La conflictividad social que se manifiesta en la escena política de nuestro país, se extiende a lo largo y ancho del territorio nacional, y que se intensifica día con día como espuma efervescente del agitado proceso electoral, cuyo arranque formal y legal ya comenzamos a transitar, es signo por demás evidente de los proyectos políticos antitéticos que están en confrontación; pero, su exacerbación obedece a la persistente injerencia indebida del Titular del Ejecutivo Federal. De manera que el entorno social y la atmósfera pública que hoy privan en México encuentran su causa en ese hiperactivo protagonismo del presidente.
En mi conversación anterior, Escoger el futuro, destacaba yo que el ruido propagandístico e informativo oficialista de su ya pretendido “triunfo manifiesto”, no hacía más que elevar con estridencia las voces a favor o en contra; sin resolver, desde luego, los temas y asuntos centrales que deben estar sobre la mesa de discusión para elegir y determinar el futuro que anhelamos y esperamos los mexicanos, todos.
Este crucial asunto para la ciudadanía mexicana, al menos la no interesada en la cantada “continuidad” del régimen instalado por la presente Administración, es soslayado sistemáticamente por la repetitiva y falaz letanía de superioridad moral de la “cuarta transformación”. Esta pretensión no es sostenible a la luz de los resultados negativos patentes del gobierno López-obradorista. Al que no basta la sistemática destrucción de instituciones, órganos autónomos, fondos de previsión, fuentes de financiamiento de organizaciones de la sociedad civil, y debilitamiento mismo del aparato de la administración pública sujeto a su jurisdicción; sino que se continúa en arremeter contra las leyes preexistentes divergentes de su interés y, sobre todo, a la más alta dignidad de la Constitución Política que contradice su ambición hegemónica omnímoda.
Uno de los aspectos de esta grave divergencia, y desde mi punto de vista más sensibles, es el referente al papel histórico del Estado, visto como entidad nacional y en el contexto de América Latina. El pretendido liderazgo a nivel continental de Andrés Manuel López Obrador le conduce a confrontaciones y aun contradicciones que han hecho palidecer sus ánimos “bolivarianos” o de territorialidad hemisférica. El fuerte acento que ha colocado en su vinculación con lìderes políticos populistas y autoritarios de diverso cuño, ya le han arrojado a la cara un saldo nada benéfico: notoriamente el más reciente con el recién presidente electo de Argentina; amén de las claras relativizaciones de otros Titulares de la región como Chile, Brasil, Colombia, Uruguay, Bolivia, o de más fuerte acento Perú, Ecuador, El Salvador. Esta disímbola relación con el Pacto Andino, el Cono Sur y los países del Amazonia tienen explicación más profunda en su diversidad histórico-política y su penoso y a veces atormentado proceso hacia la democracia.
Al parecer, hemos dejado muy pronto al olvido, muy profundas revisiones teórico-prácticas del trascendental concepto de “Estado Nacional”, en el subcontinente latinoamericano. Y por ello, me vuelvo a referir al excepcional ensayo socio-político: “Poder y Política en América Latina“, (Compilación de Teresa Castro Escudero, Lucio Oliver Costilla, coordinadores. Siglo xxi editores, S.A. de C.V., 2005, 1ª edición), emprendido por un grupo de entusiastas catedráticos de origen y nivel internacional, que se fijaron como meta “revisitar” el Estado Latinoamericano; con el propósito de consensuar los rasgos característicos que muestran los alcances o “the state of the art” del análisis histórico y político de América Latina, para desenmarañar esta multiversa y polifacética materia.
Estudio plural y multifuncional que centra su objeto explicativo en el papel que han jugado y que juegan hoy los “estados nacionales” autocalificados orgullosamente como soberanos e independientes, o por pretensión populista de unificación regional “Bolivarianos”.
El gran ensayo aludido, tiene por enfoque de sus autores, el hecho de que después de experimentar diversos diseños de regímenes -que incluyeron gobiernos militares dictatoriales- desde el Cono Sur, al Pacto Andino, a Centroamérica y El Caribe, les condujo claramente a delinear un perfil aplicable a su realidad histórico social. De modo que para los estados nacionales, en el proceso de su última fase, hubo de transitar desde aquel diseño de país nacionalista y supuestamente emancipado, hacia un estado capitalista dependiente -diseño que surge durante las décadas inter-milenio, última y primera del año 2000.
