“Nada hacemos fuera de la cultura… Desclasar la cultura: llevarla a todos sin distinción de clase. Socializarla: volverla parte de lo social, que por cierto es la única justificación de que el Estado invierta en ella. Porque si la intención no es que la cultura toque los corazones de millones de mexicanos, que toque su identidad y enriquezca la textura de sus vidas, invertir en los artistas y su creación es un desperdicio”.
Sabina Berman
El arte comunitario es ante todo cultura. Genera dinámicas que no son necesariamente una respuesta a la omisión en torno a las políticas culturales. Es un vehículo que favorece la participación activa, el trabajo conjunto y el empoderamiento de las comunidades que devuelve al hombre común su capacidad creadora.
La madre del arte comunitario es la cultura comunitaria, es la cotidianeidad y la vivencia del territorio, es la urdimbre sobre la cual tejemos el lienzo de la vida, de la comunidad que construye un destino en compartencia, respeto y esperanza, un arte colectivo que afirma lazos que se expresan mediante prácticas artísticas como las plásticas, el teatro, la danza, la música, las artesanías, las fiestas, las prácticas cívicas y tradicionales, culinarias, medioambientales, etcétera, que involucran la participación y la colaboración de la comunidad a condición de diluir la autoría individual por la colectiva que la torna co-creativa, es decir, que pondera el potencial creativo de la gente sobre el individual del artista.
Es con autonomía, un campo fértil y una oportunidad que suma en sociedad que se comparte, que ejerce y expresa su ser mediante lenguajes que apelan a la creatividad de los miembros de las comunidades que se encargan de imprimirle un sello propio e identitario que le distinguen de otros conglomerados humanos, en este mar de la diversidad y ante la imposición de modas o la cultura oficial; la creatividad es la esperanza de la comunidad.
Expresan, que otro mundo puede ser posible, al adquirir conciencia en el ejercicio del derecho de participar en la construcción de su propia cultura que recobra formas de organización y de saberes tradicionales que igualmente procuran la recuperación o preservación de sus entornos, de sus bienes naturales y sociales.
El arte comunitario es un agente dinamizador que genera espacios de activación. Aspira a estar al alcance de la mayor población posible que se cuenta por centenares de miles de ciudadanos en todo el país, sin acceso a los bienes, servicios culturales y artísticos; y el cual puede ser orientado preferentemente, a lugares y conglomerados humanos mayormente vulnerables o marginados.
Probablemente por lo anterior, es que el arte comunitario, invita a explorar en la comunidad, a poner la mirada en el lugar, en ese paisaje que en gran medida han creado y modelado los miembros de esos grupos humanos que los habitan, que ponen acento en qué valorar y qué salvaguardar, mediante expresiones culturales que son espejo de la organización comunitaria y eco de sus voces que les invita a reflexionar sobre aquellos tópicos.
Como recurso de integración grupal, les apoya mediante dinámicas participativas a identificar las necesidades de la comunidad, éste les dice qué mejorar del entorno al reflexionar colectivamente con acento crítico sobre aquello que acontece en su territorio, el cual es su lugar de pertenencia y de identidad cultural, para identificar qué prevenir dentro de las dinámicas sociales y del entorno, así como, qué resolver de ello y qué comprender para tomar mejores decisiones orientadas al bien común de todos los miembros que componen las comunidades., En consecuencia, contribuye a elevar la calidad de vida ya que se observa el mejoramiento del entorno a través del arte mediante el cual se experimenta una percepción del sentido de bienestar.
Es por lo anterior que se da en paralelo una reapropiación del espacio público, del lugar donde transcurre la vida, a través del arte que visibiliza nuestras culturas, nuestra memoria, de su recreación y objetivación, de repensar el acceso al arte y la cultura, que construye sentido de pertenencia y arraigo para vivir juntos comprometiéndonos en un proyecto de vida.
Por eso el arte comunitario, hurga en las prácticas tradicionales, en el arte popular como puede ser la producción artesanal, o los juegos, las fiestas, por lo que las comunidades resisten y se niegan a renunciar a su modo de vida que revitaliza los elementos culturales poniendo en práctica y a salvo usos y costumbres heredados por generaciones. El arte aquí es una herramienta que cohesiona, adquiere la dimensión de bienestar social e individual, así como para la democratización del arte y de la cultura.
