El presidente Andrés Manuel López Obrador tomó posesión de su cargo el 1 de diciembre de 2018 y aunque ese era el día de inicio de todos los sexenios, este año cambia al 1 de octubre, debido a una reforma electoral aprobada en febrero de 2014. Es decir, el gobierno de López Obrador contará con dos meses menos, por lo que no estará frente al Poder Ejecutivo 6 años completos.
De acuerdo con la reforma en materia política-electoral del apartado D, fracción VI del artículo 83, publicada en el Diario de la Federación (DOF) el 10 de febrero de 2014, la o el próximo presidente de la República Mexicana iniciará su sexenio el 1 de octubre: “Artículo 83. El presidente entrará a ejercer su encargo el 1o. de octubre y durará en él seis años. El ciudadano que haya desempeñado el cargo de presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de interino o sustituto, o asuma provisionalmente la titularidad del Ejecutivo Federal, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”, reportó el DOF hace diez años.
En los transitorios de la reforma a la Constitución del 2014, se señala: “DÉCIMO QUINTO.- Las reformas a los artículos 65; 74, fracción IV y 83 de esta Constitución entrarán en vigor el 1o. de diciembre de 2018, por lo que el período presidencial comprendido entre los años 2018 y 2024 iniciará el 1o. de diciembre de 2018 y concluirá el 30 de septiembre de 2024”. (Sharon Mercado, El Universal, 15/03/2024).
Inexorables, los tiempos políticos y legales de este México nuestro, contribuyen a exacerbar los ánimos de Palacio Nacional y de la corte que se refugia en su sombra disciplinada y expectante. Efectivamente, los tiempos corren a pesar de los deseos presidenciales y se encaminan a la frontera de este gobierno de la llamada Cuarta Transformación o 4t para abreviar. Estamos ya a menos de 7 meses y medio del fin (?) del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el presidente que desde el inicio de su gestión aspiró a ser recordado en la historia de nuestro país a la altura de Benito Juárez, Madero o Hidalgo, y que, sin embargo, los proyectos en los que basaba su aspiración, en palabras llanas, sólo han resultados ser unos sonados fracasos y, así, finalmente habrá de ser recordado por una mayoritaria parte de los mexicanos.
La realidad nunca ha dejado de acompañar los afanes de López Obrador, aunque el presidente haya siempre pensado que su poder y autoridad moral no sólo ha estado por encima de las leyes del país, sino también por encima de esa realidad que en la mente del tabasqueño, nunca dejó de ser cómplice de sus adversarios, de los conservadores, neoliberales, corruptos, etcétera; una realidad aspiracionista y contraria al pueblo bueno (él) y a su proyecto transformador.
A casi 1300 mañaneras de distancia del inicio de este gobierno, y de haber forzado la agenda sustantiva del país a los intereses del morenismo (lopezobradorismo), imponiendo una iniciativa personal del presidente, hoy, poco a poco, esa realidad ha ido doblegando los intereses de la 4t y obligándolos a enfrentar una situación que le incomoda y, sobre todo, desconcierta. La seguridad basada en la popularidad del presidente no corresponde a su gobierno, que hoy es severamente cuestionado y así lo demuestran las multitudinarias marchas ciudadanas en defensa del INE y de la democracia que ven amenazadas por el régimen de la 4t, reclamando un juego limpio en el proceso electoral del 2 de junio próximo.
El tiempo y el ingenio no le dio al gobierno para impulsar su proyecto político de nación. La corrupción no sólo no fue erradicada de las prácticas cotidianas del gobierno, sino que alcanzó un nuevo nivel de escándalo centrado principalmente en las actividades de lo que algunos medios noticiosos bautizaron como “El Clan”, integrado principalmente por los hijos mayores del presidente y su círculo cercano, y vinculado sobre todo a las megaobras del régimen, destacadamente el Tren Maya y la refinería Olmeca o Dos Bocas. Por su parte, la inseguridad llegó a registrar, con cifras oficiales, casi 180 mil muertes violentas, con niveles de impunidad de más de 90%, y el control territorial de grandes regiones del país por el crimen organizado, para muestra sólo basta el botón que representan Guerrero, Michoacán, Veracruz o Chiapas. El sistema de salud pública está en ruinas y con un impacto sumamente negativo en la calidad de vida de toda la población, simpatizantes o no de la propia 4t.
Los efectos de la realidad también han alcanzado a la educación pública del país, con un nivel académico, según la OCDE, situado en el antepenúltimo lugar en la prueba PISA. Resultado que hirió la vanidad del gobierno transformador, descalificando los resultados del indicador internacional, en un acto de defensa política de un fenómeno educativo que afecta a la niñez mexicana.
A lo arriba expuesto, habría que sumar que, con las campañas federales iniciadas desde el 1 de marzo pasado, el asedio a la 4t está subiendo de tono y las señales de alerta empiezan a sonar con mayor intensidad cada día. La candidata oficial Claudia Sheinbaum no levanta en los ánimos de la ciudadanía, y el oficialismo ha debido recurrir a la inversión de multimillonarios recursos para arroparla, sin mayor éxito hasta ahora. Claro, apenas van dos semanas, y aún restan poco más de 10, pero el tiempo también corre para la candidata opositora Xóchitl Gálvez, y las estrategias se irán acomodando cada vez con mayor claridad.
Una preocupación general es la presencia y actuación del crimen organizado en el proceso electoral, en lo que va de los tiempos electorales ya han cobrado la vida al menos a 33 personas vinculadas, sin contar además de los homicidios, secuestros, desapariciones, balaceras y amenazas de muerte en al menos 14 Estados. (Georgina Zerega, El País, 28/02/2024).
La realidad asedia a la 4t y su proyecto de continuar con un 2° piso de incertidumbre para México.