En la siguiente fase -según el análisis del ensayo referido-, hubieron de pasar a conformar el nuevo Estado Desarrollista Burgués. Entendiendo por éste, el esquema de factura mundializada, que se ha venido caracterizando como mediación (histórica-funcional) desde la periferia capitalista, es decir en orden y para con los países centrales del Capital hegemónico, progresivamente mundializado. Lo que, en el lenguaje de Peter Sloterdijk -que hemos venido caracterizando- equivale a la conformación de la gran esfera bajo cuya superficie única engloba a la región como un todo, referido unipolarmente al centro mundial capitalista. Y sus etapas han sido las siguientes:
1a-. El establecimiento de Gobiernos presidencialistas, con un tinte “civilista”, pero que al fin y al cabo son funcionales al centro de dominación hegemónica; y su rol se ordena a garantizar el subsidio al Capital Trasnacional, valiéndose para ello internamente a cada país, de su propia élite capitalista local;
2a-. Estos gobiernos “desarrollistas” funcionan cínicamente como representantes del interés nacional, pero que en realidad quedan supeditados, verdaderamente, al PROTECCIONISMO central hegemónico. Para cumplimiento de tal objetivo, es decir la rentabilidad del capital trasnacional, esa su “inversión extranjera” viene a instalarse en dichos países periféricos, como ave de paso, y en estricto sentido para revalorarse mediante la apropiación de la plusvalía, que es sistemáticamente extraída desde la fuerza de trabajo nacional.
- El Capital, por definición, no tiene patria y por tanto debe operar “sin fronteras”; induciendo para ello al interior de los países dependientes (entiéndase, ahora, desarrollistas), auténticamente, una “economía de casino”, es decir, abiertamente especulativa, ya que obliga a fuertes inversiones de alto riesgo, en que somete los precios de las materias primas al “libre” juego del mercado mundial, por un lado; y por otro lado, está función resalta aún más en los precios del petróleo, bajo cuya rectoría se rigen las economías locales enteras. La implantación de este modelo obedeció a personajes de talla mundial como Henry Kissinger, desde el corazón hegemónico de los Estados Unidos, principalmente en toda la geografía de América Latina.
Respecto de la primera, en México, la retórica presidencial es francamente altisonante de constituir una soberanía intraspasable y una tal autonomía que implica la autodeterminación intocable, por ejemplo, de su patrimonio energético, alimentario, del trabajo, de la soberanía monetaria, de la migración, etc., etc. Y, sin embargo, se reeditó y firmó con gran diligencia la ampliación del TLCAN al TMEC, se difunde con orgullo la autonomía monetaria y el fortalecimiento del Peso-Mexicano; pero, en los hechos se profundiza precisamente “la mediación del Estado Mexicano” respecto del Capital central de los países Dirigentes de Europa, Asia y los propios Estados Unidos de Norteamérica; y aun se nos hace sentir orgullosos del nuevo concepto en boga del Nearshoring, con todo y plan del tren transoceánico.
Respecto de la segunda, el actual régimen López-obradorista, en los hechos ha renunciado a ser efectivamente “desarrollista”, -existen los parámetros de medida de crecimiento estrictamente indispensables- en aras de conformar un supuesto “Estado fuerte”/ Centralista y autoritario, a fin de subordinar la pluralidad étnico-lingûística, regional y local de los estados libres y soberanos, a la voluntad omnímoda de un poder centralmente ejercido. El actual Presupuesto del Gasto Federal es elocuente al respecto. Las clases medias por ser tales son descritas por el bloque en el poder como aspiracionistas, individualistas, discriminatorias y excluyentes; y ha hecho de ellas, lo que ya vimos en el artículo precedente, “un segmento ciudadano en orfandad” (Cfr. Gabriel González-Molina, Switchers S2, El segmento de la orfandad. Entre el Resentimiento y Salir Adelante. Electores para ganar en 2024. Global Talent University Press. 2023). Y conste que esto no es retórica política, es dato constatable de Política Fiscal.
Tocante a la tercera, en México, hemos caído en un profundo socavón, y la razón fundamental es la escisión voluntarista del “Régimen de la Cuarta Transformación” respecto del Sector Empresarial -aceptando los distingos operados desde la Presidencia de la República-, al que ciertamente ha excluido del pacto económico y Fiscal con su Gobierno. Es decir, la aberración de apostar a prosperar como país sin el concurso de la clase económica principal. Obviamente, se ha concretizado como una engañifa de la peor ralea, porque la recaudación fiscal sigue su paso tan campante; pero, la exclusión desde “la pureza ideológica del presidente” sigue tan imperturbable. El efecto claro y evidente, es dejar a la libre a los capitanes de la Iniciativa Privada, como haciendo creer -como dice la canción popular, “tú pa’bajo no sabes mirar”-, a quien con desdeño etiqueta de “oligarquía rapaz”.
