“Qué suerte tengo de tener algo que me obligue a decir adiós”.
Carol Sobieski
Pues sí, la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, se acerca a su término constitucional y, de acuerdo con su método de gobernar, las últimas mañaneras le han resultado una mera reacción a situaciones no generadas o impulsadas desde la 4t o alguna instancia emanada de ella, sea del gobierno federal o estatal morenista o afín a su coalición, inclusive provocado por el presidente mismo, vamos, ha perdido de manera clara la iniciativa en la propuesta de la agenda nacional.
El lunes 25 debió salir a justificar la existencia de gobernabilidad en el norteño estado de Sinaloa, tras el levantón de al menos 66 personas en Culiacán, mujeres y niños incluidos, sí, en la capital de esa entidad gobernada por el morenista Rubén Rocha Mora, de quién sabemos que llegó al poder impulsado precisamente por esos grupos oscuros que en mucho dominan la vida pública local, y quién sólo alcanzó a tranquilizar a sus gobernados con un: “la autoridad no está rebasada, son cosas que desafortunadamente suceden…”. ¿Qué tal? Por su parte, el presidente tranquiliza a los mexicanos con la peregrina explicación de que son enfrentamientos entre bandas criminales, que los sinaloenses pueden seguir tranquilos con sus vidas.
Ese mismo lunes, se va contra los abogados del caso Ayotzinapa y los defensores de los derechos humanos, compromiso y ardid utilizado por él en 2018 para allegarse las simpatías de la población indignada por el caso de los 43 normalistas desaparecidos hace casi 10 años en el estado de Guerrero. Hoy el tema se le ha revirado en contra y los jóvenes violentados ya son 44 (algo no le salió bien al presidente).
Sólo al día siguiente, López Obrador, lee en su mañanera la notificación que le hizo llegar la Comisión de Quejas y Denuncias del INE, y que, por unanimidad de votos, declaró procedente, la medida cautelar, en contra del titular del Ejecutivo Federal derivado de las manifestaciones y opiniones políticas en torno al proceso electoral en curso. Ante la situación, el jefe del Estado mexicano sólo remata la lectura del aviso con un “Atentamente, la inquisición”. El presidente sigue recurriendo a lo que él entiende como su “autoridad moral” y reclama un derecho como sí fuera un ciudadano común.
Adicionalmente, en esa misma oportunidad, el primer mandatario de la nación debió involucrarse en la defensa política de Jesús Ramírez Cuevas, su coordinador de comunicación, tras una serie de cuestionamientos a su labor política emanados desde la sociedad civil, particularmente de las redes sociales, y, como es su costumbre, se victimiza desde el poder más elevado del país, ya que su gobierno es “honesto, incorruptible y popular”, así como los funcionarios que lo acompañan. Enseguida, y en este mismo tenor, el presidente debe salir a dar la cara por el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, tras los señalamientos de la reportera Reyna Haydee, quién acusó a las autoridades norteñas de censura, a lo cual, el mandatario, se defendió negándolo todo y acusando ser objeto de ataques de los medios de comunicación. ¿En serio? Para rematar la mañanera, aseguró que su gobierno protege a los migrantes, y en ese sentido justificó el apoyo de 110 dólares mensuales a cada venezolano repatriado durante seis meses para arraigarlos a su país, sin explicar los montos ni el origen de los recursos, demagogia pues en la disposición. Finalmente, ese día, debió señalar que se estaba investigando acerca del descarrilamiento del Tres Maya, a sólo un par de meses de haber iniciado operaciones, y tras una inversión de alrededor de 500 mil millones de pesos, y donde los socios de sus hijos ganaron millonadas, de acuerdo con un reportaje de Latinus publicado desde el 10 de enero pasado. Así que, adiós a la honestidad cuatrotera.
En la última mañanera de la semana, el gobierno se defendió de la campaña en redes sociales #NarcoPresidenteAMLO, que ya va en su versión 26 como tendencia lo que ha descompuesto el ánimo presidencial y no encuentra la forma de neutralizarlo, bajo el argumento de que es una campaña pagada de bots conservadores, sin aceptar la posibilidad de que, efectivamente, corresponda a personas reales, opositoras a su régimen. En otros temas, volvió a arremeter contra la SCJN, enfocándose en la ministra presidente Norma Piña, a quién no deja de asediar un día sí y otro también por esa terca resistencia a no disciplinarse a su voluntad transformadora, y echar para abajo sus inconstitucionales intentos por mandatar a las instituciones vía ocurrencias y despropósitos legislativos.
Finalmente, cerró su mañanera del 27 de marzo, defendiendo a la honesta gobernadora morenista de Campeche la inefable Layda Sansores, quién no ha logrado sacudirse el malestar de sus conciudadanos campechanos tras tres marchas multitudinarias que ya no sólo exigen la destitución de la secretaria de seguridad pública estatal Marcela Muñoz Martínez, tras la pifia de enviar a policías mujeres a sofocar un levantamiento de internos en un penal varonil en la entidad sin las previsiones logísticas necesarias para el evento, sino también la renuncia de la propia gobernadora, quién insolente y soberbia, sólo ha mostrado su incapacidad política para atender los reclamos populares. Según esto, y de acuerdo con la visión propia del presidente, el pueblo campechano no es sabio, sino manipulado por politiqueros infiltrados, quienes atacan injustificadamente a la noble Layda Sansores, quién es “honesta y de buenos sentimientos”.
A lo anterior, es necesario agregar que las campañas de sus candidatos de la coalición “Sigamos haciendo historia”, a pesar de haber iniciado con un amplio margen de ventaja, no lo han sabido conservar y poco a poco la distancia se ha ido estrechando hasta el punto de poner entre nervioso y fúrico al huésped de Palacio Nacional, y aquella despedida tersa y agradecida, se está volviendo triste para el morenismo, y alegre para una parte cada vez mayor de la población opositora a ese proyecto fallido pomposamente llamado cuarta transformación.