Modernidad Líquida Segunda parte | La Columna J por Roberto Valdés Ahumada - LJA Aguascalientes
03/07/2024

“La identidad se diluye, el deseo se incrementa, la paz se aqueja, así es nuestro mundo, así está pasando la vida”.

Estimado lector le saludo nuevamente agradeciendo su tiempo y atención para leer esta columna, el tiempo es el recurso más valioso que tenemos los seres humanos, agradezco del mismo modo a este reconocido medio LJA.MX por el espacio que me brinda para poder plasmar mis ideas. La semana pasada publiqué la primera parte de la modernidad líquida, en esta ocasión retomo la temática abordando dos contextos, el trabajo y el matrimonio.

Ciertamente Diego Ruzzarín menciona en la introducción de cada uno de sus podcasts: “hermoso, sensual y desechable capital humano”. Lo expresa en un tono cínico aludiendo a cómo las personas somos para el sistema capitalista un recurso desechable, así como suena, así como es. Si la gente no quiere estar sometida a trabajar extensas jornadas laborales, entonces estaría la supuesta libertad de escoger ese empleo o morir de hambre, y es que la competencia laboral en estos días es exacerbada, desproporcionada y evidentemente condicionada al contexto material de cada persona, no hay igualdad de circunstancias, entonces si alguien quiere tener el recurso para satisfacer sus necesidades tiene que ser doblegado ante las condiciones de la lógica del capital.

No obstante, ante este escenario pesimista, las condiciones y las prospectivas se muestran aún más deplorables, pues la estabilidad en los trabajos cada vez es menor, sin considerar el efecto disruptivo que generará la inteligencia artificial. Le expongo algunos datos y estadísticas sobre el empleo en nuestro contexto.

La escasez de empleos de calidad sigue siendo uno de los problemas más acuciantes en los países en desarrollo, especialmente en vista del desafío demográfico que enfrentan los países de ingreso bajo. De los 5000 millones de personas que conforman la población actual en edad de trabajar, el 84 % vive en los países en desarrollo y, en su mayoría, trabaja en empleos informales (el 70 % de todos los empleos), de baja productividad, mal remunerados e inseguros. Solo el 25 % de los trabajos remunerados del mundo se encuentran en los países de ingreso bajo y mediano bajo (https://www.bancomundial.org, 2023).

Mejorar la calidad del empleo es una prioridad, en particular para los 3,7 millones de jóvenes que, según las previsiones, alcanzarán la edad de trabajar cada mes en el mundo entre 2020 y 2030. En el próximo informe emblemático del Banco Mundial sobre el empleo se proporcionarán orientaciones operacionales para apoyar, a través de la transformación económica, la creación de mejores empleos en los países en desarrollo.

Es decir, con los datos que se plasman que únicamente son una breve reseña, podemos inferir que efectivamente los empleos cada vez son más demandados, la competencia es cada vez más ardua, la durabilidad de los empleos decrece y del mismo modo existe una geopolítica en relación a la calidad de los empleos que impacta en temas de migración. 

Ciertamente es necesario no asumir una postura maniqueísta sobre cómo es la modernidad líquida, así es y así existe, en alusión al núcleo concebido en los últimos siglos como el punto central de una sociedad encontramos al matrimonio. Zygmunt Bauman expresa en su concepción de amor líquido la fugacidad que existe entre las relaciones, el factor de la aceleración social influye en demasía, pero es una variable, cada vez es más normal ver familias más pequeñas, incluso la consideración de tener hijos se diluye, no hay tiempo para eso, quién los va a cuidar o atender si la prioridad es trabajar y generar ingresos para ser más felices (es cinismo). Pues bien, ante la crisis de identidad, los endebles estrechos sentimentales y la consistencia de las relaciones humanas, expongo los siguientes datos: 

A nivel global, el número de divorcios por cada mil personas casadas ha pasado de ser 2,6 en 1970 a 5,5 en 2008. En la Unión Europea, las separaciones por cada mil habitantes también se han disparado: si en 1965 eran 0,8, en 2017 ya eran 2. Mientras la tasa de divorcios se duplica, la de matrimonios sigue la dinámica inversa: se ha desplomado en un 50% en el mismo periodo en la UE. Parte de esa tendencia se debe a que varios países, como Italia, España, Irlanda o Malta, han legalizado el divorcio en tiempos relativamente recientes, pero también está muy relacionada con algunos cambios socioculturales que están transformando la forma en la que vivimos y, especialmente, en la que compartimos nuestro hogar (https://elordenmundial.com, 2024).


El matrimonio cada vez genera más rechazo entre las nuevas generaciones, que prefieren optar por modelos de pareja y convivencia más flexibles, más “líquidos”. Aun así, en cuanto al crecimiento de la tasa de divorcios, también hay una serie de factores que hacen más propensas a las parejas de un determinado país a poner fin a su relación matrimonial: desarrollo económico, mujeres incorporadas al mercado laboral, altos niveles de educación y menor proporción de católicos. En los últimos años la tendencia se está revirtiendo, como en Estados Unidos o Reino Unido, fruto del descenso de los matrimonios y, aunque en menor medida, la precariedad económica.

Insisto y reitero no expongo que la modernidad líquida sea buena o mala, simplemente lo es, sin embargo, es fascinante analizar cómo se están dando las cosas para saber ligeramente qué es lo que se viene, sin caer en el paradigma del conocimiento que menciona Yuval Noah Harrari. Dichoso el momento en el que nos tocó vivir.

Estimado lector me despido de usted, la siguiente semana abordaré el contexto de la velocidad, la religión y ligeramente la democracia.

In silentio mei verba, la palabra es poder.


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