El escritor mexicano José Agustín ha puesto punto final a su más importante relato, sin duda su vida fue todo eso que escribió, una novela, un cuento, un libreto para teatro, un guión para televisión, con intensos claroscuros y toda su obra sazonada con los infaltables ingredientes de la música y el mar, resulta lógico si consideramos su recalcitrante melomanía y aunque nació en Guadalajara, su identidad con Acapulco es evidente, finalmente ahí, en el puerto, fue donde creció y se hizo escritor.
Nadie podrá negar que fue una de las voces más poderosas y autorizadas de aquellos años que definieron el perfil de la generación de los últimos años 60 y su transición a los 70, con toda la música que acompaña a esa generación revolucionaria y contestataria. En sus cuentos, sus novelas, en sus libretos para teatro como es el caso de la obra Círculo Vicioso, publicado por Joaquín Mortiz en 1974, encontramos el pulso de la juventud mexicana, la cotidianeidad de la clase trabajadora de este país. Su obra literaria es una suerte de voz generacional, recordemos que José Agustín nació en 1944, es decir, para finales de los años 60, era un joven vulnerable a los encantos de la excelente música que se hacía en esos años, y supo llevar a la literatura la experiencia vivida por él como consecuencia de la música que escuchaba, esto tuvo que tener, necesariamente, una influencia muy poderosa en la juventud mexicana clasemediera de los últimos años 60 y primeros de los 70, pero no fue su voz la única en clamar en el desierto en aquel México represivo que veía con sospecha a todos los jóvenes, y más si traían el cabello largo, y peor, incluso si les gustaba el rock, la voz de José Agustín se unió a las voces de otros literatos que hoy identificamos como la generación “de la onda”, Parménides García Saldaña con obras como Pasto verde, El rey criollo, En la ruta de la onda. Gustavo Sainz con su obra Gazapo, piedra angular de eso que hoy identificamos como literatura de la onda, clasificación, por cierto, con la que José Agustín nunca estuvo de acuerdo. Imposible no mencionara a Federico Arana, también nacido en los años 40, es decir, joven en los contraculturales 60 que publicó su primera novela, Las Jiras, hace cincuenta años, en 1973, además de una obra literaria muy generosa, con ensayos muy importantes como Guaraches (así, con G) de Ante Azul, la historia del rock mexicano, Roqueros y Folcloroides, entre muchas cosas más. Un poco más tarde a esta primera generación de escritores aparece Víctor Roura, quizás una década después, con obras como su novela Polvos de la Urbe, y ensayos como Onda, Progreso, Moda, Reacción, Periodismo; El viejo vals de la casa, Apuntes de rock, Perfiles del cuadrante, Diaria Escritura, de las bandas, rolas y medios, y una producción muy generosa de cuentos y poesía. Vale la pena echar una hojeada a todo este inmenso material que define al joven roquero mexicano desde finales de los años 60 hasta mediados de los 80, no sé si después de este decenio podríamos encontrar algo digno de documentar en las letras, si me permites el comentario, y saliéndome un poco del tema, en la pasada feria del libro me encontré con un libro editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León que se llama Mantén la Música Maldita, lo compré porque me llamó la atención la portada, está una imagen característica del guitarrista de The Who Pete Townshend en concierto, esto bastó para que me decidiera a comprarlo y, ¡oh decepción!, el autor pretende jugar el rol de un escritor consagrado de estos que ahora estamos comentando en este espacio, y cree que por decir malas palabras sin ton ni son, y por hablar, casi con orgullo de sus excesos, está presentando un trabajo influyente y digno de ser considerado dentro del…digamos repertorio de la literatura de la onda, se trata en verdad de un trabajo desechable, pero eso es otro asunto.
Sin duda la obra literaria de José Agustín, como la de Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz, Federico Arana o Víctor Roura representan en la cultura popular mexicana uno de los episodios mejor logrados que definen con precisión y trazos firmes, el espíritu de la reprimida juventud mexicana de los 60 y 70, un poco de los 80 si consideramos también la obra de Juan Villoro, específicamente su obra Tiempo Transcurrido, relatos que inician en 1968 y terminan en 1985, dos fechas que por diferentes razones han sacudido violentamente, no sólo a la Ciudad de México, sino a todo el país, iniciando con el año de la masacre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, y terminando en el año del gran terremoto que desfiguró a la Ciudad de México, 1985.
José Agustín es una de las voces más autorizadas en la crónica de la cultura popular mexicana, también representa uno de los puntos de vista más críticos de la sociedad en la que creció y se desarrolló, algunos de sus ensayos, como La Nueva Música Clásica, o la obra autobiográfica El Rock de la Cárcel, deben ser considerados como verdaderos documentos testimoniales de la historia contemporánea de México.
José Agustín murió hace unos cuantos días, el 16 de enero de 2024, tenía 79 años, el 19 de agosto cumpliría 80, vivía en Cuautla, Morelos, se fue rodeado de su familia y arropado por los sacramentos de la Iglesia, su obra queda ahí, como parte de la historia del México moderno, descanse en paz.