De acuerdo con las observaciones actuales del proceso electoral, al ver por un lado a los “urdimalas” morenistas desde Palacio Nacional que han estado exorcizando a la nación mexicana con sendos puñados de encuestas en las manos, agitándolas como atados de brujería a manera de limpia, para anticipar e imponer -sobre todo- su voluntad de continuidad en el poder supremo del país; por otro lado, la oposición, contra tal demencial conjuro, se planta del lado del cambio y apuesta por abrir a las nuevas generaciones, millennials incluidos, un país cargado de potencialidades de crecimiento, desarrollo equitativo y organización social igualitaria.
Y, por un tercer aspecto, los hallazgos últimos de un experto en demoscopía como Gabriel González-Molina, (en su obra ya comentada: Switchers S2. El segmento de la orfandad. Entre el resentimiento y seguir adelante. Electores para ganar en 2024. Global Talent University Press. 2023), quien afirma en su entrevista con Ciro Gómez Leyva de este martes 14 de mayo, que, contra toda expectativa razonable, los Switchers entrevistados de esta contienda en lugar de ir disminuyendo -es decir, de ir manifestando una Tasa X de conversión- han estado aumentando. Y lo desglosa: – En el arranque de las campañas Claudia Sheinbaum tenía 38 por ciento de bases leales al presidente López Obrador, pero a este día contaba sólo con 24 % leales a ella, lo que significa que Claudia pierde un 2% de leales/cada cuatro días, por lo que 1 de cada cuatro leales al Presidente, no le es leal a Claudia; en tanto que Xóchitl Gálvez presentaba un 12% de bases leales, y Jorge A. Máynes un 5%, y 4% abstencionistas. Lo que suma un subtotal de 45% de leales, así distribuidos.
De lo que infiere que gane quien gane no tendrá una Presidencia fuerte. Ahora bien, nos quedan 55% de Switchers, ¿Cómo se conforman estos electores? Un segmento que favorece a Xóchitl y otro que favorece a Claudia, pero el de Claudia vale 32% y el de Xóchitl vale 22%; la incertidumbre está en que el Switcher que va a decidir frente a la boleta electoral se va a plantear su disyuntiva: ¿Entre qué y qué elegir, en el acto de votar?
De acuerdo con sus 30 años de observar el acto de votar, hay que reconocer que el presidente introdujo la primera pregunta: ¿Quién da? (los Programas del Bienestar), ante lo que el elector se va a preguntar ¿Quién quita? En conclusión, afirma GGM hay una disonancia entre hacer lo correcto o votar por el que me conviene que gane.
Si vamos de presagios a presagios, es fácil inferir que la disyuntiva electoral se está orientando por la avenida, probablemente más azarosa, ya que apunta con gran fijeza hacia la opción efectivamente más peligrosa, la de instilar miedo en la masa, que habíamos advertido y es la consistente en la opción que designamos: la Ilusión Fáustica, desde luego inspirada en el argumento gnoseológico de Peter Sloterdijk. El mimo del Mefistófeles, señor dador de todo bien.
El elector Switcher de hoy -en su componente mayor – evidencia una fuerte inclinación hacia lo que le conviene, no necesariamente a lo que sería políticamente correcto. Es decir, la postulación de los principios de Xóchitl Gálvez de vida, verdad y libertad – que causó gran impacto en la marea rosa-, no atina a encontrar fondo en el ánimo de los votantes potenciales; si bien se les prevenga contra la rabiosa embestida de la Cuarta Transformación, ya que parecen darse una pausa para lidiar luego, posteriormente, con ese enojoso asunto. Pero, se nota con mayor acento la proclividad a “defender” lo que se siente que ya se tiene ganado.
En pocas palabras, en los ánimos parece privar lo inmediato y lo que ya tengo en mano; que aquello que pareciera un ideal -efectivamente liberal-. Sin embargo, lo desacertado de esta posición pragmática es que le asegura a los recalcitrantes autoritarios de Morena, que tendrán pleno acceso a la continuidad en el poder, para imponer al final el espantajo ese o ente mutante que -de seguir así- dejará de ser la República libre y soberana, Democrática, Tripartita, Federal, Representativa, Constitucional e incluyente de la pluralidad ciudadana de México, para transformarla en un zombi absolutista y autoritario, idolátrico de la persona en el poder y sometido a la voluntad de unos cuantos elegidos. En consecuencia, al otorgar el voto por “lo que me conviene” se estará siguiendo la zanahoria, sin atinar a ver el palo que más pronto que tarde caerá sobre sus espaldas.
