(Affaire: Negocio, asunto o caso ilegal o escandaloso.)
El galimatías político que hoy vive el gobierno de Nuevo León, y, sí me apuran tantito, el país entero, por el entuerto provocado, en mi entender, desde Palacio Nacional, transita este domingo por una calma chicha que probablemente reinicie su agitación en el transcurso de las próximas horas. El joven e inexperto gobernador de Nuevo León, Samuel García, durante algunas semanas se dejó seducir por el canto de las sirenas que emanaba del principal edificio del Zócalo capitalino, que con dulce melodía le tendía una mullida alfombra al inestable gobernador del norteño estado. Y sí, cayó en el embrujo presidencial.
A ello también contribuyó el presidente de Movimiento Ciudadano, el senador Dante Delgado, jugando desde principios del año a combatir frontalmente a los que su ánimo e inteligencia le mostraban como sus verdaderos adversarios políticos, el PAN, PRI y PRD, en su pragmático radar, Morena y su 4t (PVEM y PT) no son sus adversarios, ni mucho menos sus enemigos políticos. Así, Dante Delgado, contribuyó significativamente a construir el caos emecista, primero confrontando directamente la posibilidad de una alianza electoral con quien a la postre constituiría el Frente Amplio por México y su candidata, la también senadora Xóchitl Gálvez, bajo el argumento de que su partido (él) nunca haría una alianza con el PRI y Alejandro Alito Moreno. Después, cuando se desató la crisis en el partido oficial por el excanciller Marcelo Ebrad por las irregularidades en el proceso interno morenista, el líder emecista estiró la liga de su instituto político para dejarle una opción a Ebrad, lo que al final no sucedió, principalmente por aquél canto de López Obrador al gobernador neoleonés, la “reconsideración” del excanciller a separarse de Morena y su negativa a participar en otra contienda interna en un partido y reglas desconocidos para él. Ya antes se habían auto descartado Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco y Luis Donaldo Colosio, alcalde de Monterrey. Dante se quedó sin fichas. El único que a saltos insistía en la candidatura fue el enfant terrible de Samuel García.
Obviamente, el señor de Palacio Nacional consideró un gran riesgo la posibilidad de una candidatura naranja encabezada por su excolaborador (y callado adversario político) Ebrard, ya que más que comprometer votos a la alianza opositora, muy probablemente le arrebataría votos a Morena y su candidata Claudia Sheinbaum, con todo y su bastón de mando. Alentó entonces la vanidad del Gobernador Samuel García, bajo una serie de acercamientos, promesas y apoyos ($$$) a su disposición y compromiso con el proyecto de la 4t, a fin de impactar en la cosecha de votos entre la clase media y los jóvenes en el proceso electoral del 2024.
Y como señala Jorge G. Castañeda en su artículo de Nexos del 1 de diciembre, “Nuevo León: sobre advertencia no hay engaño”: Pero la impetuosidad -unos dirían, irresponsabilidad e inmadurez- de Samuel García generaron una doble complicación para Dante. Por un lado, imposibilitó la de por sí improbable postulación de Ebrard. Por el otro, generaba un problema en Nuevo León, poniendo en riesgo la gubernatura emecesista, abriendo el camino a investigaciones de todo tipo potencialmente dañinas para García, hacer campaña bajo constantes amenazas, filtraciones, investigaciones y denuncias no es lo ideal.
Lo acontecido en Nuevo León, con las disputas de todos conocidas entre el Congreso y el Ejecutivo locales, anuncian el perfil de lo que serán las elecciones del año que entra, y no debe sorprendernos porque en un país dividido lo extraño sería un proceso electoral modulado, institucional. Ciertamente, para el presidente Andrés Manuel López Obrador, el enrarecimiento del ambiente político nacional es un efecto de cinco años de una estrategia continua y machacona, de polarizar en ánimo de los mexicanos, de separarnos entre pueblo y neoliberales, de transformadores y conservadores. El encono entre los mexicanos es la característica que debe definir el ambiente electoral, provocar el miedo e inhibir la participación ciudadana para garantizar la continuidad de la “Cuarta Transformación”.
No debe cabernos la menor duda de que esta será la tónica del año electoral que se inició en septiembre y tomó vuelo el pasado 20 de noviembre. Sin embargo, lo acontecido en Nuevo León, nos debe tener atentos para evitar una crisis mayor más allá de las fronteras neolonesas, que se caracterice por la promoción de la ingobernabilidad y la ilegalidad. Los mexicanos no estamos preparados para eso, ni lo deseamos. Al acecho están los grupos del crimen organizado, atentos al desarrollo del conflicto, que no deja de ser un campo de cultivo para extender sus espacios e influencia perniciosa.
Este affaire del gobernador o exgobernador Samuel García, debe contenerse por la vía política y constitucional para bien del país. Ya es difícil esperar seriedad y responsabilidad del hombre de Palacio Nacional, quién ha insistido en que no le vengan con eso de que la ley es la ley, su proyecto es transexenal y en su imaginario transformador, el fin justifica los medios.
Debemos esperar mucha inteligencia y responsabilidad política en los integrantes del Frente Amplio por México y su candidata Xóchitl Gálvez, para desempeñarse con sagacidad y contundencia ante este turbulento escenario que hoy es México, un país que está en un momento crítico, entre el crecimiento y desarrollo propuesto por el nearshoring o la posible catástrofe.
El líder de la 4t se ha obsesionado en su lógica “transformadora” en considerar que es necesario fracturar el país para reconstruirlo bajo su personal visión, y que requiere inevitablemente refrendar su proyecto otro sexenio más. Finalmente, ya no hay mucho que derruir: la salud, la seguridad, la educación, la institucionalidad, están todas en crisis.
La frivolidad del gobernador Samuel García no debe prevalecer por el bien del país.