El país avanza aceleradamente hacia el 2 de junio de 2024, el día más importante para México ya que habrá que elegir a más de 20 mil cargos de elección popular, 20 mil 79 para ser exactos; cifra que claramente señala la importancia del proceso electoral que habrá de afrontar la ciudadanía. La elección de la presidenta de la República, 128 senadores, 500 diputados federales, 9 gobernadores, integrantes de los 32 congresos estatales, prácticamente todos los municipios. La cifra se aprecia abrumadora y, sin exagerar, el futuro de la nación está definitivamente en juego.
A partir del día en que esta columna se escribe (7 de abril) restan precisamente 8 semanas para celebrar las elecciones más grandes de la historia moderna del país y, todo parece indicar, que aún estaremos recibiendo noticias críticas que estarán modificando el panorama nacional y, por supuesto, el ánimo de los electores, un día sí y otro también, lo que está permanentemente modificando, así sea en micro rangos, las preferencias electorales, pero que no permiten dar por sentado a estas alturas, el resultado definitivo del proceso electoral del primer domingo de junio.
Apenas el lunes pasado, se dio el lamentable asesinato de la candidata morenista a la presidencia municipal de Celaya del convulso estado de Guanajuato. Este crimen se da en medio de un ambiente caracterizado por la violencia extrema, que pone en tela de juicio la viabilidad del proceso en general en el país. De acuerdo a cifras de la organización Laboratorio Electoral, en lo que va del actual proceso se han contabilizado 156 agresiones contra aspirantes y personas relacionadas con el proceso electoral, de los cuales 51 fueron asesinadas. Por su parte, la organización Integralia reportó, hasta el 2 de abril, 300 incidentes de violencia relacionada con la política, afectando a 399 víctimas, esto es, un promedio de 1.8 víctimas diarias, informando que van 24 aspirantes o candidatos asesinados. (David Saúl Vela, El Financiero, 03/04/2024).
En la mañanera del martes 2 de abril, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó con referencia al asesinato de la candidata de Celaya, en una previsible afirmación que el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez, “gobierna pero no manda”, y, como afirma el comunicólogo político Braulio González, “a una transgresión le sigue otra transgresión”, el gobernador guanajuatense declaró que entre las líneas de investigación abordadas por la Fiscalía del Estado, y publicadas por el periódico Reforma del 7 de abril, que el crimen de la morenista apunta ¡a Morena!, y agrega que conflictos internos del partido oficial definen esa línea. Qué lamentable que una desgracia personal, se politice de tan burda manera.
Otro noticia que ha impactado en el ánimo de los mexicanos, fue la crisis diplomática entre los presidentes de México y Argentina, señalándose mutuamente como representantes de intereses oscuros e impopulares, y que, definitivamente, no pasaron de ser un mero distractor para la opinión pública mexicana, con la ya conocida marca de la casa de Palacio Nacional, una maniobra muy al estilo de Jesús Ramírez y el propio presidente López Obrador, dicho lo anterior “con todo respeto”, como dicen por ahí.
De último momento, explotó también la crisis entre México y Ecuador, originado en un principio por las “infortunadas” declaraciones del presidente López Obrador acerca de su personal interpretación del asesinato del candidato a la presidencia ecuatoriano Fernando Villavicencio en agosto pasado en plena campaña electoral y a 11 días de las elecciones. Afirmando en las ya famosas mañaneras, ésta del 4 de abril pasado, que: “Un candidato que habla mal de la candidata que va a arriba, de repente es asesinado, y la candidata que iba arriba se cae. Pero la candidata que queda como sospechosa sigue haciendo campaña, en circunstancias, considero, muy difíciles. (…) Pues no ganó la candidata y lo más lamentable es que continúa la violencia que utilizaron nada más en el momento”, comentó el presidente. Otra transgresión diría Braulio González. Esta declaración derivó en una respuesta inmediata de la cancillería de Ecuador declarando a la embajadora mexicana Raquel Serur como persona no grata y dándole 72 horas para abandonar el país.
La historia en las relaciones México-Ecuador no concluyó ahí. Finalmente el gobierno de México otorgó (e hizo público) el asilo político al ex vicepresidente Jorge Glas, cuando el gobierno ecuatoriano argumentaba que dicho personaje tenía cuentas pendientes con la justicia del país, y que estaba siendo procesado conforme a las leyes del Ecuador, por lo que con argumentos jurídicos explicó la violación a la soberanía mexicana a través de la extracción de sus instalaciones de Glas, violando el artículo 22 de la Convención de Viena relativo a la inviolabilidad de las embajadas. Otra transgresión.
Es importante mencionar que el gobierno de López Obrador ha dado asilo antes de Glas, a 19 ecuatorianos más, incluidos siete exfuncionarios de Correa con sus familias, algunos de los cuales, incluso, trabajan en las filas de Morena, el partido de AMLO. (Roxana González, El Sol de México del 07/04/2024).
Pero ¿qué puede haber de fondo en estos sucesos “fortuitos” que marcaron una semana para el olvido para el país? En mi opinión el centro de gravedad de esta situación lo representa precisamente la evolución del proceso electoral que se avecina y con el que iniciamos esta columna. Sin menospreciar el valor que representan las cifras mostradas por las encuestas y que dan una ventaja a la candidata oficialista, también es cierto que la original distancia entre ambas competidoras se ha ido estrechando poco a poco, y eso preocupa a Palacio Nacional y sabemos qué hará lo necesario para revertir esa tendencia. Distraer a la opinión pública es imperativo para cubrir el objetivo primordial del líder de la 4t. Así que no hay opción. El debate de hoy representa un alto riesgo y cuyo posible resultado hay que manejar convenientemente según el jefe del oficialismo. Así que: “Al ladrón, al ladrón”.