El cielo es azul la tierra es blanca | La columna J por Roberto Ahumada - LJA Aguascalientes
01/07/2024

“En caminos desolados recorremos un mismo sentido sin encontrarnos y sin habernos perdido”.

Estimado lector de LJA.MX con el gusto de saludarle nuevamente como cada semana, quiero aprovechar la ocasión para romper la constante temática de la política, en esta vida es necesario darle la justa proporción a las cosas, ya pasó, ya sucedió, tienen todo el poder, todo el control, solo queda desearle lo mejor a nuestro México. Bien, en la columna de esta semana quiero abordar una obra de Hiromi Kawakami. La autora japonesa que expresa bajo un modo tenue y diplomático una obra que particularmente refleja una reseña social posmodernista tomando como base la cultura japonesa. 

La obra tiene como personajes centrales a un profesor de cierta edad y a una de sus alumnas, entre ellos existe una relación de un amor tenue y discreto, la obra se desarrolla en todo tipo de encuentros que tienen, particularmente me llama la atención que tengan un elevado consumo de sake y frecuenten constantemente bares, dicha situación la sobreentiendo con el anhelo constante de un punto de escape existencial, ni bueno ni malo, solo un escape. 

No obstante, dentro de la frialdad que atiende la interacción de los japones, se deja entre ver un sentido metafóricamente existencialista el cual conlleva una serie de reflejos como lo es el trabajo excesivo, la propia individualidad de las personas, incluso la soledad tácita que impera en el dinamismo incordio producto de la lógica del capital.

El maestro es un personaje dolido por la muerte de su esposa, existe una nostalgia palpable y recalcitrante que le alberga y le embarga, la alumna siente un tipo de atracción basada en la admiración y en la compañía, no tienen encuentros pasionales o ínfulas de deseo, es mera compañía, la cual es sumamente representativa en un mundo donde la nueva cercanía es por medio de un dispositivo móvil. El maestro siempre anda con un maletín, pero ese maletín está vacío, como su vida, como probablemente el aliento amoroso difuminado que tiene su vida, justo las personas así caminan, así viven llenos de cosas que están vacías por dentro, el reflejo de la vida, de la sociedad y la saciedad de una imperante y lejana concurrencia con uno mismo. 

“Relacionarse con alguien no significa estar cerca de esa persona, aunque no esté lejos de ti. Tengas o no una relación, siempre hay cierta distancia inevitable”: Hiromi Kawakami. 

Del mismo modo el maestro es un acumulador que tiene todo tipo de objetos y peculiaridades en su casa, aunado a eso a sus propios alumnos les dice que la escuela sirve de poco, es curioso que alguien de su perfil le quite mérito al dinamismo que se presenta en su institución y en su profesión, ¿Por qué decirles a los alumnos que la escuela no sirve de nada? La respuesta está vinculada directamente con la insensatez que puede presentar la vida, sobre todo en tratar de plasmar una enseñanza más allá sobre las futuras generaciones, es decir, es como si existiera un deber moral de enseñar algo que no viene en los libros de la academia, es existencialismo puro.

El amor se presenta en una de sus múltiples modalidades, la compañía, y es que el reflejo de la vida de los personajes oscila y estriba en una soledad y en la propia mecánica que tiene la sociedad japonesa, la cual gira entorno al mito de Sísifo, mejor expresado, a la cotidianidad que tiene la vida. La cual convierte en casi todo en un sin sentido. El hecho de que la alumna esté cerca de él y que el maestro tenga a quién ver, con quién platicar, con quién tomar sake, extiende un lazo muy tenue, pero al mismo tiempo muy estrecho. Como las grietas del silencio y como aquellas personas que quieren decir cosas sin utilizar palabras, algo similar sucede entre la forma de amor que adoptan los personajes. El expresar que el cielo es azul y la tierra es blanca conlleva un sentido metafórico.

En estos días en donde la sobreproductividad abunda, en donde la alta competencia mantiene el ritmo las relaciones humanas bajo la lógica del capital y en donde el sometimiento ante la rutina resquebraja la esencia de las personas, resulta fascinante encontrar una obra que desde la perspectiva de alguien que estudió ciencias naturales y biología se pueda ver la vida en una tesitura contemplativa, en una lid y clisé que envuelve dentro de las pausas a los desarrollos. 


Le recomiendo ampliamente esta obra, puesto que de un modo afable expresa cómo el amor y la literatura no necesitan de una sobreproducción para existir, también plasma la soledad de las personas en esta época posmodernista. Así son los caminos de la vida.

Quiero aprovechar el espacio para enviar una felicitación a Nacho Medina por el extraordinario trabajo que está realizando en su clínica “Aprendiendo a vivir”, en estos momentos en donde la sociedad busca alternativas consistentes e integras, es menester aplaudir el extraordinario trabajo de esta clínica de rehabilitación. 

Del mismo modo, esta columna aplaude el trabajo extraordinario de Alex Monreal al frente del INEPJA, en poco tiempo han revertido la tendencia que existía sobre el rezago educativo, cuando los servidores públicos se abocan en un trabajo que va más allá de su gestión se convierten en estadistas. Felicidades estimado Alejandro Monreal, la educación es la llave más poderosa para transformar el mundo en un lugar mejor. 

In silentio mei verba, la palabra es poder.


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