El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son.
Protágoras.
Desde el poder político nacional que hoy detenta la cuarta transformación encabezada por el huésped de Palacio Nacional, y que agrupa a la clase política cobijada por su partido Morena y los partidos aliados Verde y del Trabajo, empeñosamente empuja por dejarle claro a los mexicanos que la 4t es hoy en día, la medida de todo lo que acontece políticamente en el país, todo lo que sucede o no en México, y es gracias a la acción de morena y, particularmente, a la voluntad irresistible de López Obrador.
Es innegable que el país entero se está sumergiendo en la temporada navideña un poco para evadirse del remolino que significa el período de precampañas. Inevitablemente, las candidatas, los partidos políticos, la mañanera (léase el gobierno federal) y los medios de comunicación empujan el ánimo y el interés de la población en general, ojo, no sólo de la ciudadanía, hacia la atención de lo que ellos consideran el tema más importante en la consideración de la opinión pública antes de cerrar el año y entrar de lleno al 2024, cuando habrán de desatarse todos los recursos y discursos por las elecciones del 2 de junio venidero.
Para refrendar lo anterior basta una mirada a las noticias de la semana que recién concluyó, enmarcada por el affaire naranja, encabezado por el gelatinoso candidato -gobernador Samuel García- y su irresponsable sainete por la candidatura presidencial de Movimiento Ciudadano. Si bien Samuel García ganó la elección para gobernar Nuevo León, un muy importante estado de la república, ello no traía aparejada la capacidad y experiencia política necesarias para aspirar, seriamente, a contender por el más alto cargo político de México, al joven García Sepúlveda, le hace falta más camino en el mundo de la política. En resumen, el affaire fosfo, llegó a donde debía llegar, y ahora, para no desposicionarse, empuja a la joven Mariana, esposa de Samuel, a la candidatura por la alcaldía de Monterrey. Más ruido pues.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se involucró hasta donde el descaro no fuera tan evidente en el caso de Samuel García, que desde su mañanera sólo alcanzó a ejercer su derecho al pataleo acusando a sus adversarios conservadores el haber descarrilado al dócil aspirante a candidato. Hasta ahí su resistencia al caso.
Y la realidad obcecada como es, se plantó de nuevo frente al país y el presidente, y se mostró de cuerpo entero, en el afán de hacerse sentir y ser atendida. Primero, de manera externa llegan al conocimiento general los resultados de la prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes, por sus siglas en inglés), que se aplica a los países integrantes de la OCDE, entre ellos México, y, sí, otra vez nos fue mal. Esta prueba evalúa el nivel de los estudiantes hacia el final de lo que se considera la etapa final de educación obligatoria, 15 años, en materias como la lectura, las matemáticas y las ciencias, además de otros factores relacionados con el tema educativo general.
Los resultados publicados este martes 5 de diciembre, que corresponden a la evaluación de 2022, reflejan el rezago educativo que padece México desde hace diez años. El país se encuentra en la posición 51 de los 81 países evaluados. Como siempre que los números no le acomodan, el presidente López Obrador descalificó la prueba, y enfático, señaló,“nosotros no los tomamos en cuenta”, porque todos esos parámetros se crearon en la época del neoliberalismo, del predominio del periodo neoliberal, en donde lo que querían era impulsar supuestamente la calidad de la enseñanza, la excelencia y desaparecer la educación pública, degradándola”, afirmó. Sin embargo, el impacto de los resultados presentados fue contundente.
Sólo un par de días después, en el ámbito del desastre que es la política de seguridad pública nacional, se da el asesinato de 6 jóvenes estudiantes de medicina de la Universidad Latina en Celaya, drama en sí mismo, a la que el presidente, ligero e irrespetuoso de las formas, reacciona revictimizando a los jóvenes, señalando que ello había sucedido por la búsqueda de drogas en donde no debían. Una vez más, la realidad, los hechos, superan el discurso demagógico presidencial. Las autoridades de la Fiscalía del estado de Guanajuato le enmiendan la plana al señor de Palacio y proporcionan datos que, en términos forenses, dan más y mejores elementos relativos a la masacre. López Obrador, debe hacer silencio.
Finalmente, el viernes 8, en la comunidad de Tacaxtitlán, Estado de México, pobladores se enfrentaron a un grupo del crimen organizado con armas de fuego dejando un saldo de 14 personas asesinadas, 11 delincuentes y 3 campesinos del lugar. El enfrentamiento se da por el cansancio de la población al pago por el cobro de derecho de piso por la tierra cultivada, y a la indolencia de las autoridades por una situación del todo ilegal. Los abrazos de las policías, la guardia nacional y el ejército, ya no fueron secundados por los habitantes del lugar y el resultado quedó de manifiesto.
Así, México se va adentrando en un fin de año complicado, donde la soberbia de un régimen terco en su ceguera sigue avanzando a lo que considera la ratificación de su “proyecto” político, ignorando una realidad lacerante para el grueso de la población. Inseguridad, pésimos servicios educativos y de salud, ausencia de infraestructura necesaria para el desarrollo. Ya no hablemos de la corrupción, ante cuyos efectos el presidente sencillamente niega. López Obrador afirma que sólo SEGALMEX es el caso de la corrupción en su administración. Hace mutis ante una realidad de la corrupción donde su familia es actora principal, hijos, prima, hermanos, no descuidan ninguna oportunidad para sacar ventaja de su posición.
Efectivamente, el presidente y su 4t aseguran, para sí mismos, que ellos son la unidad de medida que México ha de usar para reconocerse de ahora en adelante. Ya veremos en junio del 2024 sí es así.
