Maldita sea la falta de cultura y educación en México, maldito sea el que con plena alevosía y ventaja decide romper el contrato social, dañar el entorno donde vivimos o afectar a otra persona. La indignación se convierte en coraje, no hay día donde no podamos ver quien, desde los ejemplos más sencillos, tira una colilla de cigarro desde su automóvil o quien destruye el mobiliario urbano, vandaliza el transporte público, o ver un video de un asalto a plena luz del día, maldita sea la normalización de lo incorrecto.
El corredor cultural Alameda es un espacio que tuvo todo un horizonte para convertirse en un lugar de convivencia y de esparcimiento, pero desde su remodelación en el año 2015, hay gente que parece no ha dejado de pensar en cómo dañar los espacios públicos y obstaculizar el desarrollo que podría tener.
Un referente sale a flote, el expresidente Enrique Peña Nieto manifestó, en una polémica declaración, “la cultura de la corrupción es inherente al mexicano, es genético, intrínseco a la conducta de las personas”, y si bien en estos casos se habla más de un tema de vandalismo que de corrupción, se asoma de entre la incredulidad una serie de preguntas ¿habrá tenido razón el exmandatario?, ¿está dentro (de algunos) mexicanos el impulso instintivo de dañar? Maldito sea ese gen.
Las autoridades han buscado la manera de reactivar el corredor cultural Alameda en “n” número de veces, el último de los intentos fue dar la oportunidad a pequeños empresarios en ocupar los módulos a lo largo del corredor para ofrecer sus productos, una proyecto en particular tuvo la iniciativa de apropiarse del tramo que abarca el corredor después de Avenida de la Convención y no solo ocupó los módulos sino que invirtió en acondicionar el espacio con juegos para niños, iluminación y espacios para la convivencia. Nuevamente la indignación se convierte en coraje, pues a pesar del poco tiempo que han estado en operación, los juegos ya también dan muestra de actos vandálicos, ¿por qué, maldita sea?, ¿qué nos falta para entender las reglas básicas del respeto a lo ajeno? Mientras los niños se divierten en juegos desmantelados, inocentes pasan por alto el pésimo estado de la infraestructura, la imaginación vuela planteando la escena de aquel estúpido rompiendo las maderas de los juegos, llevándose los tambores, desbaratando los xilófonos y las esferas del muro. Maldito sea el gen.