¿Tiene usted memoria ferrocarrilera? Quiero decir, memoria personal, no de cosas que le hayan contado, sino que vivió. Recuerdos del taller, de los trabajadores, de los humos y los silbatos, y el estruendo de martillos y vapores y cortadoras; memoria de los trenes de pasajeros en el andén, el gentío, los vendedores, los cargadores, el correo, el diesel, los revisores de ruedas, el sonido portentoso de las locomotoras, las recepciones a los presidentes y otros políticos, artistas, toreros, deportistas…
Para saber la respuesta habría que tener en cuenta dos fechas fundamentales: Hacia mediados de los años noventa dejaron de circular los trenes de pasajeros, y en marzo de 1999 el taller cerró de manera definitiva, esto a despecho de que prácticamente durante toda la década se llevó a cabo un “cierre hormiga”, es decir, poco a poco, así como no queriendo la cosa, los departamentos fueron cerrados y los trabajadores tasajeados, hoy 10, la semana próxima 20, la siguiente 100, y así, hasta que sólo quedaron menos de 700 disque activos, porque ya prácticamente no había nada qué hacer.
Entonces, si usted nació… De mediados de los años ochenta para acá, muy probablemente carezca de esta memoria. Evidentemente, crece la población que ya no tuvo una experiencia del riel, en tanto la que sí la tuvo va disminuyendo.
¿Deberíamos tener una memoria ferrocarrilera? ¿Por qué? ¿Para qué?
Olvidar o recordar, esa es la cuestión… Mucho es lo que Aguascalientes le debe al ferrocarril, más que a cualquier otra actividad. La riqueza que generó, los empleos, los trabajadores, los negocios que florecieron a su amparo, las transas, la política, los deportes, la arquitectura, el desarrollo, la tranquilidad pública, la dignidad, el orgullo.
Aguascalientes es impensable sin la actividad ferroviaria, incluso el actual, el que comenzó a desarrollarse a principios de los años 80, y que delineó otra faz de la ciudad, que se sumó a la que ya había esbozado el ferrocarril en el siglo pasado, porque en última instancia puso las bases para muchas cosas que son hoy una realidad.
En Aguascalientes el siglo XX fue el siglo de los ferrocarriles.
Recordar u olvidar, esta es la cuestión… Aquí hay un tema de identidad; de arraigo. Fuimos plantados aquí y no en Nueva York, o en Bangkok; aquí y no en París o Londres. Ya si esto no nos gusta; si nos parece poca cosa. Bueno, con la pena, pero el hecho es ese. Entonces, este asunto de la identidad es como una especie de ADN de nuestra conformación como personas, como sociedad; la información contenida en nuestro espíritu, aquello que nos define y explica; nuestra historia personal y social. Dónde nacimos, con quienes jugamos, a qué escuelas fuimos, quienes fueron nuestros compañeros, amigos, a quienes amamos, en donde nos divertimos, en donde trabajamos, etc. A menos, claro, que pretendamos negar esta historia, nuestra herencia, por considerarla indigna o despreciable.
Termino con las preguntas enunciadas: ¿Deberíamos tener una memoria ferrocarrilera? ¿Por qué? ¿Para qué? Ya la respuesta va por su cuenta.
Semejante argumentación viene al caso porque hoy se cumplen 21 años de la inauguración del Museo Ferrocarrilero, reservorio de la memoria rielera de Aguascalientes.
La imagen muestra la que debió haber sido la primera museografía. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].