¿Tiene sentido aún el marxismo? | El peso de las razones por Marc Jiménez-Rolland y Mario Gensollen - LJA Aguascalientes
21/11/2024

La crítica de izquierda más común a la justicia liberal es que acepta una igualdad meramente formal (de oportunidades o derechos civiles y políticos), pero desatiende desigualdades materiales (igual acceso a recursos). Esto aplica al libertarismo, pero es menos claro que se aplique a la igualdad liberal. De hecho, como señala Will Kymlicka, “podría decirse (…) que los socialistas y los liberales igualitarios comparten el mismo criterio de justicia (…) de acuerdo con algunas formulaciones del pensamiento socialista. (…) Pero existen otras formulaciones del pensamiento socialista que se orientan en una dirección diferente”. Esto ocurre con versiones del marxismo que rechazan la justicia entendida como una virtud rectificadora, como respuesta a defectos de la vida social -en tanto el comunismo aspira a superar la necesidad de la justicia- y rechazan que la justicia sea compatible con la propiedad privada de los medios de producción -en tanto la justicia marxista requiere socializar los medios de producción-.

Muchos marxistas rechazan que el comunismo se base en un principio de justicia, siguiendo a Marx, quien atacaba las ideas de “derechos iguales” y “distribución justa”, considerándolas “obsoleta palabrería”. Marx consideraba deficiente el “principio de la retribución” (que los trabajadores tienen derecho al producto de su trabajo): aunque asigna a todas las personas un ‘derecho igual’, favorece a quienes tienen mayores capacidades. “Por su contenido, como todos los derechos, es un derecho a la desigualdad”, escribían Marx y Engels. Con esto, no se rechaza la idea de que se deba tratar a las personas como iguales, sino que deba hacerse aplicando una teoría de la igualdad jurídica.

En contra de la igualdad jurídica, los marxistas sostienen que los derechos iguales tienen efectos desiguales, pues sólo consideran algunos puntos de vista moralmente relevantes (aunque eso no implica que sea mejor no elegir ningún criterio específico). Para el marxismo, la justicia es algo que no se requiere en una comunidad realmente satisfactoria. Sólo es adecuada para responder a ciertos problemas, especialmente: objetivos en conflicto y recursos materiales escasos. Como apunta nuevamente Kymlicka: “Si pudiéramos eliminar los conflictos entre los objetivos de las personas, o la escasez de recursos, entonces no tendríamos necesidad de una teoría de la igualdad jurídica, y sin ella, además, estaríamos mejor”. Esto podría lograrse cuando se desarrollen “las fuerzas productivas y fluyan con todo su caudal los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués”, señalaban Marx y Engels. Sin embargo, contra esta posición parece que ciertos recursos son inevitablemente limitados (como el espacio). Y algunos conflictos surgen incluso sin escasez. Por otra parte, la mera existencia del derecho no produce la confrontación. La justicia es una virtud reparadora que soluciona defectos inerradicables en la coordinación social y expresa el respeto que se les debe a los individuos como fines en sí mismos.

Para Marx debería abolirse la propiedad privada: igual acceso a recursos públicos. En favor de esta postura se argumenta que la propiedad privada de los medios de producción da lugar a la relación trabajo-salario, que es injusta pues genera explotación o alienación. En breve, la propiedad privada convierte a los trabajadores en medios para el beneficio de los capitalistas. Sin embargo, ¿constituiría explotación que alguien se beneficiase empleando a otros, si esto sirve para el mayor beneficio de los menos favorecidos?

De manera más general, se ha señalado que las teorías de la justicia marxistas son intentos de dar una razón de ser a la lucha de clases. Como sugiere Kymlicka sobre el posible futuro del marxismo hoy en día: “(…) como la explicación de la lucha de clases se encuentra directamente vinculada a la relación salarial, muchos marxistas han tendido a vincular la justificación del socialismo a esa relación salarial. (…) Se hace cada vez más difícil aceptar esta visión marxista tradicional acerca de la posición central del trabajo en toda política progresista. Muchas de las luchas más importantes que se dan en nuestro tiempo, en pos de la justicia, tienen como sujetos a grupos que no son, o no son únicamente, grupos oprimidos por la relación salarial, por ejemplo, grupos raciales, madres solteras, inmigrantes, homosexuales y lesbianas, inválidos, ancianos”.

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