La grave contradicción histórica que está cometiendo es caer precisamente en lo que promulgó el Neoliberalismo del eje trilateral Thatcher-Reagan-Japón, cabe cuya mediación política se cobijó precisamente a “las Trasnacionales” que ganaron hegemonía económica mundial en el último tercio del siglo XX hasta la actualidad, logrando su emancipación precisamente de los Estados Nacionales. ¿De qué centro hegemónico dependen las decisiones centrales de la globalización? De manera que una cosa es la retórica populista romántica e ilusoria, y otra cosa muy distinta la rectoría económica real y de poder histórico y decisorio de las Naciones, para ello existe el Estado de Derecho regido por la Constitución Política.
A partir de aquel ominoso “septiembre negro” de 2008. Un fenómeno internacional de quiebra y derrumbe financiero con repercusiones a nivel mundial que mostró el agotamiento del estado nacional latinoamericano -en general tercermundista- mismo que vino a ser tomado como un modelo funcional, que ha permitido a los países centrales profundizar y hacer practicable la cooptación simple y llana de dichos países capitalistas dependientes, y específicamente de América Latina. Aquí tiene origen y fundamento -y no cabe llamarse a sorpresa- el fenómeno actual de migración masiva de los países latinoamericanos más deprimidos hacia los Estados Unidos, pasando por México.
La explicación de efectos geopolíticos vigentes, radicada desde la hegemonía global del Capital, recae sobre la función esencial de nuestros gobiernos desarrollistas consistente en garantizar el mencionado subsidio al Capital Trasnacional. Fenómeno financiero transnacional mediante el cual, toda vez que fue cosificado –bajo la forma de capital de inversión– en infraestructura industrial y para el desarrollo, que a renglón seguido se le regresa al tesoro central, por la vía de un generosísimo subsidio financiero, ahora repatriado, que hubo de generarse bajo los auspicios de la increíble destreza, docilidad y colaboración de las propias élites capitalistas locales. Este es el esquema del neoliberalismo actuante, en las naciones capitalistas dependientes.
Es así que observamos el ascenso del “capital monopólico” (las trasnacionales) en su fase más avanzada, que ahora conocemos como “globalización económica”. Contexto que hoy se problematiza aún más por la incidencia de gobiernos “populistas” que hoy proliferan en América Latina y aun en los Estados Unidos. Fenómeno geopolítico y económico del que México cuenta a la fecha con ostensible representante.
En suma, vemos en acción un proyecto hegemónico cuyo punto crítico consiste en interpretar y entender la función del Estado -como representante universal y superior de una nación-; bajo la hipótesis principal dominante que ensaya la demostración de cómo se ejerce el rôle central de dicho estado, consistente en comportarse no tan solo como un factor endógeno al tipo y forma de sociedad latinoamericana, sino que también, al asumirse a sí mismo como la mediación necesaria para ejercer el proyecto hegemónico mundializado.
Al concurrir en esta fase de la globalización planetaria, el estado nacional desempeña un papel subsidiario respecto de la influencia de los países centrales, en tanto que son las entidades dirigentes del capitalismo neoliberal las que ejercen la hegemonía del Capitalismo Dirigente Mundializado. // En esto precisamente consiste la Forma de Estado de los Estados Unidos Mexicanos, que resulta intocada por las ambiciones demagógicas de cambio desde las instancias populistas de América Latina. Las mutaciones socio-políticas y económicas resultantes en Argentina son claro ejemplo de esta modelización del estado nacional en América Latina //.
Ergo, ¿Cómo inducir el cambio? Respecto de México, hoy, el autor citado Gabriel González-Molina de Switchers S2, pone el acento en la heterogeneidad geográfica del mercado electoral mexicano. “México es cada vez más una realidad de tres: el norte, el centro y el sur”. Y, en cuanto al tiempo, hace pender la elección presidencial “del futuro“, no tanto del pasado o del presente”. E infiere su argumento central: – : “Este libro enfatiza la relevancia del segmento llamado “S2” quienes son electores switchers alejados del presidente pero que han vivido en la orfandad durante todo el sexenio” (Ver. ut supra, Loc. 123). Con fundamento en lo cual plantea su ruptura metodológica: Plantear los escenarios de voto hacia la elección del 2024 con base en lo que los electores valoran, necesita y exigen; es decir, con base en la demanda, no en la oferta”. (Ibid., Loc. 115). Conceptos de los que nos debemos ocupar ulteriormente.
Et pour tant! La continuidad de proyecto no se sostiene ni en la Historia ni en la Geopolìtica, hay que buscarla en un futuro promisorio, deseable, sostenible.