“Se dieron de navajazos con navajas de rasurar, entre ambas personas” (como si fueran gallos de pelea con navajas amarradas). Esa fue la versión que los titulares de seguridad y fiscalía, adelantaron cuando aún se procesaba la escena del crimen, a cuatro horas de tener conocimiento del hecho. Las necropsias tardarían unas nueve horas más en realizarse. Así fue como Aguascalientes, México y el mundo debieron enterarse de la muerte de Ociel Baena, altamente célebre por su encargo provisional como magistrade en el Tribunal Electoral de Aguascalientes.
Los titulares de seguridad pública y la fiscalía de Aguascalientes, gustan del micrófono, la foto y el video; por lo que comparten información en proceso sin el más mínimo respeto a la dignidad de las personas víctimas de delitos y sus familiares; adelantan hipótesis de hechos, sin comprender que su deber es esclarecer los mismos. La frivolidad con que se conducen ambas autoridades cuando de información pública se trata, se documenta detalladamente en sendos reportajes de periodistas como Rodolfo Franco y Mónica Cerbón.
No es normal ser brillante. Aún cuando Ociel Baena, fue le profesional electoral más destacade de los últimos años en Aguascalientes; lo que le llevó a obtener los primeros lugares en los concursos para ascender en el servicio profesional electoral o en las convocatorias, incluso las de carácter nacional; no se le recordará como le jurista estudiose que era. Como le presidente de las sociedades de alumnos de su secundaria y facultad de derecho; abogade, maestre y doctore en derecho.
Ociel Baena despertó en quienes no podían igualarle, una envidia activa e insidiosa que movió a un puñado de abogados, una magistrada y una senadora anodin@s a intrigar en su contra, pues, en efecto Ociel no era normal: era un estudiose electoral brillante.
No es normal ser un ícono. No era normal que Baena Saucedo soportara tanto odio en redes sociales. Bajezas, insultos y amenazas. Estruendosa ira, producto de la angustia de quienes por dentro se buscan y no se encuentran. De quienes se aterrorizan, ante la posibilidad de ser como esos otros. De quienes no aceptan, porque no se aceptan. Del temor a la otredad que desveló Octavio Paz.
Baena Saucedo pretendía lanzar un mensaje de aliento a su comunidad. Quiso ser le símbolo de que, sin importar su preferencia, definición o condición, se puede acceder al máximo estrado, al último nivel, al escalón más alto: una magistratura, una ministratura.
Simplemente ser lo que quieres ser. Ociel pretendió ser símbolo de logro “a pesar de” y lo logró ¡Aquí! En esta tierra nublada de moralina, pero también tierra del sublime escultor Saturnino Herrán: malgré tout.
En esta entidad, en este país y en gran parte de este mundo, es un pecado atreverse a ser. A ser lo que quieres ser y ¡Peor aún! Atreverse a ser lo que quieres ser, a pesar de (ser mujer, ser pobre, ser lgtb, ser indígena, etc). A Ociel Baena no le importó SER y recibió una andanada de odio… que no es normal.
No es normal ser magistrade. Porque Ociel, no era le magistrade que veíamos en redes sociales.
Ociel era apasionade del derecho electoral, materia a la que dedicó su frugal vida profesional. Principios, tesis, criterios y todo lo que hubiera que considerar en la aplicación de la ley o al juzgar acontecimientos, expresiones, actividades o acciones electorales, Baena Saucedo lo conocía.
En su pequeño entorno personal, Ociel tampoco era le magistrade. Era una persona de voz y personalidad suave. Sus ojos brillaban delatando sus emociones, a pesar de conducirse siempre educade y muy respetuoso en el trato. Ociel era una persona producto de la resiliencia. De resistir el embate que en un principio su familia opuso a su propio ser. De ocultar lo que siempre supo que era y seguir adelante.
El magistrade de las redes fue sólo una representación. La manera visual de explicar quién era. Fue además una forma de estar en el mundo sin explicar. ¡Es curioso! Pero Ociel debió vivir 36 años disfrazade, hasta que surgió “el magistrade”: caracterización de la libertad.
La violencia familiar no es normal. La impotencia me embarga mientras escribo estas líneas, porque varias veces le advertí a Ociel Baena, que la violencia que ejercía su pareja romántica sobre su persona, no era normal. Ociel minimizó el problema, porque era una persona que sabía amar, que sabía entregar su corazón.
Alguna amiga y algún amigo más intentaron convencerle de dejar al agresor que le violentaba con golpes, acciones y palabras. No hubo éxito. Ociel veía a su pareja sentimental de forma idealizada. Excusaba su desquiciado comportamiento, su violencia extrema, su problema de manejo de ira y su cada vez más fuera de control problema de adicciones. “No se preocupe maestra” así es él, “no se preocupe maestra” es su manera de querer, en el fondo es bueno, son cosas de pareja. “No se preocupe maestra”.
No fue normal, el trato en su muerte. En cuanto el trabajo me lo permita, acudiré a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, para presentar una queja por el indebido manejo público de información que la fiscalía y secretaría de seguridad pública de Aguascalientes hicieron respecto al crimen de Ociel, pues además permitieron la circulación de terribles imágenes de su cuerpo sin vida. Ni en la muerte pudieron las autoridades responsables, dignificar a una persona que luchó por la dignidad. No cumplieron ni con su obligación de llamarle por su pronombre no binarie, a pesar de poseer acta de nacimiento, la primera credencial INE y el primer pasaporte que le acreditaban legalmente.
¡Gracias! Por normalizar. Abrazo a la Iglesia Católica Mexicana a la que pertenezco, por la celebración eucarística de cuerpo presente con que se entregó a Ociel Baena en brazos del Padre. El papa Francisco nos llamó a las y los católicos a entender que todas, todos y todes somos hij@s de Dios.
Lo normal es SER. ¡Gracias! Ociel Baena Saucedo, porque en este mundo no es normal atreverse a SER, y tú con tu ejemplo nos dijiste ¡Sé lo que quieres ser!