¿Qué le sucedió al rock en México? Segunda parte | El banquete de los pordioseros por Rodolfo Popoca Perches - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Nací el 18 de marzo de 1963, es decir, tengo 60 años cumplidos, el próximo mes, si Dios no dispone lo contrario, cumpliré mis primeros 61, esto lo menciono porque considero necesario aclarar que mi crecimiento coincidió con el surgimiento de algunas de las grandes bandas de rock mexicanas, agrupaciones icónicas que representan los cimientos y pilares sólidos de nuestro rock, muchos de ellos dejaron como testimonio discos que hoy son un obligado referente en la historia del rock en México, todos ellos definiendo el perfil y el curso del rock hecho en casa. 

De esta manera, durante los años 70, cuando todo esto inició, yo todavía jugaba con pistas de carreras, veía Disneylandia en la televisión, y me apasionaba el fútbol festejando el tricampeonato de Cruz Azul, así que mientras que Miguel “el Gato” Marín, Héctor Pulido, Fernando Bustos, Horacio López Salgado, Javier “el Kalimán” Guzmán, Alberto Quintano, Javier Sánchez Galindo, Cesáreo Victorino, y toda aquella gloriosa máquina celeste festejaban el dominio azul en la primera división del fútbol nacional, estaban surgiendo agrupaciones fundamentales en el desarrollo del rock en México, El Ritual, Toncho Pilatos, La Revolución de Emiliano Zapata, Peace and Love, Tinta Blanca, y muchos otros que ya mencioné en la entrega anterior que encontraron en Avándaro el momento de la gran revelación pero considerando que la celebración de este festival también significó el réquiem para aquel naciente rock mexicano. 

Ya lo comentábamos en el Banquete de la semana pasada, Avándaro fue el pretexto que el gobierno necesitaba, y de hecho estoy cierto de que así fue planeado, para sepultar este movimiento naciente que despertaba la conciencia de los jóvenes mexicanos que levantaban la voz ante las atrocidades cometidas por un gobierno cuyo argumento más sólido era la represión.

Pero el rock nunca fue silenciado por completo, finalmente la naturaleza del rock es ser contracultural y contestatario, vivir en la clandestinidad es parte de su ADN y de ninguna manera podría renunciar a este rasgo que le es connatural. Surgieron así los hoyos funkies, o el rock sobre ruedas en donde alguna agrupación de rock se viajando en camión llegaba a tocar a alguna colonia de lo que entonces era el Distrito Federal, y en cuanto se escuchaba la sirena de la patrulla, desmontaban todo rápidamente y huían a otra colonia para seguir tocando, recordemos que también estaba prohibida la transmisión del rock en todas las estaciones de radio del territorio nacional, pero el rock seguía empujando con fuerza.

Finalmente, los dueños del poder, y del dinero, entendieron que reprimiendo sería imposible que los jóvenes dejaran de escuchar rock, y no era tanto el hecho de prohibir un género musical porque sí, lo que molestaba a aquellos acartonados, añejados y bien alineados funcionarios de gobierno y a los dueños del poder y del dinero, era que el rock no era sólo música, sino que comprometía a sus seguidores a seguir una forma de vida, era una oposición natural a la imposición de autoridad irracional, era una forma de gritar y señalar con dedo acusador las atrocidades cometidas con la única justificación de ser autoridad, es decir, el rock es, porque así es su naturaleza, una forma de crear conciencia, de ubicar al joven en el contexto social, y hacerlo consciente de su compromiso y actuar en consecuencia, así que decidieron dejar de perseguir al rock, y se dieron cuenta que lo mejor era endulzar el producto, presentar una bonita versión descafeinada, hacer de él un producto de consumo y de esta manera poder regular sus contenidos, y claro, hacer negocios con el rock. Para ese momento ya eran los años 80 y aunque seguíamos teniendo expresiones honestas del rock como la música hecha por Real de Catorce, Jaime López, Betsy Pecanins con o sin Memo Briseño con quien confeccionó un disco delicioso llamado Nada que perder, Chac Mool que surge del anonimato desde la Carpa Geodésica para convertirse en una propuesta seria, aunque esta honestidad solo duró un par de discos, el primero que es monumental y se llama Nadie en Especial, y el segundo Sueños de Metal, y muchas otras agrupaciones que el espacio no me permite mencionar.

Ya en el siglo XXI siguen surgiendo grandes manifestaciones del rock o de fusiones muy interesantes, en la segunda década del siglo XXI no dejan de sorprender grupos como Cabezas de Cera de los hermanos Mauricio y Francisco Sotelo utilizando instrumentos fabricados por ellos mismos y con una propuesta musical única e inédita en el rock de México, quizás comparable con Flairck de los Países Bajos a quienes tuvimos la oportunidad de ver en el Teatro Morelos y a su guitarrista Erik Visser actuando como solista en una de las ediciones, no recuerdo en cuál, de la Feria del Libro cuando todavía se hacía en el Museo Descubre. 

Las buenas propuestas en el rock nunca dejarán de existir, aun cuando éste haya sido domesticado y sometido a los intereses de la mercadotecnia, entendemos que durante los años 80 y 90 el sabor dulzón y complaciente del rock terminó por empalagarnos con grupos surgidos en México y otros importados de Argentina y España dentro de aquel movimiento que hoy conocemos como Rock en tu idioma, fue una de las estrategias más arteras para domesticar a la fiera indómita, uno de los ejemplos más elocuentes de este adoctrinamiento fue, por ejemplo, la transición de Three Souls in my  Mind a simplemente el Tri. Que Dios, en toda su misericordia, tenga piedad de aquellos que vendieron su honestidad, su propuesta seria y contestataria, por unas cuantas monedas.


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