.

Largos fueron los años de resistencia y las penurias de todo tipo por las que atravesó junto a su familia, logrando a la postre con dignidad, ganarle en tribunales laborales a la empresa su reinstalación y los salarios caídos.

Se ha de promover en el Complejo Ferrocarrilero Tres Centurias, un memorial dedicado a esos trabajadores, luchadores sociales, víctimas de políticas represivas del Estado Mexicano, en el mismo espacio que fue escenario de esas luchas.

Los conjuntos y corredores escultóricos, así como los memoriales, participan de procesos de formación de una ciudadanía crítica, resiliente y participativa, ya que potencialmente llevan una carga histórica que le habla a la gente de un pasado que se niega a ser enterrado o silenciado.

Estamos en estos años de apertura política-ideológica, al parecer ante sociedades maduras que plantean desde las políticas públicas culturales o desde las asociaciones no gubernamentales, la reconciliación ante la discrepancia y el disenso.   

De estas acciones surgiría idealmente la tendencia a armonizar como es el caso de las piezas escultóricas de los ferrocarrileros que se encuentran en el lugar, el valor del trabajo y la industriosidad de la clase trabajadora representada a través de las faenas cotidianas laborales, con las luchas sociales sindicales del gremio, pues no están disociadas de las primeras para hacerlas palpables conjuntamente en el presente, en el ideario de la colectividad tanto en lo local como en lo nacional.

Asumirlo así, contribuye igualmente a la vida cultural y a la consolidación del espacio público como un lugar de encuentro con la memoria colectiva que aún sigue viva, que apela a la democracia como un acto de justicia que se materializa mediante un pacto social de convivencia y como herramienta para creación de vínculos sociales y afectivos. 

Crear un memorial dedicado a los hechos, a los obreros por la lucha sindical ferroviaria, es un acto de justicia que fomenta procesos de reparación histórica y cultural, son como en el caso de los antimonumentos, un símbolo y objeto político-estético, una manifestación y lucha contra el olvido, aunque en la actualidad muchos actores de ese movimiento ya han fallecido. 

Los memoriales son también una reivindicación y reapropiación ciudadana del espacio público, donde se honra y dignifica la memoria que se resiste al olvido de esos actores sociales que señala un hecho o acontecimiento que diseminó por siempre sus semillas en las luchas laborales y sociales en un país autoritario, durante la segunda mitad del siglo XX, que permeó en los movimientos de maestros, médicos, el estudiantil de 1968, y otros más.  

Este memorial y estas líneas son utopía, por lo que hay que andar esperando que la voluntad política no descarrile el sueño de verle materializado ante los embates del neoliberalismo que liquidó los Ferrocarriles Nacionales de México.


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