Filosofía estoica- tercera parte Séneca | La columna J por Roberto Ahumada - LJA Aguascalientes
03/07/2024

“Nada que me ponga el destino podrá contra mi amor eterno por el propio destino, así viviré mi vida, en el presente”.

La vida va y viene nunca se detiene querido lector, no cabe duda de que el tiempo es una medida efímera y afable para los seres humanos. Muchas gracias por darme lectura nuevamente en este reconocido medio, continuo con la reseña de la filosofía estoica, en esta ocasión con un perfil distinto a Zenón de Citio y a Epicteto, en esta ocasión escribo sobre Séneca.

Debo de serle muy sincero, no sólo estoy escribiendo sobre filosofía estoica en este medio y en mi ensayo filosófico para la titulación de la maestría en filosofía aplicada, sino que estoy practicando el tomar la vida de un modo práctico apegado a este tipo de pensamiento. Séneca es un personaje verdaderamente interesante, fue un hombre acaudalado, un gran escritor, un lector empedernido y también participó como asesor en la más alta esfera política de Roma. No sólo deja un legado con su ejemplo de vida, sino que también nos extiende sus cartas a Lucilo en donde plasmó su modo de concebir el destino y las distintas situaciones a las que se enfrentó.

Fue un gran orador, a tal grado que despertó la envidia de Calígula, ya vaya que dicha situación no sólo resultó ser una prueba de vida o muerte, sus palabras iban más allá de su propia circunstancia. No era casualidad que en general los estoicos fueran grandes filósofos, grandes escritores, maestros y oradores. Los hombres eran su palabra. 

Las obras de Séneca incluyen ensayos, cartas, tragedias y una sátira. Su ensayo incompleto de dos volúmenes De Clementia o Sobre la misericordia, escrito en 55 dC al emperador Nerón, contrasta al buen gobernante y al tirano, y se detiene en el vínculo entre gobernante y súbdito. Autor de la vida bienaventurada o de la felicidad, para su hermano mayor Galión, que, dividida en 28 capítulos, describe la importancia de la lógica y la razón para la felicidad. Del mismo modo su De Beneficiis o Sobre los beneficios, consta de siete libros y forma parte de una serie de ensayos morales que examinan temas como la felicidad, la ira, el ocio, la tranquilidad, la brevedad de la vida y el perdón. Cabe mencionar que en una tesitura muy similar a la de Aristóteles las obras anteriormente mencionadas se enfocan en “el virtus médium”, es decir el equilibrio.  

En De la brevedad de la vida, un ensayo escrito a su amigo Paulinus, analiza doctrinas estoicas sobre la naturaleza fugaz del tiempo y cómo se desperdicia en actividades triviales.  A grandes rasgos Séneca construye una serie de postulados que son inexorables para la esencia estoica y la arista proactiva y dinámica que implica un modo plausible de ver la vida, pero sobre todo de poder vivirla.

“Dos elementos deben ser eliminados de una vez por todas: el miedo al sufrimiento futuro y el recuerdo de sufrimientos pasados. El segundo ya no me afecta y el primero todavía no me afecta”, Séneca.

Ciertamente su posición como asesor comenzó a tener rispidez y estridencia con Nerón, quien con el paso del tiempo se convirtió en una lastimosa quimera, en tanto que cuando iba llegando a su etapa de vejez solicitó su retiro por cuestiones de salud principalmente, al que se le concedió dicha petición, no obstante pasó muy poco tiempo para que los nuevos asesores le dijeran al emperador que su Séneca había participado en actos conspiratorios, en tanto que Nerón le sentenció a muerte.

La reseña histórica refiere que; como Patricio, se suponía que Séneca no debía esperar a que se cumpliera la orden, sino que se diera muerte por propia mano. Así fue. Él no tenía miedo a morir ni mucho menos a vivir. Decidió abrirse las venas de las piernas y los brazos. Al ver que la muerte no llegaba, pidió a su médico Eustasio Anneo que le suministrara “el veneno griego”, la cicuta que guardaba previendo este momento. Tampoco le hizo efecto, al parecer el cuerpo era igual de estoico que su mente, fue cuando pidió que lo llevaran a un baño caliente, pues era asmático y sabía que los vapores lo asfixiarían. Antes de morir, no dejó de salpicar un poco de agua libando a Iovi Liberatori, a Júpiter Libertador. Dice Tácito que fue incinerado sin ningún tipo de ceremonia. “Así lo había indicado en sus escritos, cuando era rico y poderoso y pensaba en estas cosas”.


Estimado lector, su ejemplo es destino, no hay que tener miedo ni a vivir ni a morir, hay que aceptar el presente, abrazar al destino, soñar despiertos y construir una obra magna y equilibrada que sea consistente con nuestro pensamiento y nuestra palabra. La filosofía estoica es excelsa ante la catarsis social que viven nuestros tiempos. 

In silentio mei verba, la palabra es poder.


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