Este, sin estridencias, es el destino que se juega en esta Elección 2024. Eso del paraíso prometido de los “programas sociales” como poderosos artilugios del poder es el espejito brillante que se quiere vender, a cambio del oro, a quienes afírmenlo o no, ven como “apaches” o “chichimecas” del pasado, subsirvientes y subordinados. Y de una vez, corto la exhalación esa de que somos “clasistas” o cosas peores; porque el símil de la Historia no miente, así ven, así tratan a los que ven inferiores a su voluntad de poder.
Entonces, no dudo que el investigador Gabriel G. Molina esté en lo cierto y describa con gran crudeza la disyuntiva que se habrá de plantear el “elector Switcher” al llegar a la casilla; porque es asunto de observación objetiva y de poder y rigor metodológico. Pero, también pienso que la gran ola rosa que ha despuntado su cumbre en la sociedad mexicana ha logrado avistar el verdadero sable y la daga en el cinto que ya portan los que se dicen leales a una “cuarta transformación”; ciertamente no del bienestar social, sino de un envío de amplios contingentes sociales al cautiverio político, por tiempo incierto. No es dramaturgia, es liturgia populista cierta. Este símbolo en acto lo habremos de ver este domingo 19 en el Zócalo de la CDMX.
Añadiré un concepto analítico que viene muy a cuento en esta particular circunstancia. Me refiero al concepto sociológico de “densidad social”. Término que significa el crecimiento tanto cualitativo como cuantitativo de un fenómeno que ocurre en el todo social, y que solamente alcanza su dimensión más completa y significativa, cuando su evolución registra su manifestación más completa como para describir con aptitud y precisión la naturaleza objetiva del fenómeno analizado. Tomemos el caso de la violencia criminal en una sociedad. La ocurrencia y registro de asesinatos o atentados letales contra la vida de ciudadanos, su desaparición forzada o su secuestro bajo diversas modalidades, produce una sumatoria que según su magnitud puede calificarse de leve o grave según la frecuencia y cantidad de incidentes ocurridos en un tiempo y espacio determinados.
En el caso de la violencia criminal, en México, causada por el crimen organizado es un ejemplo perfecto de alcance en tanto “densidad social”. como fenómeno antisocial, al acercarse a la cota de 200,000 muertes violentas en los últimos 6 años. La densidad social de este fenómeno histórico, es inequívoca. Aclaremos de una vez por todas, una baja estadística marginal (de 15% o 20%) del suceso en estudio, (que frecuentemente se esgrime por el oficialismo incluso el de la candidata presidencial), registrada en el curso de los dos últimos años, no cambia en nada la deriva del restante 80% como su constante. Y la razón está en el peso del resultado bruto: los eventos duros sumados siguen siendo aterrorizantes, más altos que los arrojados por una guerra como la de Rusia contra Ucrania, como la de Israel contra la Franja de Gaza o Yahadistas; o mayor en diez veces que la mortandad actual en Haití causada por las bandas criminales. Estar acercándonos irresistiblemente a las 200,000 muertes dolosas al final del sexenio es signo de pésimo augurio. Ya no digamos del desarreglo y apropiación territorial criminal que priva para la próxima magna Elección de junio 2, 2024.
No, definitivamente los datos duros registrados a diario, tanto por medios públicos como por los medios de comunicación privados, no pueden ser acallados por discursos de prensa palaciega; o por la cadena comunicativa a modo desde el grupo de trabajo de la candidata oficial. Hay que sujetarnos al principio primero de la Bioética Total= ser serios y responsables ante la evidencia Histórica, la irrecusable patencia de Verdad. ¿Queremos una disyuntiva determinante para el momento de definir mi voto? ¿Qué tal si, además de responderme quién me dá o quién me quita, o qué me conviene; decidimos entre ¿quién suprime la Democracia, y quién la garantiza? Respondámonos con un voto Bioéticamente correcto y responsable!