Por recomendación de mi amiga periodista y viajera Lety Acuña, fui al viaje a las Islas Marías, que organiza la Mariana a través de una sociedad mercantil denominada “Empresa Turística Integral Islas Marías” y que de verdad es impresionante: no solo es recorrer los cerca de 110 kilómetros en medio del impresionante Océano Pacífico, sino llegar a la enorme isla que por décadas sirvió como cárcel para los reos más indeseables, ver los lugares donde sufrieron penas y castigos inhumanos y ahora, sentarse en un hermoso mirador, con una cerveza en la mano y disfrutar de las vistas increíbles y paradisíacas, o ir a la habitación desde donde José Revueltas observaba el mar y escribía Los muros de agua.
Una de las cosas que más me impresionó del viaje es que prácticamente todo el personal es militar: tripulación del barco, recepcionistas, guías, cocineros, meseros, vendedores de souvenirs, etcétera. Esto me parece una paradoja, pues el destino de los militares se aleja del veraneo; me imagino la escena de hace un par de años que AMLO decidió cerrar la cárcel y transformarla en centro turístico: Enviado presidencial en entrevista con el secretario de Marina: “Señor secretario, se necesita que su personal se dedique a dar servicios de turismo”. El secretario, formado por años en la dura disciplina militar: “Nuestro trabajo es la defensa del territorio nacional”, contesta el enviado presidencial. “Es una orden del señor presidente, comandante en jefe supremo de las fuerzas armadas mexicanas”. “Sí, señor”, finalizaría el secretario de Marina.
El viaje es una maravilla y evidentemente está subsidiado, pues te incluye el viaje en ferry, dos noches en una de las casas que usaba el personal cuando la cárcel estaba en funciones, todos los tours, y el bufete de la comida y cena del día de llegada, completo al día siguiente y desayuno a la salida; todo por 6,500 pesos aproximadamente por persona. Y aquí entra mi amor-odio a los bufetes. Algo que me encanta es que puedes servirte lo que te vas a comer, esto tiene muchas ventajas, pero una de las que más me encantan es que no desperdicias, consumes lo necesario y evitas tirar comida, los platillos a la carta tienen el problema de que no mides el tamaño de la ración o si los complementos no serán de tu agrado. En lo personal detesto se desperdicie comida, en casa, aunque no hubo nunca carencias, sí se nos inculcó esta idea de no tirar, mis padres venían de la pobreza absoluta.
Y aquí viene mi odio: es común en los bufetes ver cómo muchas personas se sirven exageradamente, como si se fuera acabar el mundo; y no tengo problema con que alguien coma cantidades industriales, pero luego puedes ver que muchos dejan la comida y se desperdicia y entonces quisiera decirle: Señor, señora, señore: ¿Por qué carajos no se sirve solo lo que va a comer? O mire, está fácil la técnica (que yo aplico) sírvase un poquito de todo lo que se le antoje, y ya que lo pruebe, ahora sí, su plato pletórico, pero me tengo que contener para evitar un altercado. Procuro usar el mismo plato, cuando es posible, y los mismos cubiertos y no comer a reventar, solo porque es bufete.
En fin, que fuera del disgusto de los tragones y desperdiciadores, todo lo demás fue una maravilla: visita a la salinera donde grabó la película el inmortal Pedro Infante, entrar a la cárcel de máxima seguridad que hizo Felipe Calderón y que hoy está abandonada y nos demuestra el enorme elefante blanco que fue; ver los murales del centro cultural José Revueltas; por supuesto visitar la tumba del padre Trampitas, oriundo de Aguascalientes y lo que más me encantó, subir una montaña de casi 2,500 metros de altura, para visitar un cristo rey que construyeron con mucho esfuerzo y sudor, los reos de Islas Marías, un viaje inolvidable que recomiendo no se lo pierda, el número de la agencia de viajes (todo lo hice mediante WhatsApp) es 5624333058.