Desde un poco antes de iniciar formalmente las campañas electorales federales, desde la presidencia de la república hasta las y los integrantes de la Cámara de Diputados, pasando por las y los aspirantes a gobernar 9 estados, los temas que dominan la discusión pública giran en torno a la competencia electoral de las dos coaliciones que hoy compiten por imponer en el ánimo del electorado sus propuestas y candidatos. Tanto la coalición “Fuerza y Corazón por México”, encabezada por Xóchitl Gálvez, como la de “Sigamos haciendo Historia”, liderada por Claudia Sheinbaum, y las respectivas candidatas y candidatos de sus respectivas coaliciones, predominan en la discusión por la definición del estado que atraviesa el país y las alternativas para abordar su entendimiento y solución. Para desencanto del huésped de Palacio Nacional y sus mañaneras, su protagonismo ha debido pasar a un segundo plano. La iniciativa se mudo al mundo de las campañas.
Sin embargo, una cosa es el mundo de la realidad y otra, el mundo de “los otros datos”. El presidente Andrés Manuel López Obrador insiste en ser el centro de la atención y la vida pública nacional, ¿cómo?, no importa. Así que pone en la palestra política los temas que él, en su infinita sabiduría y conocimiento de la vida política de México, considera imprescindibles para alcanzar las metas, legítimas o no, antes de concluya su agonizante administración el próximo 30 de septiembre, esto es en 190 días, aunque en realidad, acaso le restaran 100, considerando que el 2 de junio, los ciudadanos decidirán quién habrá de gobernar el país, y López Obrador deberá aceptar el proceso, para él seguramente doloroso, de ir transfiriendo el poder real a quién habrá de sucederlo en el cargo, inclusive, si es su propia candidata, aunque, así como van las cosas, eso aún no está definido.
Mientras tanto, en el mundo paralelo del Primer Mandatario de la Nación (así también le dicen al cargo), no desaprovecha ocasión para hacer lo que mejor sabe, incidir en el ánimo de los que lo quieren o deben escuchar cada día, en la certeza de que el meollo de sus acciones o declaraciones, estarán enfocadas en atacar a esos “malosos” que desde el principio se han confabulado para atacarlo a él, a su transformación y al pueblo bueno, en ese orden de prioridad. Por lo que sigue utilizando a las instituciones de la república con fines personales, políticos y electoreros, si no, no se explica el sentido de sus insidias palaciegas.
Esta semana que concluyó, López Obrador se volcó a atacar con todo su arsenal disponible a su ex amigo, al empresario Ricardo Salinas Pliego, el tercer hombre más rico de México, y presidente del Grupo Salinas, para ello se recargó en primera instancia en el director del SAT, Antonio Martínez Dagnino, quién informó hace un par de semanas que el Grupo Salinas tenía un adeudo fiscal de 30 mil millones de pesos. En la mañanera del 20 de marzo pasado, el presidente se hizo acompañar nuevamente del director del SAT, de la procuradora fiscal Grisel Galeano y del subsecretario de gobernación Félix Arturo Medina Padilla, en esta ocasión le sumó al adeudo del Grupo Salinas otros 33 mil millones de pesos, mismos que se encuentran en medio de un proceso litigioso en tribunales, por lo que el adeudo quedó en la nada despreciable suma de 63 mil millones de pesos. Ahí no terminó el capricho presidencial, sino que incurrió en una falta al hacer públicos datos fiscales de una persona, vulnerando sus derechos legales, aunque es de todos conocido el despreció presidencial por el cumplimiento de la ley, cuando ello afecta el interés personal de López Obrador.
A lo anterior, la respuesta del empresario señaló: “Llegan, te ponen una cuenta gigante y te dicen ‘si me pagas la mitad te la perdono’, y nosotros no cedemos ante la extorsión; por eso no aceptamos ningún descuento. No vamos a pagar más que lo que es correcto y por ningún motivo vamos a pagar el doble o hasta el triple como pretende esta administración”, dijo en un video por medio de sus redes sociales.
Habría que agregar que hace unas semanas, también por un acuerdo presidencial, a Salinas Pliego, le cancelan la concesión de un campo de golf en el municipio de Huatulco, Oaxaca, que tenía fecha de vencimiento hasta el 2027, pero, más allá del derecho, debía imponerse el poder del hombre de Palacio. Los efectos de esa decisión, además de la movilización de la Guardia Nacional ante lo “peligroso” de la situación, ha afectado la economía de la población local de ese municipio.
En estos asuntos concentra su atención el Gobierno Federal, dejando a un lado temas con el multi secuestro de familias en Sinaloa el fin de semana que concluyó, 66 personas integrantes de al menos 6 familias fueron extraídas de sus casas por hombre armados integrantes, sin duda, de un grupo o grupos del crimen organizado asentado en la región. Entre los secuestrados sin distinción, había niños y niñas. El gobernador morenista Rubén Rocha Moya, al ser cuestionado por los medios de comunicación respecto al evento, con cierto descaro y cinismo, declaró: “autoridad hay, lamentablemente son cosas que suceden…”. Bueno, hasta el crimen organizado se confabula con el presidente para arrancarle la iniciativa de la agenda del país con estas acciones.
Andrés Manuel López Obrador, sin duda observa preocupado como se acerca el fin de su administración (mala) que no gobierno, y la realidad, igualmente perversa y malévola, se suma al compló contra su persona y el destellante cierre de su casi sexenio. Algo no salió bien, su aeropuerto no despegó, su tren sigue atorado y sin funcionar, la refinería no ha producido un litro de nada, el sistema de salud no logró nunca empezar, la educación avanzó, sólo que erró la dirección y lo hizo en sentido contrario. La economía nunca logró crecer como lo prometió, aunque va “bien”, sobre todo por el T-MEC y el nearshoring, ah, y los mexicanos.
López Obrador perdió la iniciativa y nunca encontró la brújula.
