“Guerras vienen y van, pero mis soldados son eternos”
Estimado lector de este reconocido medio LJA.MX con el gusto de saludarle como cada semana y agradeciendo en demasía su tiempo, atención y buena disposición para dar lectura a esta columna. Un escritor, un columnista no puede existir sin su lector, nuevamente gracias. En esta ocasión quiero referir el discurso que dio Marco Antonio tras la muerte de Julio Cesar, la situación era bastante compleja ya que la traición de Bruto y de Casio habían generado una gran incertidumbre y la incitación de las personas.
Siempre es bueno analizar un buen discurso. Debemos de recordar cuál era el perfil que tenía Marco Antonio, un hombre con tendencia a los gustos extremos, líder nato y su formación se dio en la milicia, es decir, estuvo expuesto a la guerra desde muy temprana edad, no obstante, su astucia le permitió incursionar en los lares políticos y en la alta esfera de Roma, siempre se mantuvo cerca del emperador, tuvo la intención medida y diseñada en que la permanencia y la cercanía siempre extienden retribuciones de facto en el juego de la política. El anclaje de su carrera se centra en el vínculo con César y en la capacidad militar.
El discurso de Marco Antonio está claramente vinculado a las emociones y al subconsciente colectivo del pueblo de Roma, haciendo alusión al juego del propio cuestionamiento de la veracidad de las palabras de Bruto, en un principio sin hacer un posicionamiento en su contra, es por ello por lo que surge la duda de si realmente Julio César era tan ambicioso como Bruto lo había expuesto previamente.
Refiriendo a la escena shakesperiana la cual detalle con punto y coma, la situación excelsa que enarbola al drama, se extiende lo siguiente; “Se postró frente a las masas y les dijo: Si tienen lágrimas, prepárense para derramarlas, César a muerto, traigo en mis manos su cuerpo ensangrentado y del mismo modo tengo un el testamento que le ha dejado a su querido y amado pueblo”. Marco Antonio se encontraba ante un peligro inminente, de manera literal su vida corría riesgo, si su discurso no ayudaba a generar un cambio en la percepción de las personas iba a ser muy probable, que la misma multitud le arrebatara su vida.
El gran líder militar comenzó a construir un discurso diplomático y al mismo tiempo retórico que le permitía ir dilucidando la esencia de la situación frente a un escenario pletórico por personas que clamaban más emoción. Las palabras fueron siendo expresadas de un modo progresivo en el que daban la razón a Bruto y a Casio, no obstante, al mismo tiempo dicha situación logró hacer que los espectadores dieran su confianza al orador que estaba frente a ellos.
“Puedes ver si un hombre es listo por sus respuestas. Puedes ver si un hombre es sabio por sus preguntas”.
El discurso que presentó Marco Antonio deja la reseña de cómo la política e incluso las cuestiones de seguridad tienen su principio de dirección en la oratoria, dicho alcance puede salvar o enterrar vidas. Resultó ser un ejemplo que ha traspasado los lares de la historia, evidentemente la cámara de eco que tenía el líder romano le hizo ganar gran popularidad y ante su astucia militar logró vencer a los traidores de Julio Cesar.
Epílogo
En el devenir de las palabras, las palabras se doblegaron ante las ínfulas perniciosas del ego mal concebido. En la mente del militar se dilucido la libertad y la conquista, la batalla era en la oratoria profusa que daría propulsión a la prosapia del que había caído, la sangre fue el testigo y el testimonio de uno de los momentos más sublime de Roma, se postró sobre su cabeza, entre la acacia y el oro, sus últimas palabras se desvanecieron en la sangre que aún se derramaba en la historia preconcebida. Lo único que llegó después a Roma fue la decadencia, fue la perversión de aquel sueño al que aspiró el gran emperador. La letanía no fue conquista, el castigo fue el olvido, y la redención, el ligero recuerdo.
Marco Antonio salva su vida y engrandece su historia, su palabra tuvo más filo que la espada.
In silentio mei verba, la palabra es poder.