Ahora bien, desde el arte comunitario se crean espacios de denuncia y de diálogo que hacen visible su cultura que proviene de lo más profundo de su historia. Es de la misma manera, una suerte de reivindicación ciudadana, que clama justicia en algunos casos ante el olvido; habría otros atributos como honrar y dignificar a los pueblos y a las personas, por lo que es historia viva en resistencia, que toma postura cautelosa ante los embates de la hegemonía cultural y global.
Así esta vertiente del arte público, posee la facultad de narrar a otros la cultura de las comunidades mediante diversos medios y géneros artísticos y que dota a sus productos culturales de riqueza y variedad inusitada, expresiones con un enfoque que elige lo colectivo que opta por el somos por encima del individualismo.
Un arte comunitario para celebrar y construir renovadas formas de expresión que ha de responder a las necesidades de las comunidades y sus habitantes, cuya esencia son proyectos comunes propositivos que abrevan en la filosofía de eso que llaman comunalidad, que comparte y venera a la tierra enseñando y aprendiendo, haciéndolo de manera colectivamente, todos en conjunto.
Es aquí donde confluyen arte y vida, acercar el arte a la vida y la vida al arte. Sostiene el académico en artes Adolfo Vázquez, sobre el concepto de “escultura social” del artista alemán Josep Beuys, que esta: “…apunta a toda manifestación que ayude al mundo a recuperar su espíritu y su solidaridad como gran motor de cambio y desarrollo de las condiciones de vida humana”.
El mismo Beuys, afirma: “Cada hombre es un artista: en cada hombre existe una facultad creadora virtual. Esto no quiere decir que cada hombre sea un pintor o un escultor, sino que existe una creatividad latente en todas las esferas del trabajo humano”.
La práctica del arte de signo social, no es ni será nunca campo de trabajo de una élite intelectual artística, que se considera crítica al sistema social, del arte y de la academia, los aglutina el sectarismo que les aísla del pulso de la vida pues no se les ve interesados en incursionar en lugares marginados o vulnerables ensayando un arte útil, artivista, de dimensión social y comunitario.
Cabe preguntarse sobre el papel del artista en la sociedad, al respecto dejo esta cita del sociólogo Tomás Ejea, quien observa que: “Como actores sociales los artistas y creadores, generan alianzas y disputas, como grupos de presión, buscan reivindicar su posición en el reparto de beneficios y prebendas gubernamentales. Intentan influir en el delineamiento de una política cultural que les favorezca, restándole importancia, en la mayoría de los casos, a si los programas de gobierno son de izquierda o de derecha.
En cambio, el arte comunitario es abrazado y promovido por colectivos de artistas, grupos trans o multidisciplinarios además de asociaciones culturales, algunos autónomos otros no, (en el otro extremo aparecen las instancias gubernamentales), que hacen de mediadores para que a través de prácticas artístico-sociales se fomente la inclusión con miras a construir una sociedad mejor, más justa, inclusiva y liberadora, en el marco de la democratización de la cultura ejercida desde la ciudadanía.
El arte comunitario debe pensarse como se ha dicho, a modo de herramienta para la autogestión de todas y todos, ha de entenderse también, desde las pedagogías que se involucran con procesos socioculturales, que sitúan la educación como liberadora, crítica y reflexiva, en un proceso que facilita la aprehensión del mundo que envuelve a los individuos, para lograr su transformación y que por consiguiente, genere espacios socioeducativos para la inclusión social como se ha reiterado, ante la segregación o la inequidad, que aún prevalece en el país.
Aguascalientes no es una ínsula, es probable pueda minimizarse la brecha de atención a los habitantes menos favorecidos en los entornos urbanos y rurales del estado, crear redes con estos objetivos siendo la práctica del arte colaborativo el catalizador, a los cuales se sumen agentes educativos, culturales, sociales y artistas, para trabajar en el barrio o las comunidades rurales, que ensayarán diversos niveles de apropiación, para producir arte comunitario, ya sea en, para, con, de la comunidad o por la comunidad, (Graham Pitts y David Watt), ante la exigua o ausencia de este agenciamiento creativo, para que los grupos e individuos definan por sí mismos su propia imagen individual y colectiva sobre el territorio que habitan, no como un privilegio, sino como una necesidad para la existencia.